sábado, 8 de diciembre de 2018

Pájaro más rama más trino: la parábola de Belisario



 Por Elvira Sánchez-Blake


El Presidente Belisario Betancur solía iniciar sus discursos con una parábola.  Cuando un pájaro se posa en una rama no es ya el mismo pájaro ni la misma rama, y si además, trina, entonces, ya no son ni el mismo pájaro, ni la misma rama ni el mismo trino, porque ocurre una confluencia de factores que inciden en la constante transformación: el devenir histórico. Esta parábola servía para ilustrar las teorías del filósofo Heráclito sobre el fluido constante que provenía del célebre aforismo, “Nadie se baña dos veces en un mismo río”, y al que Belisario agregaba, “ni es el mismo hombre el que se baña en él”.

Pienso en esta analogía para recordar a Belisario Betancur, Presidente de Colombia durante los años 1982-1986, quien falleció el 7 de diciembre pasado a la edad de 95 años. Son muchos los recuerdos que afloran al rememorar los cuatro años en que fungí como redactora de la Oficina de Prensa de la Presidencia. Cubrir su mandato día a día en mis labores de periodista se convirtió en un aprendizaje intenso de vivencias que me ha tomado el resto de mi vida decantar y comprender.  Yo viví junto con Belisario un período de la historia de Colombia pleno de acciones funestas. Es una época que se recuerda con resquemor. Fue el tiempo del surgimiento de grupos guerrilleros, de la consolidación del narcotráfico; del incremento de secuestros, atentados  y extorsiones;  una época de confrontaciones entre gobierno, militares y empresarios. Fue cuando ocurrió el Holocausto del Palacio de Justicia, la encrucijada que rompió la historia del país en dos, y el que marcaría el recrudecimiento de la violencia que azotó al país en las siguientes tres décadas.

Yo reclamo justicia para Belisario.  Él debe ser recordado como el presidente que concibió el primer proceso de paz inteligente y justo, Su concepto de paz abordaba las “causas objetivas y subjetivas de la subversión”. Tantas veces lo dijo, y yo lo he venido a comprender con el proceso de paz reciente, en el que finalmente se aplicó este concepto.  En esa época Belisario no fue comprendido, como tampoco su proceso, y los “enemigos agazapados de la paz”, frase célebre de Otto Morales Benítez, menos aun,  cuando muchas fuerzas oscuras se empeñaron en obstruir e impedir que se consolidara el proceso de paz.

Pienso que sobre Belisario recayó el peor castigo: ser testigo viviente durante tres décadas de la degeneración del proceso que él inició, en uno de desangre y horror. ¿Sería un castigo por su soberbia al no confrontar la verdad de lo ocurrido en el Palacio de Justicia? Su empeño en asumir una responsabilidad que no le correspondía fue mayor que el compromiso con la verdad. No poder aceptar que los Militares lo despojaron de su poder como primer mandatario y lo tomaron como rehén para hacerse cargo de la situación que culminó en una carnicería, al final del cual lo devolvieron al poder.  Haber asumido esa responsabilidad era preferible a revelar la verdad: la debilidad de las instituciones democráticas frente a un aparato de represión brutal.  No creo que haya pasado un día de su vida en esos treinta tres años en que este pensamiento no lo haya atormentado. Un hombre recto, integro y honesto como fue  Belisario debió haber sido martirizado por ese secreto que nunca esclareció ante el país.[1]

Paradójicamente, la parábola del devenir histórico cumple así su precepto. La culpa de Belisario no fue por haber tomado las decisiones equivocadas en la toma del Palacio de Justicia, como muchos creen. Fue por no haber enfrentado la verdad. Estoy convencida de que si el país hubiera sabido la desmesura de la acción militar que se tomó el poder bajo la dirección del entonces Ministro de Defensa, Miguel Vega Uribe, se habrían conocido mucho antes las arbitrariedades que se cometieron durante la toma y después de ella. Esto le daría al pueblo la posibilidad de juzgar a los culpables, tanto a la guerrilla, como a los militares, las dos fuerzas enfrentadas, y así se hubiera ahorrado mucho dolor. Quizás, este conocimiento habría impedido la actuación subsecuente de las fuerzas armadas por fuera de la ley y la consiguiente  creación de los paramilitares que se tomaron el destino del país en las siguientes décadas para enfrentar a la vez a unas guerrillas fortalecidas como resultado de un  proceso de paz trunco.

