jueves, 15 de diciembre de 2016

Repudio contra el Feminicidio (Elvira Sánchez-Blake)

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Uno de los hechos que más ha conmovido a la ciudadanía colombiana es el atroz asesinato, de la niña Yuliana Samboní luego de ser abusada sexualmente y torturada el pasado 4 de diciembre en Bogotá. Este es un acto que se suma a los feminicidios que ocurren con frecuencia no solo en Colombia, sino en toda Latinoamérica, como algo naturalizado y a veces condonado por la misma sociedad. En este caso específico llama la atención que el criminal fuera un individuo de la alta sociedad bogotana, profesional, miembro de una familia reconocida, y que la niña, fuera una menor de apenas siete años de origen humilde, hija de una familia desplazada de la zona indígena del Cauca. Este panorama revela una radiografía de la sociedad colombiana y de lo que representa en términos de injusticia, vulnerabilidad e impotencia.

La ciudadanía se ha movilizado en este caso con demandas de justicia y castigo contra el culpable. Las investigaciones han sugerido una cadena de redes  de comercio sexual detrás de este suceso. Los miembros de la clase alta se han rasgado las vestiduras tratando de comprender y de justificar al asesino sin mucho éxito. No hay nada que lo justifique, pero sorprende cuántas veces aparece en las noticias las menciones de su educación en el ilustre Gimnasio Campestre, el grado de arquitecto en la Pontificia Universidad Javeriana, y su vivienda en los Altos de Chapinero. Las redes sociales inundan el ciberespacio con indignación, pero también con comentarios sobre la pobre familia del inculpado y cómo afecta a sus allegados su deplorable actuación.

La verdad es que este crimen su suma a los muchos que ocurren diariamente en muchas partes, de los cuales no se sabe porque no circulan en los medios ni en las redes. Son parte de la naturalización de la violencia contra la mujer, así como lo son el abuso sexual, el maltrato doméstico, las agresiones y violaciones que hacen parte de la vida diaria. Refleja también la normalización del poder entre clases sociales y el cisma que existe entre las mismas.  No hace más de un mes ocurrió otro caso deplorable en Buga, el asesinato de Dora Lidia Galves, una empleada doméstica de 44 años, quien fue encontrada moribunda tras ser agredida sexualmente, empalada y quemada. La mujer permaneció viva todavía por tres semanas debatiéndose entre la vida y la muerte. Finalmente falleció el pasado 30 de noviembre.  ¿Qué puede ser más brutal que esto? El director de Medicina Legal, quien desmintió las acusaciones de violación y tortura, dictaminó la causa de la muerte por un aneurisma. Esto demuestra la inconsciencia y falta de sensibilidad total de una jerarquía social que trasciende más allá de las leyes y de la justicia para encubrir a los autores materiales, lo cual perpetúa la impunidad y la sevicia.

El feminicidio es una figura que nos recuerda los crímenes que se iniciaron en Ciudad Juárez en 1993, como una ofensiva contra las mujeres que trabajaban en maquiladoras. Estos crímenes se caracterizaron por la brutalidad con que los cuerpos eran mutilados y agredidos después de ser violados y torturados. Detrás de esto había todo una ofensiva de amedrentar a las mujeres que se atrevían a salir de sus roles tradicionales para trabajar en la industria manufacturera. Esta modalidad se extendió hacia Centroamérica como una peste. Amnistía Internacional ha reportado que por lo menos mil mujeres mueren anualmente como resultado de asesinatos atroces y de abuso sexual. ¿Por qué sucede esto? Las investigadoras sobre este tema están de acuerdo en que la razón “simplemente porque son mujeres," es suficiente.  El feminicidio busca ejercer control, disciplinar y domesticar el cuerpo de las mujeres y doblegar su comportamiento para ajustarlo a los requerimientos del sistema de poder patriarcal.

