domingo, 31 de julio de 2016

Paz con enfoque de género

El 24 de Julio pasado se conoció una noticia fundamental en las negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC, la inclusión del enfoque de género en los acuerdos alcanzados en La Habana.

¿Qué significa esta noticia? Por un lado, es la primera vez que se incluye un acuerdo de paz con enfoque de género y se da reconocimiento a los derechos de personas con sexualidades diversas.  Significa además que el fin del conflicto es una oportunidad para que las mujeres víctimas en su capacidad de trascender el dolor se conviertan en constructoras de paz, como sucede actualmente en muchas regiones.


Este es un paso importante y largamente esperado por las organizaciones de mujeres que trabajan por la paz. En Colombia, dichas organizaciones han tenido un papel fundamental en avanzar el camino hacia las negociaciones, crear conciencia entre la población, y canalizar la voz de las víctimas para escuchar su clamor: ¡no más guerra, no más odio, no más sangre! Como es de todos conocido, o quizás no tanto, la guerra la hacen los hombres y la cargan las mujeres, palabras sabias de una de las mayores impulsoras de los derechos de mujeres, María Teresa Arizabaleta.  

Los grupos de mujeres surgieron desde finales de los años noventa y principios del dos mil buscando crear conciencia y caminos para detener el conflicto armado en los territorios. Paulatinamente estos grupos se fueron uniendo y buscando reconocimiento, al definir estrategias, canalizar acciones y denuncias de todas las violencias.  Actualmente han surgido alrededor de 300 organizaciones que trabajan para  oponerse a los grupos armados de todas las vertientes políticas: insurgentes revolucionarios, grupos paramilitares, militares y estatales, y para reivindicar los derechos humanos de la sociedad civil.  

Sus acciones han generado confianza y solidaridad de organizaciones campesinas, indígenas, afrodescendientes, de desplazados, de víctimas, de familiares de víctimas de secuestrados y desaparecidos.  Sus consignas se escuchan por doquier: "¡Nuestro cuerpo no es botín de guerra!",  "¡No parimos hijos para la guerra", "¡Ni un paso ni un peso para la guerra!", "¡Las mujeres paz harán!" "¡Terminemos la guerra, construyamos la paz!" Con estos lemas han creado un clima de confianza entre los seguidores y escépticos; entre los que las amenazan, pero las temen; entre los que ignoran las secuelas del conflicto en las poblaciones apartadas, pero empiezan a escuchar y a creer. Lo más importante, las organizaciones de paz piden el desarmamento de todos los actores armados. Como dice María Teresa Arizabaleta, "Donde hay un hombre armado hay violencia: ¡aparece un oficial armado en una esquina, y en la otra hay un tipo pegándole a la mujer!", palabras claves para alcanzar la anhelada paz: el de-sar-ma-men-to!


Puntos del acuerdo
Vale la pena destacar los puntos del acuerdo, señalados por María Paulina Riveros, co-directora de la subcomisión de género:

1. Acceso y  formalización  de la propiedad rural en igualdad de condiciones.  El propósito es superar los obstáculos que afrontan las mujeres rurales para la formalización y acceso a la propiedad rural haciéndose explícito su derecho a la propiedad de la tierra.

2. Garantía de los derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres. Las medidas de apoyo económico, las de superación de la pobreza, y estímulo de las economías locales respetarán el enfoque de género.

3. Promoción de la participación de las mujeres en espacios de representación y toma de decisiones y resolución de conflictos. Esto significa que por fin habrá una participación equilibrada de las mujeres en las instancias de decisión creadas en los acuerdos.

4. Medidas de prevención y protección que atiendan los riesgos específicos de las mujeres. En la implementación de medidas integrales de seguridad y protección deben materializarse acciones de prevención, incluidas aquellas contra la estigmatización por razón del género y la orientación sexual.

5. Atención psicosocial para la recuperación emocional de las víctimas. Esto es especialmente importante para las afectaciones particulares de la violencia sexual, una de las principales secuelas de la guerra.