Es posible que con ese conocimiento se hubiera juzgado a los culpables de uno y otro lado y se habrían tomado las medidas para evitar que numerosos individuos indefensos cayeran como víctimas de horrendas masacres a manos de uno  y otro bando. Se hubiera podido evitar que las maquinarias de los militares unidas a las autodefensas cobraran tantas vidas bajo la supuesta excusa de luchar contra la subversión con mecanismos ilegales y por métodos ilegítimos. Quizás la lucha del narcotráfico no hubiera sido tan despiadada y sangrienta. Todo el conflicto que degeneró en un Estado deslegitimado se hubiera evitado, o tal vez hubiera sido menos cruento, si Belisario como presidente hubiera actuado con responsabilidad ante el país para defender la legitimidad de las instituciones y aceptar que en un momento crucial fue depuesto como el líder elegido democráticamente. En ese sentido le cabe a Belisario la responsabilidad de haber alterado el devenir histórico. Su famoso “pájaro, rama más trino” no cabe en este enunciado. El pájaro que no trinó devino en un silencio cómplice y funesto. 

Como hombre, como gobernante, como gestor cultural, sin embargo,  honro hoy homenaje a su memoria. Que en paz descanse Belisario.


[1] La verdad sobre la toma del poder durante el Holocausto del Palacio de Justicia se encuentra consignada por mi testimonio en los libros, Palacio sin máscara, de Germán Castro Caycedo y en mi novela, Espiral de silencios.

lunes, 15 de octubre de 2018

Sobre violencia sexual en la era del #Metoo



 En su artículo de la revista The Nation, “When Women Get Mad”, Katha Pollit  se pregunta, por qué los hombres siguen siendo los dueños del mundo pese a que las mujeres han conquistado espacios en todas las esferas. La respuesta no la atribuye Pollit a la violencia masculina, el acoso sexual o la discriminación. En cambio señala a las mujeres como las autoras de ese destino.  Pollit asegura  que son las propias mujeres quienes no se han convencido de su propio poder y de sus capacidades, sino de que su principal rol consiste en “complacer a los hombres”.  Esta explicación que parece simplista a primera vista permite comprender las contradicciones que vive actualmente la sociedad.

En días pasados fue confirmado  como juez de la Corte Suprema de Justicia Brett Kavanaugh, luego de ser acusado por varias mujeres de asalto sexual. En la misma semana el Premio Nobel de Paz le fue otorgado a dos activistas defensores de las víctimas de violencia sexual.  Los recipientes del premio son Nadia Murad, una activista Yazidi, quien sufrió a manos del ISIS la tortura y abuso sexual. El otro galardonado es el doctor Denis Mukwege, un médico especializado en tratar víctimas de violaciones en la República Democrática del Congo.

Lo que sorprende es que estos dos eventos en apariencia aislados convergen en las implicaciones del fenómeno de violencia sexual en todos los ámbitos y el surgimiento del Movimiento #Metoo en medio de controversias violentas y desmesuradas.

No es aventurado decir que medio mundo presenció desde sus pantallas el show mediático en que se convirtió la sesión de declaraciones por parte de la profesora Christine Blasey Ford y la defensa del juez Kavanaugh.  Blasey Ford expuso los hechos en forma moderada, comedida y factual, ante una corte inquisitorial que a todas luces pretendía encontrar alguna falla en su argumento. Por el contrario, el juez se mostró agresivo, “histérico” y  amenazante. Es decir, perdió la compostura y dejó ver su incapacidad para mostrarse imparcial, lo cual debe ser el mayor atributo en un juez. Pese al escrutinio feroz a que fue sometida Blasey  Ford, y a la incapacidad de los interrogadores de encontrar incongruencias en su testimonio, la profesora  fue ofendida por los republicanos, acusada de ser parte de un montaje de manipulación; su declaración fue rechazada, y en días posteriores, se convirtió en el hazmerreir de los senadores y del propio Presidente. Peor aún, las mismas congresistas que al principio apoyaban su causa y se mostraban simpatizantes, le volvieron la espalda al momento de votar en la confirmación del Juez, quien al final quedó eximido de toda responsabilidad y convertido en “víctima de los ataques insolentes de la era del Movimiento #metoo.”