Este fenómeno se asocia con los movimientos en contra de todas las “ideologías de género” y de las políticas encaminadas a atender las necesidades de las mujeres vulnerables como se vio en el proceso de negociación del acuerdo de paz en Colombia. Es increíble que el mentado enfoque de género que aparecían en los puntos del Acuerdo fuera causa de consternación y de debate, más intenso aún que el de los de penalización de los miembros de las FARC. Carlos Andrés Duque se pregunta, 

¿A qué temen realmente los conservadores colombianos cuando denuncian la amenaza contra la “familia natural”? En el fondo, temen la igualdad. Temen la confrontación de las jerarquías y los privilegios sexuales y genéricos que ha detentado desde tiempos inmemoriales el binarismo tradicional patriarcal occidental. En el fondo saben que cuestionar la figura de hombre (y mujer), implica también desestabilizar el lugar de poder del hombre-blanco-propietario-heterosexual y en consecuencia el lugar de subalternidad de la mujer, del afro, del indígena, del gay y la lesbiana." 

En el caso del asesino de Yuliana, se perpetua este modelo, el de un hombre de clase alta, quien actuó desde su posición de poder,  y de la inmunidad que pareciera envolver a los miembros de su estrato social.

El asesinato de Yuliana se ha convertido en punto de debate y ojalá este sirva para poner sobre el tapete todas las formas de violencia y maltrato hacia la mujer; las agresiones físicas y psicológicas que en su mayoría son cometidos por sus propios compañeros y familiares. También, es relevante despertar conciencia sobre las múltiples formas de violencia que se generaron como parte  del conflicto armado en Colombia. Es indudable que el cuerpo de las mujeres ha sido uno de los puntos más vulnerables de agresión por parte de todos los bandos. Es verdad que los hombres eran el objetivo militar principal, pero las mujeres pagaban con su cuerpo como botín de guerra.  Recuerdo una entrevista en que la mujer me resumió su historia en tres frases. “A mí me mataron a mi marido y a mi hijo, luego me violaron y encima tuve que salir desplazada.” Es decir, que el castigo sobre los hombres es la muerte, pero en las mujeres la pena capital se ejerce sobre su cuerpo y su intimidad.

La figura de feminicidio fue reconocido como delito en Colombia en el 2015. Esto representa un avance a nivel legal, pero ojalá no sea solamente una figura, sino que los culpables sean reconocidos, castigados y penalizados con todo el peso de la ley.  En ocasiones como esta desearía que existiera la pena capital en Colombia. No hay ningún castigo suficiente para un crimen tan horrendo como el de Yuliana.

Referencias

Rubio, Mauricio. “Caspa, malcriado y clasista”. El Espectador. 14 dic, 2016.

Duque, Carlos Andrés. "Apuntes sobre feminicidios, sociedad patriarcal e "ideología de género".
Palabras al margen.  14 dic, 2016.

Pietro-Carrón, M,  Thomson M, y Macdonald, M.  "No more killings. Women respond to femicides in Central America." Gender and Development. Vol. 15. N. 1, March, 2007.

“Medicina legal resuelve misterio en el caso de Dora Lilia Galvez”. Revista Semana.


miércoles, 9 de noviembre de 2016

Ganó Trump: ganó la insensatez


El mundo amaneció el 9 de noviembre con la fatídica noticia del triunfo de Trump. Pero, no ganó Trump, ganó la insensatez.  Triunfó el odio y el prejuicio, el racismo y la xenofobia; el sexismo y la misoginia. Se revelaron los extremos más tenebrosos de la especie humana.

Este evento se suma a los triunfos del No al Acuerdo de paz en Colombia; al de Mariano Rajoy en España; al referéndum del Brexit de Gran Bretaña, a la reelección de Daniel Ortega en Nicaragua. 2016 pasará a la historia como el año del renacimiento de los totalitarismos en el mundo y de la legitimización de los sentimientos más innobles de la humanidad.