5. Acceso a la verdad y a la justicia y medidas contra la impunidad. La creación de un grupo de trabajo de género al interior de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición.

6. Reconocimiento público, No estigmatización y difusión de la labor realizada por mujeres como sujetos políticos. El deber de contribución al desarrollo y promoción de una cultura de participación, convivencia y paz de los medios de comunicación, incluye valores no sexistas y de respeto al derecho de las mujeres a una vida libre de violencias en sus contenidos.

7. Gestión institucional para el  fortalecimiento de las organizaciones de mujeres para su participación política y social.

8.  Sistemas de información desagregados. El Sistema General de Información Catastral contendrá los datos desagregados por sexo, género y etnia para contar con información sobre predios en manos de mujeres, su relación con la tierra y las formas de titulación.

Un acuerdo de Paz que adopta un enfoque de género es aquel en el que todos: hombres y mujeres, y personas con identidad diversa son concebidos como ciudadanos, como sujetos políticos, como interlocutores e interlocutoras visibles del diálogo social, como eje de los modelos de desarrollo en condiciones de igualdad, destacó María Paulina Riveros. Es decir que tod@s podemos acceder a vivir en igualdad de condiciones en un país sin conflicto armado.

Elvira Sánchez-Blake

Referencias:
Riveros, María Paulina. Comunicado de la subcomisión de género. La Habana, 24 de julio, 2016.


lunes, 25 de julio de 2016

Las Mujeres de los Restos

El conflicto armado en Colombia ha tenido profundos impactos en las zonas rurales. Las condiciones socioeconómicas de estas zonas, caracterizadas por la extrema pobreza, alta vulnerabilidad y abandono estatal han configurado un escenario propicio para la guerra. Es así como, masacres, desapariciones forzadas, asesinatos selectivos, ejecuciones extrajudiciales, desplazamiento forzoso, despojos, minas antipersonales, violencia sexual, secuestros y reclutamientos son estrategias empleadas por los diferentes actores armados, incluyendo las Fuerzas Militares del Estado, para someter y tomar control de territorios. En medio de este complejo panorama, las mujeres rurales son altamente vulnerables y víctimas de múltiples violencias sistemáticas y estructurales. Son quienes, en condición de sobrevivientes del conflicto armado, enfrentan los daños provocados por la guerra que han desarticulado sus cotidianidades tradicionales afectando sus cuerpos, identidades y roles. Así mismo son quienes en medio de la confrontación armada, de los silencios regionales y la indiferencia nacional resisten y re-existen en defensa de sus territorios, por la dignidad y la vida.

Las mujeres de los restos a las que hacemos referencia, son aquellas campesinas, indígenas o afrodescendientes de cuatro zonas rurales de Colombia que sobrevivieron a masacres perpetradas en los últimos 25 años. De los restos por cuanto así se denominan las zonas rurales en Colombia [1] y por cuanto estas mujeres han luchado entrañablemente para hallar los restos de sus seres queridos. Cada año estas mujeres hacen memoria, conmemoran y protestan por los hechos violentos que sufrieron, se valen de la elaboración de tejidos, pinturas, balsas; de entonar cantos, danzar o acudir a peregrinaciones, entre un sin número de iniciativas estéticas por medio de las cuales han podido elaborar algunas tareas de duelo y configuran interesantes procesos de lucha y encuentros comunitarios que inciden significativamente en las nuevas dinámicas y cotidianidades de aquellos que habitan estas zonas. 

La siguiente infografia animada es un homenaje a aquellas mujeres sobrevivientes que desde los restos de Colombia han construido paz y han promovido el perdón y la reconciliación.