¿Se repite la historia? Pareciera que no hubiéramos evolucionado nada desde la confirmación de otro juez en 1991, Clarence Thomas, a la misma Corte Suprema de Justicia, acusado también de acoso sexual por una profesora de leyes, Anita Hill.  A la postre,  tanto Anita Hill como Christine Blasey Ford se convierten una vez más en las víctimas del escarnio ante la sociedad. En ambos casos, sus historias conmovieron a un sector de la sociedad, pero no condujeron al resultado esperado convirtiéndose en doblemente víctimas.

Llama la atención en el último caso que haya sido una senadora, Susan Collins, la que marcó la diferencia con su voto, al poner por encima la necesidad de complacer al sistema republicano compuesto por hombres blancos poderosos, que la solidaridad de género. Su cambio de parecer en el último momento, tras haber declarado la credibilidad y apoyo al caso de Blasey, para luego retractarse y expresar su apoyo al juez, con la excusa de que no existían suficientes pruebas, fue inexcusable.  Demuestra una vez más que las mujeres sobreponen la necesidad de aprobación por parte del estamento masculino al derecho de las propias mujeres y la solidaridad que conlleva. Confirma que las mujeres que acceden a posiciones de poder y autoridad con oportunidades de cambiar estructuras se someten a la presión del sistema y se convierten en parte del mismo.

Una vez más queda demostrado que el mundo sigue sumido en estructuras patriarcales dominantes imposibles de permear y de desmontar.



miércoles, 11 de julio de 2018

Ellos piden cifras, nosotros ponemos los muertos


Por Elvira Sánchez-Blake

El día que Estados Unidos se comprometa a reducir el número de consumo de sustancias alucinógenas, ese día tendrían el derecho de reclamar la reducción del número de hectáreas de cultivos ilícitos.

Es cierto que Estados Unidos atraviesa por un grave problema de incremento de adicción a drogas y a opioides. Las tasas de intoxicaciones, sobredosis y suicidio asociados con el consumo son alarmantes. La mayoría de los afectados son niños, adolescentes y jóvenes menores de 25 años. Los que sobreviven, tienen vidas limitadas y muchas veces, el problema se extiende hacia los familiares y las nuevas generaciones. Todos están de acuerdo en que es un círculo vicioso que no se soluciona solo con medidas punitivas o reforzando sistemas carcelarios.

Del otro lado se encuentran los productores de los cultivos ilícitos. En Colombia, los cultivadores de coca son campesinos que viven del producto porque no tienen otras opciones o porque se ven conminados a hacerlo por negociantes que les compran las cosechas por una miseria.  Este es su medio de vida y el sustento de poblaciones consideradas vulnerables y que han vivido en medio del conflicto armado por generaciones. Ellos son las víctimas de la violencia descarnada que genera el tráfico de drogas.

En medio de estos dos se encuentra una amplia red de procesadores, traficantes, negociantes y lavadores de activos, que son los que se lucran del negocio y no sufren ninguna de las desventajas.  Los primeros en la red son los narcoparamilitares, los que controlan el cultivo y producción en estas zonas. Se llaman  Águilas Negras, Los Rastrojos, Gaitanistas o  Clan del Golfo. Con métodos criminales se encargan de asegurar que nadie se interponga en el negocio. Son los que tienen a su cargo eliminar líderes sociales, defensores de derechos humanos, mediadores, o alguno que llegue con programas de sustituir los cultivos ilícitos. A ellos, por supuesto, no les convenía que se efectuaran los acuerdos del gobierno con las FARC. Por años, tenían la ventajosa excusa de ejercer sus deleznables métodos para  “acabar con la subversión”.  Además, eran socios de los miembros de las Farc que ejercían el negocio.  Estos son los criminales que están eliminando a los líderes sociales con un método sistemático y bien calculado. El propósito es intimidar y  crear un régimen de terror en sus territorios. Y lo hacen con impunidad total porque estos criminales cuentan con el apoyo de las fuerzas de policía, los mandos militares y miembros poderosos del nuevo gobierno.  Esto explica porque desde la elección del nuevo mandatario se han ejecutado a más de 20 líderes sociales. Pareciera que las fuerzas paramilitares se han afianzado en su poder con una campaña de exterminio de líderes indígenas, miembros de juntas de acción comunal y a seguidores de la campaña de Petro.  La indolencia de las autoridades y la indiferencia de la población de las ciudades les permite actuar con libertad y sin atenuantes de ningún tipo.