La victoria de Trump culmina esta serie de eventos con una capitulación de la racionalidad. Se convierte en una derrota de la cordura tan inesperada e incomprensible que deriva en el culmen de la insensatez. ¿Cómo medir el impacto de los acontecimientos que se avecinan? ¿Es posible calcular la dimensión de las maquinaciones de un demente que regirá los destinos del mundo a partir de ahora?

Yo nací en un mundo donde primaban las ideas conservadoras, los prejuicios y las exclusiones. Fui testigo de los resultados nefastos de estas tendencias y del desplome de los estados fascistas y totalitarios de extrema derecha y de izquierda.  Apenas nos estábamos recuperando de sus efectos y se empezaba a avizorar un mundo exento de prejuicios y mezquindades donde el Otro tuviera derechos y oportunidades, en donde fuera posible la utopía contraria que profetizara García Márquez en su discurso del Nobel.

Yo me ufano de haber educado a una hija con una perspectiva amplia y progresiva, de aceptación e inclusión. Eso me lo permitió haber accedido a una universidad como Cornell y a un lugar idílico como Ithaca, NY.  Victoria se crió como parte de un todo sin diferencias ni marginaciones. Se ha dado el lujo de no crecer con imposiciones ideológicas ni religiosas. Es decir, de gozar una libertad con responsabilidad. Y esa oportunidad de crecer en un mundo de libertades se desploma en este momento ante el futuro que nos espera.

Es como si regresáramos una centuria a la época del surgimiento de regímenes fascistas, que entronizaban las ideas de la supremacía blanca y el nativismo nacionalista. El famoso slogan que caracterizó la campaña de Trump, "Make America Great Again"  promueve eso mismo: el resurgimiento de las divisiones étnicas; la promoción del odio contra hispanos, musulmanes, negros y chinos; la aniquilación de los derechos adquiridos por mujeres, por la población del LGBT y todos aquellos que han sido marginados, pero que por primera vez en la historia conquistaban derechos fundamentales. Es la antítesis de la evolución humana, el retroceso a la era de las tinieblas.

El triunfo de Donald Trump abre una caja de pandora cuyas dimensiones no podemos predecir. Como señala Chris Cillizza del Fix (Washington Post), "su triunfo es el equivalente de dejar caer una nevera o quizás, diez neveras en una laguna. Hay olas gigantes, pero muchas otras pequeñas, que no vemos hoy, pero que están ahí."

Citas







martes, 11 de octubre de 2016

La voz de las víctimas


Mientras los del NO se regodean con su triunfo en sus trincheras de indolencia, la voz de las víctimas se expresa en movilizaciones, marchas y manifestaciones por la paz.
Ignacia Roca, una desplazada de Barbacoa, Nariño, me mandó un mensaje que decía, "Esos señores del No, no saben el mal que hicieron. Dios los perdone". Soraya Bayuelo, la líder de comunicaciones de las comunidades de Montes de María, escribió, "Seguimos resistiendo". También las víctimas de cuello blanco, como Ingrid Betancourt han proclamado su incredulidad hacia el triunfo de las maquinaciones del NO y han expresado su irrestricto respaldo a los Acuerdos.

¿Cómo se explica que los opositores a la paz sean los que no han sufrido la guerra, y los que claman por la paz sean los verdaderos afectados por el conflicto? Una muestra más de la indolencia de los que han vivido en la orilla de la historia. Los que se dejan convencer por las triquiñuelas baratas de la campaña del NO, que contenía tres premisas básicas: el miedo, la ignorancia y la maquinación. Así lo reveló el director de la campaña del Centro Democrático, Juan Carlos Vélez, quien además se ufanó de la facilidad con que los electores se dejaron manipular. Pero yo lo creo, porque la mayoría de los que votaron por el NO son parte de esa población maleable que desconoce la conciencia crítica y la capacidad de indagar más allá de los mensajes fatuos que llegan a sus redes sociales.