Por: Yenifer Luna Gómez


[1] Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística –Dane, el resto en Colombia es una categoría homologable a zona rural.

domingo, 24 de julio de 2016

Transformación en positivo (Elvira Sánchez-Blake)




En medio del caos que se vive a nivel mundial de agresiones raciales, ataques terroristas, pugnas políticas y un temor generalizado, surgen en los intersticios acciones de individuos anónimos empeñados en cambiar el mundo con iniciativas de convivencia social armónica. Hay esperanza, me digo, porque estas pequeñas acciones son las que transforman desde la semilla, a nivel de base y de crecimiento, con impacto en las nuevas generaciones. Son iniciativas de paz que se llevan a cabo en la familia, en comunidades y en los territorios más afectados por el conflicto, las que van a transformar el país, no las que se decreten desde el gobierno.

Elizabeth Ortega, una de las líderes de la Ruta Pacífica del Valle, es la representante de Palmira y trabaja con las comunidades en las zonas circunvecinas. Portadora de una energía vital, su compromiso con las mujeres y la justicia social se transmite con una fuerza desbordante a través de sus gestos y palabras. Su gracia y afable trato se puede transmutar en las de una fiera cuando defiende sus convicciones. Con ella aprendí el concepto de desaprender aprendiendo, una estrategia que conlleva una sabiduría infinita en el proceso de transformación que debe acometer Colombia para superar sus vestigios de violencia ancestral.  ¿Cómo desaprender todos aquellas conductas aprendidas desde la cuna, los comportamientos que siembran agresividad y que transmiten odios por generaciones? ¿Cómo cambiar la cultura de prejuicios sociales y raciales que se adquieren en la familia, en el colegio y se reafirman más adelante en el campo laboral, donde todo cuenta, el apellido, la zona de residencia, el estrato a qué perteneces?  Son divisiones creadas para discriminar, separar, dividir, encasillar y fomentar las segregaciones que permean de una manera crónica a la sociedad colombiana.

Aprendamos que es posible una transformación si empezamos por cambiar comportamientos desde nuestra simiente. Si el individuo crece en un ambiente desprovisto de violencia familiar y se desarrolla dentro de condiciones de acceso a educación y de trabajo digno donde prime el respeto y la tolerancia, crearemos la base de una sociedad estable.  Aprendamos que es posible la convivencia pacífica, la igualdad y la justicia social, que no hay categorías fijas ni normativas que generan divisiones y que podemos aceptar las diferencias y ser diferentes sin pelarnos ni agredirnos. Esta es la premisa de pedagogía de paz que se adelantan en muchas regiones y la que ya está llevando a cabo una transformación en el proceso de transición que necesita Colombia.

Elizabeth Ortega se identifica con las mariposas por que está convencida de que la metamorfosis sucede en el interior y porque sí es posible cambiar comportamientos y actitudes: “Hay una transformación, aprendiendo desaprendiendo de la vida, luchando tenazmente contra la guerra por la libertad, con mucho amor”. En una entrevista realizada en Cali, Durante una de las actividades con la Ruta Pacífica, tuve la oportunidad  de hablar con ella. El siguiente video contiene apartes de la entrevista.


Elizabeth Ortega, como líder de la Ruta Pacífica, Palmira, y participante de la mesa de víctimas de esta localidad,  fue una de las organizadoras de la Escuela itinerante de Palmira, “Trenzando Saberes y Poderes” que tuvo lugar en el primer semestre del 2016. Esta iniciativa promovida por la Ruta Pacífica se orientó hacia el desarrollo de las capacidades de las mujeres en las zonas rurales a partir del reconocimiento y valoración de su experiencia comunitaria, su creatividad y su saber ancestral. En un recorrido por varios municipios del Valle del Cauca, las mujeres recibieron capacitación sobre comunicación, planificación, organización y liderazgo político. Asimismo, aprendieron a manejar los instrumentos de políticas de género, construcción de mapas de poder territorial y planes de acción de política pública. Actualmente se adelantan campañas de concientización sobre los instrumentos legales en material familiar y laboral y los derechos como víctimas del conflicto armado. Un elemento fundamental de los talleres y campañas es el reconocimiento de las mujeres sobre sus derechos sexuales y reproductivos. En todas estas acciones están presentes las integrantes de la Ruta Pacífica del Valle en coordinación con entidades municipales y departamentales.