La ola de violencia que deviene del negocio de la coca está en su apogeo.  Los acuerdos de paz logrados con tanto esfuerzo durante cinco años se desploman con el advenimiento del nuevo gobierno.  El compromiso pactado en los acuerdos de desmontar gradualmente los cultivos de coca con procedimientos inteligentes que respondían a las necesidades de los productores otorgando alternativas por las vías de no violencia, se fueron al traste.

Los que exigen cifras, números y resultados no han comprendido que el fenómeno de las drogas no se soluciona con la destrucción de las plantaciones de coca ni con métodos violentos.  Todo el glifosfato del mundo no es suficiente para exterminar la producción de coca.  Los cultivos se trasladan de lugar, mientras las poblaciones que viven en las zonas sufren sus efectos devastadores y los sistemas ecológicos experimentan pérdidas irreparables. El fracaso del Plan Colombia lo demostró. No se redujeron las cifras de la producción de coca, pero sí se incrementaron las cifras de violencia.  Los billones de dólares que se invirtieron en la erradicación de la coca fueron a las arcas de los militares y paramilitares para reforzar su armamento y sus maquinarias de guerra contra las poblaciones vulnerables. Veinte años después se repite la historia. El  recién elegido presidente de Colombia acaba de acceder a todos los requisitos de Estados Unidos para destruir, eliminar, fumigar, arrasar y someter así la voluntad de todo el pueblo colombiano a sus designios poderosos.

Mientras tanto, los norteamericanos que se encuentran en medio de la cadena productiva de la droga son los que reciben los beneficios y ninguno de los inconvenientes.  Son los que viven en lujosos condominios de las jugosísimas rentas del negocio que les llega limpiecito y con desinfectante. Son los que se dedican a predicar la moral y las buenas costumbres. Son los que eligieron a un gobernante que como ellos, ha amasado su fortuna del lavado de activos. Este gobernante con desfachatez y cinismo se atreve a exigir resultados desde su púlpito de poder, amenazando con descertificar al país productor e imponer sanciones. Todo esto sin considerar que sus estrafalarios resorts, campos de golf, hoteles sin ocupación, compañías fantasmas, enormes edificios enarbolados con gigantescas Ts en torres fálicas, continúan generando exorbitantes ganancias, gracias al sacrificio de cultivadores y consumidores del nefasto producto.

Una versión ampliada de esta entrada apareció en:
http://palabrasalmargen.com/edicion-134/a-nadie-le-interesa-que-se-reduzca-la-produccion-ni-el-consumo-de-drogas/

martes, 19 de junio de 2018

Peste del insomnio

Elvira Sánchez-Blake

Colombia amaneció con la peste del insomnio. El insomnio que envuelve a los que olvidan los subterfugios de los poderosos para mover las fuerzas oscuras del país en su inexorable condena a repetir el pasado por los siglos de los siglos.

Ganó Duque. Se salvó el país del "castrochavismo". Con esa patraña de manipulación millones de votantes acudieron a las urnas, no por convicción en las virtudes del futuro gobernante, sino amedrentados por la amenaza de un cambio de estructuras que prometía el contrincante. Un cambio que implicaba una estrategia de inclusión, de diversidad y de pluralismo; una estrategia que garantizaba la consolidación de la paz arduamente alcanzada en la presente administración.  En cambio, eligieron un candidato joven, inexperto, que representa el continuismo, la corrupción, el clientelismo, la maquinaria política, y especialmente la alianza con el jefe mayor del paramilitarismo que ha producido Colombia. Es decir, que seguimos en las mismas y con los mismos.