Entretanto vemos a las comunidades indígenas y campesinas con muestras de valor y resistencia dignas de respeto. Los indígenas guambianos realizaron una caminata de quince horas desde Silvia, Cauca, hasta la Plaza de Bolívar en Bogotá para declarar: 

A través de esta movilización pacífica queremos decir que todos tenemos derecho a la paz, y más cuando nosotros somos los territorios más afectados. Entre todos quisimos decir ‘Sí’ a la paz el pasado 2 de octubre, pero como no pasó, es ahí cuando nos tocó reaccionar y hacer la movilización.

Igualmente, en otra manifestación las víctimas de Bojayápidieron respetar el 96% de los votos por el SÍ que se registró en esa comunidad, que sí ha sido afectada por la guerra:

Urgimos a que se implemente el Acuerdo de Paz, tal como se negoció en La Habana... La sociedad que votó por el NO tiene una deuda con los derechos de las víctimas y con el costo en vidas humanas que tiene su votación sobre las poblaciones que sí padecemos la guerraNo es justo que ellos puedan votar e influir en nuestras vidas o nuestras muertes y que nosotros no influyamos en las políticas que a ellos y ellas los afectan.

Es que la sociedad que votó por el NO no solo tiene una deuda, sino una responsabilidad. No son ellos quienes van a ser los afectados por el desangre que se produzca cuando se recrudezca la guerra. No serán ellos quienes pongan los muertos ante las técnicas más sofisticadas de violencia que desarrollen los bandos enfrentados. Serán de nuevo los mismos de siempre, los indígenas, los afrodescendientes, los campesinos de los territorios apartados, las víctimas de este gran error histórico propiciado por la Colombia indolente.

Paradójicamente, hoy se anunció el inicio de negociaciones del ELN en la mesa de conversaciones. Otro gran reto de esperanza. ¿Será que los maquiavélicos opositores permitirán que haya acercamientos con este grupo o ya estarán preparando las armas de contienda ideológica para obstaculizar y sabotear esta gran oportunidad de lograr la paz y reconciliación en este país?


Citas
http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/reunion-de-indigenas-con-el-presidente-santos/16723685

http://www.elespectador.com/noticias/judicial/sociedad-voto-el-no-tiene-una-deuda-nuestros-derechos-v-articulo-658763

jueves, 6 de octubre de 2016

El triunfo de la irracionalidad

Michel de Foucault se pregunta, “¿cómo distinguir en una acción sabia que ha sido cometida por un loco, y en la más insensata de las locuras, que es obra de un hombre ordinariamente sabio y comedido?” (Historia de la locura). Eso mismo me pregunto yo, pero a título colectivo como explicación a lo que sucedió en Colombia el pasado 2 de octubre cuando el No al acuerdo de paz triunfó sobre el Sí. Estoy convencida de que el resultado del plebiscito no fue el triunfo de la democracia, como algunos aseguran, sino de la irracionalidad.

Consideren los siguientes puntos. 

 ¿Cómo es posible que una mayoría prefiera negarse a los acuerdos que garantizan un cese de hostilidades, de enfrentamientos y de amenazas que han durado por cincuenta años?

¿Cómo se explica que sean las víctimas de masacres, desplazamientos, violaciones y despojos, las que han perdido a seres queridos y sus tierras; las que han puesto la sangre y la piel en los combates, las que más apoyaban los acuerdos y las propuestas de paz?

En la misma línea, ¿quién puede comprender que sean los sectores urbanos privilegiados, los que nunca han puesto un píe en zona de guerra, los que viven en un mundo blindado, a quienes les ha pasado la guerra por el lado, los que cambian el canal cuando se presentan noticias sobre el conflicto, los más opuestos a la paz y los que votaron por el NO? 

¿Alguien me quiere decir por qué un líder tan desprestigiado como Uribe, con gran  responsabilidad en los horrores del conflicto, el que habla de impunidad y de justicia, el mismo que sigue encandilando con su discurso falaz y de engaños, sea el que convocó y decidió el resultado del referéndum? Peor aún son sus seguidores que como loros repiten y avalan sus dictados, sin pensar, sin evaluar, sin reflexionar sobre las hondas repercusiones que pesan sobre el país? 