 Este tipo de acciones que se llevan a cabo en varias regiones, promovidas principalmente por organizaciones de paz son consideradas iniciativas de mediación para promover la cultura de paz y convivencia social que tanto necesita el país. La mayoría de estas mujeres rurales, ancladas en espacios olvidados por el estado, afectadas por las múltiples violencias sufridas en sus regiones, están comenzando a adquirir conciencia sobre sus derechos y desmontando las creencias ancestrales de inferioridad, sometimiento y resignación para convertirse en agentes y líderes de cambio con nuevos espacios de acción y redención. Estoy convencida de que las nuevas generaciones criadas bajo estos parámetros vivirán en una sociedad mejor basada en condiciones de equidad y de la tan anhelada justicia social.

lunes, 18 de julio de 2016

Perdón con verdad (Elvira Sánchez-Blake)



¿Cómo lograr la paz en un país donde todos somos víctimas y victimarios?

Constanza Turbay Cote, la única sobreviviente de la familia Turbay asesinada por las FARC,  sorprendió al país cuando declaró que estaba dispuesta a perdonar a los asesinos de su familia si se conocía la verdad sobre los autores del crimen.  Este ofrecimiento hizo tambalear a los círculos sociales en su momento, 2013, cuando se iniciaban las conversaciones de paz en La Habana.  Ahora, cuando la firma de paz es una realidad, vale la pena recapacitar sobre lo que lo que significa el perdón en casos donde la insensatez supera los límites de la racionalidad.

Muchos aseguran que el asesinato de la familia Turbay fue una retaliación por los abusos que el clan de los Turbay cometió durante años de cacicazgo político en la región del Caquetá. Toda la familia Turbay, incluyendo el Presidente Julio César, los hijos, primos, sobrinos, hermanos y demás, ocuparon cargos de gran envergadura en la política de los años setenta, ochenta y noventa. Muchos de ellos tuvieron un protagonismo positivo y otros, muy negativo. Sin duda, muchas elucubraciones podrían hacerse sobre este asunto.

En el caso de Constanza, su afirmación de perdón sentó un precedente para lo que significa hoy la paz en Colombia. En una carta publicada en el año 2014 ella expresó,

"La solicitud de perdón sincero de ‘Iván Márquez’ cambió el escenario de víctimas y victimarios al de este nuevo comienzo, que pone en nuestras manos la enorme responsabilidad de edificar la paz. La decisión de perdonar es un acto personal en el que cada quien determina si toma el camino de la magnanimidad o el del abismo de los odios".

Esta magnanimidad de Constanza es difícil de entender, aún por personas cercanas a ella, pero yo que la conocí desde la infancia, puedo comprenderla y apoyarla con la esperanza de que otros sigan su ejemplo en las circunstancias que vive Colombia.

¿Recuerdas Constanza?
Cuando nos conocimos éramos tiernas e inocentes. Vivíamos en el mismo barrio y asistíamos al mismo colegio.  Su personalidad extrovertida me enseñó a confrontar miedos e inseguridades, a conquistar espacios y a construir cimientos que forjaron un destino.

Constituíamos un grupo de amigas, del cual Constanza era el polo magnético. Todas la rodeábamos en las buenas y en las malas. Nuestros devaneos eran tan inofensivos y divertidos que la Madre Lucía, nos bautizó Las duendes.


Recuerdo su apartamento de la noventa y dos. Estaba ubicado en un sitio elegante de Bogotá y este se convirtió en nuestro refugio para reuniones de adolescentes. A veces estudiábamos las odiadas matemáticas, pero la mayoría  de las veces, charlábamos, cocinábamos, hacíamos pegas a los admirados, ensayábamos vestidos y peinados de moda. De vez en cuando leíamos textos o poemas que nos caían y nos llamaban la atención y los comentábamos. Constanza tenía más experiencia y exposición a un mundo cultural rico y amplio por la vida política que la rodeaba y por los viajes y medio ambiente a que se encontraba expuesta por su familia.