Quisiera creer y por un momento confiar en que este joven de cara inocente podría tener criterios propios y desligarse de los aliados que lo mancillan, porque admito que él no tiene un pasado criminal. Simplemente, no tiene un pasado. Su experiencia es tan escasa, que esta puede ser su única virtud: ser inexperto y por lo tanto maleable. Pero, se sabe que su elección se la debe a Uribe y al respaldo de los sectores políticos y empresariales más corruptos de Colombia y que son de todos conocidos.

Quisiera pensar que las promesas del presidente electo en su discurso de aceptación son honestas:  que el proceso de paz no se va a hacer trizas,  que trabajará con todos los sectores, que tratará de consolidar la unión, bla bla bla.. Pero no es cierto, porque su elección pendió de su alianza con la maquinaria que domina el país y es indudable que este joven es solo la fachada para el continuismo de quien está obsesionado con el poder y se propone gobernar en cuerpo ajeno, Alvaro Uribe Vélez.

El insomnio, la ceguera, la ignorancia y la sumisión son los males que han aquejado a Colombia durante sus doscientos años de  existencia como república independiente. "Patria Boba", el apelativo con que se designó a la etapa post-independencia, actualmente se convierte en  PATRIA IDIOTA. Lo profetizó Bolivar en sus discursos de independencia y lo han seguido recordando los pocos líderes lúcidos que ha tenido el país de tiempo en tiempo.  Lo promulgó Rafael Uribe Uribe, a principios del siglo veinte, abogando por un país con libertad y autonomía, libre de las ataduras con la Iglesia y de las componendas políticas.  Lo advirtió Gaitán a mediados del siglo con su fervor de caudillo,  invocando la necesidad de un sistema inclusivo de gobierno para evitar un conflicto sangriento. Lo proclamó Galán a finales de siglo, cuando el país se desangraba en una lucha de múltiples bandos. Todos estos líderes fueron asesinados con impunidad.

Santos abrió el camino a una posible conciliación de bandos opuestos tras más de sesenta años de conflicto interno. Este era el momento de consolidar este esfuerzo con un gobierno amplio y pluralista. No se pudo, no fue posible.  Continuamos sometidos a las fuerzas oscuras que nublan el pensamiento y la posibilidad de superar las exclusiones y de incorporar a las poblaciones olvidadas que hacen parte de este país. Era la oportunidad de incluir a los seres invisibles: los indígenas, los afros, las mujeres, y a los de pensamiento diferente. Es decir, a implementar por fin los derechos fundamentales e inalienables del conglomerado humano que compone la nación.

Melquiades curó la peste del insomnio en Cien años de Soledad, cuando regresó de la muerte con una "sustancia de color apacible". El pueblo de Macondo recobró la memoria y se avergonzó al encontrar los rastros  que evidenciaban la lucha por no olvidar: etiquetas pegadas a cada objeto y las paredes  escritas con solemnes tonterías para recordar la vida. Era una vergüenza colectiva y pronto se deshicieron de ellos. García Márquez problematiza así el horror de caer en el olvido, la peor peste que afecta a un pueblo cuando se olvida de su pasado y repite los mismos errores en forma circular hasta que el desgaste progresivo e irremediable de su eje sucumbe a la autodestrucción.

¿Será que requerimos de etiquetas para recordar la historia sanguinaria y sin sentido que ha marcado a Colombia por dos siglos de independencia? ¿Qué brebaje necesitamos para superar la fase de la patria idiota? ¿Será posible impugnar la condena que vaticinó Gabriel García Marquez a los pueblos  que repiten su historia por olvido y por ceguera, a la fatalidad de no tener una oportunidad sobre la tierra?