El hecho de que ahora recaigan sobre la oposición las decisiones que se tomen y el rumbo de las negociaciones conlleva otra insensatez. ¿Son ellos los que van a definir la salida a este caos que ellos promovieron con sus sesgos ideológicos e intolerantes? Las consecuencias de esta determinación pueden ser no solo peligrosas e infructuosas, sino que atentan contra la legitimidad del gobierno y de las instituciones.

Curiosamente, uno de los puntos que exigen revisar es el de la distribución de la tierras y el que está en el centro del debate. Por supuesto, a los grandes terratenientes que componen un 2% de la población no les conviene una reforma territorial. Menos les interesa permitir que existan ideologías diferentes a los partidos tradicionales en los foros políticos. En últimas, los partidarios del NO, no sólo se oponen a los acuerdos de paz, sino a los cambios que representaban. Ellos dijeron No a la igualdad, a la justicia y a la  reparación. No a la participación política de todos los sectores. No a la posibilidad de reconciliación y de convivencia y por supuesto No al enfoque de género, al que tanto le temen.

En tanto se define el rumbo del caos en que ha caído el país y el shock del que todavía no nos reponemos, recuerdo un pasaje de la novela Delirio de Laura Restrepo, en que el narrador profetizaba el aniquilamiento de Colombia del mapa terrestre: 

Si no fuera por las bombas y las ráfagas de metralla que resuenan a distancia… juraría que este lugar llamado Colombia hace mucho dejó de existir. 

Estamos al borde de que esta predicción se convierta en realidad.  Es evidente que cada proceso de paz trunco desde los años ochenta ha traído mayor violencia y cada vez se incrementan los niveles de monstruosidad del conflicto. No quiero pensar en el desangre que se puede precipitar con el derrumbe de los acuerdos y la imposibilidad de lograr una renegociación. Sólo espero que me equivoque y que la racionalidad encuentre su cauce nuevamente, porque como precisa Foucault, cuando la locura se convierte en una forma de razón y de alguna manera adquiere un sentido dentro del campo de la razón, no se reconoce, y nos envuelve, nos distorsiona la realidad y nos conduce en masa hacia un proceso alarmante de deshumanización (Historia de la locura).

Citas 

Foucault, Michel. (1967). Historia de la locura en la época clásica.
  México. Fondo de Cultura Económica.
Restrepo, Laura.  Delirio. Bogotá: Alfaguara, 2004.



 





 




lunes, 26 de septiembre de 2016

Sí o Sí


Hoy se constituye en un día histórico para Colombia y para Latinoamérica. Con la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno concluyen más de cincuenta años de guerra en el país. Lo curioso es que mientras en el mundo se aplaude y reconoce este gran evento, en Colombia las divisiones entre familias y amigos se ahondan cada vez más. ¿Cómo es posible que la paz se convierta en el detonante de una guerra sórdida y tácita entre nuestros núcleos más cercanos? ¿Por qué no podemos celebrar esta fecha como deberíamos después de tantos años de vivir en la incertidumbre y la desesperanza?

Me parece que estamos sumidos en la ceguera de la que hablaba José Saramago en su inolvidable Ensayo sobre la ceguera. La tesis de esta novela donde una población completa se contagiaba de una epidemia de ceguera blanca como alegoría de la incapacidad del mundo de ver la realidad que se vive ante sus ojos, es la misma que padecen los sectores de nuestro país más recalcitrantes y extremistas. Aquellos que con un discurso malintencionado y plagado de mentiras se complacen en denigrar los esfuerzos por superar los escollos que nos han impedido avanzar hacia un camino distinto del recorrido en los pasados sesenta años.