Era una dicha aprovechar las giras de sus padres dedicados a la política, para hacernos cargo de la libertad incipiente que nos permitía liberarnos de la vigilancia adulta. Las amigas aprovechábamos para pedir permiso de quedarnos en su casa con la disculpa de estudiar para hacer travesuras inocentes.  Una noche, mientras estudiábamos trigonometría, nos comimos entre la dos una tartaleta entera que su mamá tenía reservada para una celebración. No me acuerdo cuál fue el castigo, pero sí conservo el delicioso sabor de la torta en mi memoria.

Pero no todo era travesura. Aprendimos a enfrentar desafíos académicos, como aquella vez que trabajamos intensamente en el análisis del Quijote. Para Constanza no era un simple trabajo escolar, era un reto que pretendía desmoronar la actitud desafiante de la profesora sobre nuestras capacidades intelectuales. En este trabajo Constanza me enseñó a pensar, no sólo a copiar o memorizar, como se acostumbraba en los métodos pedagógicos de la época.  Con Constanza descollábamos también en reflexiones filosóficas y en las competencias verbales. Ella se expresaba mejor que todas nosotras, podía mantener una conversación adulta sobre temas variados, noticias de actualidad, cultura, arte, literatura. Contrario al resto de adolescentes, ella se sabía comportar como adulta en una reunión o ante un público.

Mis padres y mi abuelita la adoraban. A pesar de las diferencias ideológicas y políticas de nuestras familias, mi padre sentía una admiración y un cariño especial por esta amiga mía, que aparecía en cualquier momento por la casa. En forma espontánea y con la mayor naturalidad se ponía a hablar con él sobre los temas del día. Un día se atrevió a pedirle apoyo para la causa política de su tío Julio César.  Mi papá, conservador y acérrimo opositor de la corriente que su tío representaba, le giró un cheque sin titubear.  Mi abuelita la veneraba porque Constanza llegaba con flores para ella y  le pedía que le enseñara a preparar el postre delicioso que había probado en el almuerzo. Mi mamá se sorprendía de que Constanza le pidiera un poco de Vic Vapor Rub para fregarse los ojos porque al día siguiente tenía que llorarle a la profe de biología para que le subiera la nota de un examen. Curiosamente, nunca reprocharon sus actitudes. En Constanza todo era aceptado.

Nos graduamos del colegio y comenzamos la vida universitaria con sus sabores y sinsabores. En esos años Julio César Turbay, era el candidato más opcionado a la presidencia. Una vez Constanza me invitó a que la acompañara a Neiva a la campaña electoral. Esa vez me enfrenté al complejo mundo de la política. Fue la primera vez que asistí a una rueda de prensa, y aún me acuerdo cómo me imbuí en la fascinación de ese entorno y lo que representaba. No sabía que pocos años más adelante, trabajaría en la oficina de prensa de la Presidencia de la República.

Y así fuimos creciendo y madurando y tasando los desafíos que cifraron nuestros respectivos caminos.  En ese proceso yo adquirí conciencia de que los retos que enfrentaba Constanza eran mucho más difíciles que los míos. Por pertenecer a su familia, que con la presidencia de Turbay se convirtió en el centro de todo el escenario político, mi amiga debía enfrentar los odios y ofensivas de quienes estaba en el lado opuesto de su vertiente política. Ella me comentaba acerca de las agresiones que recibía en la universidad por parte de profesores y compañeros. Su familia comenzó a ser blanco de amenazas y ataques personales. En un momento dado se fue dificultando ponerse en contacto con ella. A pesar de que ella se apartaba de la política, no podía excluirse de este mundo y este comenzó a envolverla y a aprisionarla. Ella empezó a viajar para tomar distancia y poco a poco perdimos contacto y nuestras vidas se bifurcaron.