Este artículo fue publicado en el Portal del Boletín Palabras al Margen:
http://palabrasalmargen.com/edicion-132/peste-del-insomnio/


domingo, 20 de mayo de 2018

Se extiende epidemia de matanzas en escuelas de EEUU


Otro tiroteo en una escuela, esta vez en Santa Fe, Texas. Lo más sorprendente no es el hecho en sí, sino la normalización de este suceso.  Ni siquiera ocupa un lugar prominente en las noticias. Está en segunda página opacada por  los grandes titulares y fotos destacadas de la boda real en Inglaterra. A quién le importa si esto sucede todos los días. ¿Solo diez muertos? No es nada. Entre los comentarios de la noticia se destaca que "el problema no son las armas, sino la falta de religión". Por lo tanto, se debe incrementar la enseñanza de religión en las escuelas, y fortalecer la seguridad con maestros armados y mayores cámaras de vigilancia. Estas son las grandes medidas para prevenir lo que ahora se ha convertido en una epidemia en este país: las matanzas en colegios.  Es como una enfermedad contagiosa que se extiende por todo el territorio, cada vez con mayor alcance y sin medidas de prevención.

Las noticias hablan de cifras, este es el atentado número 22 ocurrido en escuelas de EEUU hasta la fecha en el 2018.  En cada uno de ellos hay seres humanos, en la mayoría de casos, niños, adolescentes y maestros. Los victimarios obedecen a un perfil: muchachos jóvenes, desajustados, aficionados a las redes sociales, con acceso a armas de alto calibre en sus propias casas o a comprarlas en sus tiendas de barrio. No son sujetos adeptos a una ideología o un grupo político. No son personas con escasos recursos ni con pasado delictivos (en su mayoría). Son jóvenes que tienen acceso a educación, a salud y a bienestar y que sufren los desequilibrios propios de la adolescencia: familias disfuncionales, desadaptación social, acoso y manoteo (bullyin).  Todas esas facetas la enfrentan la mayoría de adolescentes en todo el mundo. La diferencia en EEUU es el acceso indiscriminado y absoluto a las armas de alto calibre y de largo alcance y la cultura de armas que se ha apoderado de este país.

Emma González, la estudiante activista de Parkland pronunció una frase que me conmovió profundamente: "The right to bear arms should not outweigh the right to life".  El derecho a portar armas no debería tener más peso que el derecho a la vida.  Pero, esto no es cierto. Para los políticos de este país, corrompidos por el National Riffle Association hasta la médula, la vida pierde valor ante la posibilidad de enmendar cualquiera de las provisiones de la segunda norma de la Constitución que garantiza el porte de armas a los ciudadanos. Esta prerrogativa tan peculiar produce un orgullo mayor que la primera normativa, de la libertad de expresión y de cultos. Actualmente, la religión sirve como aval al derecho de portar armas. La Biblia es el estandarte que utilizan los del NRA y los políticos conservadores para convencer a sus adeptos de defender sus derechos inalienables.

La respuesta a la matanza de la escuela de Parkland en febrero trajo una luz de esperanza cuando un grupo de adolescentes sobrevivientes se apoderó de los medios y lanzó una acometida sin precedentes para pedir restricción de armas. Los muchachos se convirtieron en líderes y modelos al enfrentar a los miembros del congreso, a los del NRA y a los políticos con un mensaje claro: queremos regulaciones que restrinjan las armas y otorguen garantías de seguridad en las escuelas. Sus slogans hicieron mella en la ciudadanía, "Never again. No more prayers, more gun laws". Las marchas por la vida que se desplegaron por todo el país reunieron miles de adeptos en cada lugar. Yo fui uno de ellos. Las manifestaciones fueron acicate para despertar conciencia en una ciudadanía que sin importar ideologías políticas, ve con horror, cómo los niños de este país sucumben ante masacres sin sentido. Sin embargo, tres meses después, las voces de estos manifestantes se han apagado y los congresistas siguen arrodillados ante el NRA. Nada ha cambiado.  El gobernador de Florida pasó una medida que permite armar a los maestros del estado y una petición para incrementar la edad para comprar armas de largo alcance, a los 21 años. ¡Gran cosa!

Vivimos en la sociedad del absurdo. Algo que tiene una lógica elemental, prohibir y censurar la venta de armas, así como restringir el porte de armas y la producción de las mismas. No es una medida  ideológica, es ante todo racional y lógica. Y los políticos que le infunden religión a la segunda enmienda constitucional, debería recordar que Thou shall not Kill es la ley número uno de la religión cristiana. Es hora de dejar de utilizar la religión como acicate de sus políticas infames. Las consignas que utilizan como banderas: "Las armas no matan, son la gente los que matan", "El problema no son las armas, sino la falta de religión", son tan maniqueas como la contradicción que encierran.