Me permito citar apartes de William Ospina cuando señala:

Sí hubo una guerra, todos delinquieron, todos cometieron crímenes, todos profanaron la condición humana, todos se envilecieron. Y la sombra de esa profanación y de esa vileza cae sobre la sociedad entera, por acción, por omisión, por haber visto, por haber callado, por haber cerrado los oídos, por haber cerrado los ojos".

Y es que en ese proceso todos somos culpables por precisamente eso: cerrar los ojos y oídos hacia lo que pasaba ante nuestro alrededor: las injusticias sociales, las desigualdades, los prejuicios que ostentamos y perpetuamos en nuestro actuar y en el discurso diario.  Es que la guerra ha sido una tragedia colectiva, como lo dice claramente Ospina, en la que todos somos víctimas y victimarios, y algunos más victimarios que otros. Especialmente aquellos que hoy se rasgan las vestiduras oponiéndose a la paz y acudiendo a un discurso retorcido y maléfico que pretende captar la ingenuidad de las mentes débiles y desinformadas. Porque son estos seres mezquinos de la extrema derecha los que intentan mantener el "orden inicuo" que ha existido desde siempre y que en las palabras sabias de Ospina, seguimos tolerando:

Un orden inicuo de menosprecio, de injusticia, de arrogancia... Un orden absurdo, excluyente, mezquino, que hemos tolerado entre todos y del que somos responsables."

Hoy le temo más a los seres que se oponen al cambio y a los que no les conviene iniciar un nuevo período de pacificación en el país. Son ellos los que enturbiarán las aguas con sus actitudes engañosas. Son los que se empeñarán en manipular a los sectores incautos de la población usando los mecanismos más vulnerables: la religión y la exclusión social. Es evidente que la gente de las clases favorecidas no quieren mezclarse con los individuos que dejan las zonas afectadas por la violencia, sean ellos campesinos, desplazados, o excombatientes, no tanto por haber sido parte de la guerra, sino por su condición social. Es obvio que  las exclusiones exacerbadas persistirán porque tampoco les conviene que se lleven a cabo los compromisos pactados en los acuerdos: redistribución de tierras,  inclusión laboral y tolerancia social. Es más fácil manipular conciencias propagando las amenazas del mentado "castrochavismo', o la apañada consigna de "regalarle el país a las FARC", y de la temida impunidad, para obstaculizar y sabotear un proceso que a todas luces se ha logrado con todas las condiciones dignas para todas las partes.

Ojalá la historia nos demuestre que un día como hoy se constituye en una fecha para recordar no tanto por la firma en sí, como por el corte con el pasado y el comienzo de una nueva era.



domingo, 31 de julio de 2016

Paz con enfoque de género

El 24 de Julio pasado se conoció una noticia fundamental en las negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC, la inclusión del enfoque de género en los acuerdos alcanzados en La Habana.

¿Qué significa esta noticia? Por un lado, es la primera vez que se incluye un acuerdo de paz con enfoque de género y se da reconocimiento a los derechos de personas con sexualidades diversas.  Significa además que el fin del conflicto es una oportunidad para que las mujeres víctimas en su capacidad de trascender el dolor se conviertan en constructoras de paz, como sucede actualmente en muchas regiones.


Este es un paso importante y largamente esperado por las organizaciones de mujeres que trabajan por la paz. En Colombia, dichas organizaciones han tenido un papel fundamental en avanzar el camino hacia las negociaciones, crear conciencia entre la población, y canalizar la voz de las víctimas para escuchar su clamor: ¡no más guerra, no más odio, no más sangre! Como es de todos conocido, o quizás no tanto, la guerra la hacen los hombres y la cargan las mujeres, palabras sabias de una de las mayores impulsoras de los derechos de mujeres, María Teresa Arizabaleta.  

Los grupos de mujeres surgieron desde finales de los años noventa y principios del dos mil buscando crear conciencia y caminos para detener el conflicto armado en los territorios. Paulatinamente estos grupos se fueron uniendo y buscando reconocimiento, al definir estrategias, canalizar acciones y denuncias de todas las violencias.  Actualmente han surgido alrededor de 300 organizaciones que trabajan para  oponerse a los grupos armados de todas las vertientes políticas: insurgentes revolucionarios, grupos paramilitares, militares y estatales, y para reivindicar los derechos humanos de la sociedad civil.  