¿En qué momento se desvaneció la dicha? ¿En qué instante el sino del infortunio se posó sobre la vida de Constanza?  Primero fue la muerte de Diana Turbay, secuestrada por la guerrilla y asesinada en el cruce de fuego cuando el ejército intentaba un rescate. La tragedia de Rodrigo Turbay, su hermano, muerto en cautiverio después de dos años secuestrado por parte de las FARC. Y después, lo peor,  la masacre imperdonable de su hermano Diego, junto con su madre en una campaña por la paz.

Constanza, la única de la familia que no se involucró en política, la más viva e inteligente, la líder, la que presagiaba el futuro más brillante, fue la víctima de una de las peores tragedias de la guerra en Colombia. No importa de qué bando, de qué ideología, de qué sector político. Ella quedó sola, desamparada, en medio del dolor más profundo. Sola y desamparada porque su duelo no le permitió construir una permanencia ni una prolongación de su estirpe. En una entrevista reciente dijo que con ella culmina la dinastía de los Turbay. Y yo me pregunto,  ¿en qué recodo de la vida se implantó el oprobio de la insensatez?

El gesto que ha asumido Constanza de perdonar a los agresores de su familia es doblemente significativo. Sienta el precedente de que el perdón puede ser posible en este país donde la cadena interminable de venganzas vengando venganzas no puede continuar impasible. Pero, en ese perdón hay una exigencia, la de la verdad. Conocer y denunciar la verdad es el ingrediente fundamental para que víctimas y victimarios puedan conciliar, convivir y en el proceso, reconstruir desde los cimientos la posibilidad de una país en paz.




martes, 12 de julio de 2016

Tejiendo esperanzas

Hace unos días el Washington Post publicó un artículo en el que se reconocían los avances del proceso de paz en Colombia como ejemplo y modelo para el mundo. Al mismo tiempo, señalaba que lo que obstaculiza el proceso no son las facciones enfrentadas, sino la rivalidad entre dos presidentes, algo que confunde y sorprende a la comunidad internacional. El hecho de que la paz en el país esté sujeta a la división creada por sus gobernantes es algo que debe generar un cuestionamiento sobre quién define el camino hacia la paz.

No es un acuerdo en La Habana, ni un plebiscito, ni alianzas entre poderosos, ni menos las firmas de resistencia contra Santos, los que van a definir la reconciliación en Colombia. Son las acciones del diario vivir de los que tejen proyectos de vida comunitaria y convivencia ciudadana, los que ya están construyendo la paz. Es curioso que muchos de los que trabajan en estas iniciativas sean los que han sido víctimas reales del conflicto. Mujeres campesinas, jóvenes de barrios marginados, trabajadores y amas de casa, son quienes en su mayoría han asumido liderazgos obligados por las circunstancias y por las necesidades. Son individuos que tejen sueños y esperanzas; vida digna para jóvenes y niños, concientización de derechos y oportunidades en zonas rurales. Son aquellos, los que con su trabajo, muchas veces sin recursos pero con tenacidad y valentía, construyen la paz en Colombia.





Tejiendo esperanzas 


Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores es un colectivo que opera en Mampuján, Bolívar. Está ubicado en la zona de Montes de María, una de las regiones más afectadas por el conflicto armado y las masacres que ocurrieron en esa zona a principios de milenio. Este colectivo hace parte de la Asociación para la vida digna y solidaria--ASVIDAS- María la Baja, y fue ganadora del premio nacional de paz 2015 en reconocimiento a las iniciativas que llevan a cabo por la paz en Colombia.