LAS ARMAS  SÍ MATAN, 
El PROBLEMA SON LAS ARMAS, 
NO LA FALTA DE RELIGION.

Elvira Sánchez-Blake

domingo, 13 de mayo de 2018

En homenaje a mi madre





Hoy se celebra el día de la madre. Esta es una fiesta que tiene un fin comercial y de mercadeo, pero también sirve como excusa para homenajear a nuestras madres, abuelas y familiares.  Hoy quiero recordar a mi madre, el ser que representa esa ancla fundamental en mi formación y personalidad. Mi vida y quien soy está marcada por la mujer que me engendró, me dio a luz, me crió, me amamantó, me nutrió durante toda su existencia con apoyo, seguridad, bondad, amor incondicional y comprensión. Tengo el privilegio de afirmar que tuve una madre (y padre) excelentes, con una relación de amor y respeto, en donde no hay sombras ni resentimientos. Todo lo que puedo recordar de los seres que me dieron la vida es belleza, bondad, apoyo y generosidad.


Agradezco a la vida haber estado presente el día de su deceso y los días que lo precedieron. La tarde de su partida, ella me pidió que le cantara la canción, "Azul" antes de dormir.  Había pasado mala noche por la tos que le impedía relajarse, y deseaba dormir. "Solo quiero dormir", me dijo, y me pidió la canción. "Azul" es realmente el nombre que le pusimos a la adaptación que  entonábamos en el colegio para las misas, pero en realidad, el título original de esa pieza es "Mañana de Carnaval", una Bossa Nova del brasilero Luiz Bonfá. Después de cantarle muy quedamente, ella se quedó dormida y por fin dejó de toser.  Esa noche ella ya no despertó, o si lo hizo, fue muy brevemente. La neumonía le había atacado de nuevo con toda su potencia y cuando dejó de toser fue porque se había presentado la falla respiratoria.  A la madrugada, ella se apagó como una vela con sus hijos y algunos de sus nietos a su alrededor. No sufrió. La vimos expirar y en cierta manera, fue un alivio. Ya no tendría más dolor.


Mamita descansó fiel a sus principios, a la vida plena que vivió dentro de sus valores morales y cristianos, tal como ella los creyó y los interpretó.  Hace ocho años ella se liberó del peso de la vida.  Hoy me siento en el deber de continuar hacia el futuro, asumiendo con  entereza el ejemplo y las enseñanzas de este ser tan maravilloso que la vida me dio como MADRE, en toda su dimensión.

Mi madre representa ahora ese estado de perfección que se alcanza en una vida de armonía, por lo que ella encarnó, nutrió y creó a partir de sí misma como ser humano. No es sólo lo que ella dio como mujer, esposa, madre, hija y amiga, fue su proyección a través de todo lo que fue. Somos sus hijos, sus nietos, los amigos y conocidos, que recibieron de ella ese nutriente fundamental de la simiente constitutiva de belleza y de bondad.  Mamita fue eso, “creadora”, el árbol madre que provee la semilla y la esparce a su alrededor para que crezcan y florezcan con frutos diversos que se multiplican a su vez con la simiente nueva y fecunda.  Mamita no ha muerto, pervive y se proyecta con su energía de árbol de la luz que no perece porque su magnetismo permanece en nosotros, sus receptores y generadores de nuevas descendencias. Tenemos el compromiso de ser portadores de su energía y nutrientes de la semilla que se regenera en cada ciclo. Mamita está presente en nosotros en su estado espiritual, cualquiera que sea el nombre que le demos, en esa Nirvana, estado de perfección o en el Paraíso espiritual, un estado de equilibrio espiritual que ella alcanzó en toda sus formas y que nos impulsa a seguir existiendo para transmitir ese legado de armonía que ella instituyó en cada uno de nosotros y en nuestra descendencia.


 Después de este día feliz,

Yo sé que otro día vendrá.
En nuestra mañana
tan bello final
Queremos decir a Dios:
Cantará el corazón
La razón del vivir
Cantará sin hablar
al decir....






Descansa en paz Mamita.

Elvira Sánchez Rueda