Sus acciones han generado confianza y solidaridad de organizaciones campesinas, indígenas, afrodescendientes, de desplazados, de víctimas, de familiares de víctimas de secuestrados y desaparecidos.  Sus consignas se escuchan por doquier: "¡Nuestro cuerpo no es botín de guerra!",  "¡No parimos hijos para la guerra", "¡Ni un paso ni un peso para la guerra!", "¡Las mujeres paz harán!" "¡Terminemos la guerra, construyamos la paz!" Con estos lemas han creado un clima de confianza entre los seguidores y escépticos; entre los que las amenazan, pero las temen; entre los que ignoran las secuelas del conflicto en las poblaciones apartadas, pero empiezan a escuchar y a creer. Lo más importante, las organizaciones de paz piden el desarmamento de todos los actores armados. Como dice María Teresa Arizabaleta, "Donde hay un hombre armado hay violencia: ¡aparece un oficial armado en una esquina, y en la otra hay un tipo pegándole a la mujer!", palabras claves para alcanzar la anhelada paz: el de-sar-ma-men-to!


Puntos del acuerdo
Vale la pena destacar los puntos del acuerdo, señalados por María Paulina Riveros, co-directora de la subcomisión de género:

1. Acceso y  formalización  de la propiedad rural en igualdad de condiciones.  El propósito es superar los obstáculos que afrontan las mujeres rurales para la formalización y acceso a la propiedad rural haciéndose explícito su derecho a la propiedad de la tierra.

2. Garantía de los derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres. Las medidas de apoyo económico, las de superación de la pobreza, y estímulo de las economías locales respetarán el enfoque de género.

3. Promoción de la participación de las mujeres en espacios de representación y toma de decisiones y resolución de conflictos. Esto significa que por fin habrá una participación equilibrada de las mujeres en las instancias de decisión creadas en los acuerdos.

4. Medidas de prevención y protección que atiendan los riesgos específicos de las mujeres. En la implementación de medidas integrales de seguridad y protección deben materializarse acciones de prevención, incluidas aquellas contra la estigmatización por razón del género y la orientación sexual.

5. Atención psicosocial para la recuperación emocional de las víctimas. Esto es especialmente importante para las afectaciones particulares de la violencia sexual, una de las principales secuelas de la guerra.

5. Acceso a la verdad y a la justicia y medidas contra la impunidad. La creación de un grupo de trabajo de género al interior de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición.

6. Reconocimiento público, No estigmatización y difusión de la labor realizada por mujeres como sujetos políticos. El deber de contribución al desarrollo y promoción de una cultura de participación, convivencia y paz de los medios de comunicación, incluye valores no sexistas y de respeto al derecho de las mujeres a una vida libre de violencias en sus contenidos.

7. Gestión institucional para el  fortalecimiento de las organizaciones de mujeres para su participación política y social.

8.  Sistemas de información desagregados. El Sistema General de Información Catastral contendrá los datos desagregados por sexo, género y etnia para contar con información sobre predios en manos de mujeres, su relación con la tierra y las formas de titulación.

Un acuerdo de Paz que adopta un enfoque de género es aquel en el que todos: hombres y mujeres, y personas con identidad diversa son concebidos como ciudadanos, como sujetos políticos, como interlocutores e interlocutoras visibles del diálogo social, como eje de los modelos de desarrollo en condiciones de igualdad, destacó María Paulina Riveros. Es decir que tod@s podemos acceder a vivir en igualdad de condiciones en un país sin conflicto armado.

Elvira Sánchez-Blake

Referencias:
Riveros, María Paulina. Comunicado de la subcomisión de género. La Habana, 24 de julio, 2016.