La coordinadora de este colectivo, Juana Alicia Ruiz, se ha convertido en la vocera y líder de esta comunidad. Juana es una de esas personas que impone respeto con su presencia e inspira sabiduría por medio de sus palabras y su visión del mundo. Una mujer, cuyo liderazgo e iniciativas han conducido a que su comunidad sea conocida hoy, no por la victimización, sino por los proyectos de convivencia pacífica y recuperación del tejido social.  Recientemente tuvimos la oportunidad de conocerla y de conversar con ella en Cartagena. Juana llegó con sus tapices, con su sonrisa y con su vitalidad desbordante a enseñarnos que es posible transformar el dolor en tejidos y el trauma en sabores placenteros. Juana relata en sus propias palabras la experiencia tejiendo sueños y sabores en el siguiente vídeo:




Los tapices, tejidos, textiles, bordados, en cualquiera de sus formas, constituyen uno de los repertorios más populares y exitosos de los colectivos de mujeres. No es sólo un acto simbólico que reafirma la identidad femenina, sino que revierte esta misma condición para convertirse en símbolo de poder político. Como en el caso de las famosas arpilleras de Chile, quienes se atrevieron en los momentos de mayor represión del régimen de Pinochet, a denunciar los horrores por medio de textiles que representaban los abusos cometidos, así las mujeres de Mampuján se han empeñado en dar a conocer sus memorias plasmadas en tapices como una estrategia para retomar la vida después del desplazamiento.

Juana cuenta que fue una predicadora menonita, Teresa Geiser, la que les enseñó la técnica del quilt de aplicación en colchas de retazos. Al principio las mujeres seguían los patrones tradicionales, pero más adelante descubrieron que en esos retazos de telas podían plasmar los dolores que las atormentan. Fue así como en esos talleres de costura empezaron a aparecer figuras que reflejaban su vida anterior: un vecino, un amigo, un familiar, aquellos que habían desaparecido con la guerra. En un primer tapiz las mujeres de este colectivo mostraron el día de la salida del pueblo. Cada una se representó a sí misma. Así, en el tapiz, Once de marzo, día de llanto se aprecian figuras de ancianos cargados en hamacas, hombres y mujeres con bultos y niños en brazos al lado de uniformados que les apuntan. Otros tapices cuentan la historia de otro desplazamiento anterior, el de la esclavitud. Estos conforman una trilogía que empieza con Travesía, continúa con Subasta y termina con Rebelión. Juana explica que la historia de la comunidad afrodescendiente se registra allí, como una forma de sanar heridas y resentimientos que provienen de una violencia ancestral.

  


Los tapices se convirtieron en una forma de sanar las heridas. La experiencia las conminó a continuar con otros proyectos, ya no desde el dolor, sino como una forma de reconstrucción de vida. La asociación lleva a cabo talleres de tejido en comunidades aledañas enseñando las técnicas del quilt, así como otras estrategias para sanar dolores del cuerpo y del alma a través de la música y de la acción comunitaria. Además, se han constituido microempresas de producción de dulces para generar ingresos y solventar en forma productiva las necesidades básicas de los desplazados que han retornado a sus lugares de origen. Este colectivo trabaja en coordinación con otras organizaciones como Sermbrandopaz que dirige el líder comunitario Ricardo Esquivia en las zona de Montes de María.

Esta experiencia nos enseña que las semillas de paz ya están ocurriendo en Colombia. Las iniciativas de las mujeres tejedoras de Mampuján permiten comprender que los odios y resentimientos se pueden abordar por medios creativos y productivos. Es también la forma de poner sobre el tapete la importancia de mantener las tradiciones ancestrales que pertenecen a las etnias y culturas que enriquecen el país. Es en últimas, una de las formas de superar los prejuicios y las injusticias arraigadas que subyacen en el imaginario colectivo para generar transformaciones profundas que abran el sendero hacia la posibilidad de una convivencia pacífica.


Referencias

ASVIDAS María la Baja: //asvidasmarialabaja.weebly.com/
Castrillón, Gloria. “Las tejedoras de Mampuján: La fuerza femenina del perdón”.  Revista Cromos. Bogotá (Lunes 16 de marzo del 2015).
Sembrandopaz Montes de María: http://www.sembrandopaz.org/es/


Mampuján, crónica de un desplazamiento: https://www.youtube.com/watch?v=9v_rsVojQt8