lunes, 24 de febrero de 2020

La fosa del horror

Por Elvira Sánchez-Blake


Es increíble que en Colombia pasen estas cosas. Los colombianos nos asombramos de las violaciones de derechos humanos de Venezuela  Cuba y México, y reaccionamos con horror ante las torturas y desapariciones ocurridas en Chile, Argentina y Uruguay durante la Guerra Sucia.  Pero, en nuestro país suceden hechos más atroces e impensables, como la reciente fosa común descubierta en el Cementerio de Las Mercedes en Dabeiba, Antioquia.  En este sitio fueron encontrados  más de 50 cuerpos ejecutados para hacerlos pasar como bajas en combate por el Ejército Nacional. Esta muestra de deshumanización es comparable solo con los actos más abyectos de que se tenga conocimiento en la historia del mundo.

La Revista Semana fue el primer medio en documentar el hallazgo de la fosa en su edición de diciembre del 2019.  Al parecer, unos soldados que participaron en la operación, otorgaron los datos y gracias al concurso de la Jurisdicción Especial para la Paz se empezó a excavar en el cementerio y encontraron los cadáveres, algunos envueltos en bolsas y otros tirados al azar.  Varios de los cuerpos habían sido desmembrados.  El soldado declaró que  la mayoría de las víctimas eran traídas de Medellín. Escogían jóvenes incapacitados o de extracción humilde, a quienes mataban y luego camuflaban con trajes y botas pertenecientes a la guerrilla. Los oficiales recibieron premios con bonificaciones y descansos por parte de los mandos superiores.  Todo esto sucedió en los años 2006 y 2007 bajo el mandato  de la Seguridad Democrática. 

La semana pasada las pruebas de ADN practicadas por funcionarios de la JEP  identificaron el primer cuerpo perteneciente a Edison Lezcano, un hombre de 23 años que no tenía ningún antecedente criminal ni nexos con la guerrilla, y que se dedicaba a cultivar la tierra con su familia. Los padres y familiares celebraron la noticia y pudieron finalmente enterrar los restos de su hijo en un osario del cementerio con su nombre y datos personales.

Llama la atención la ligereza con que ha sido tratada esta noticia.  Hasta ahora se han registrado algunas reacciones en la prensa, pero las fuerzas militares siguen tan campantes y el gobierno ni siquiera ha hecho mención de este hallazgo. Por el contrario, condecoró a los generales más implicados en los Falsos Positivos.  La JEP anuncia que continuará las investigaciones y el proceso para identificar culpables. Pero, si usted le pregunta a cualquier colombiano, aquí no pasa nada.   

En casos parecidos ocurridos en la historia del continente, las fosas comunes han sido la clave para desatar la ira colectiva de todo un país y para procurar castigos a los culpables e indemnizaciones a los allegados a las víctimas.

El caso paradigmático es Chile, donde todos sabemos los  horrores cometidos por la dictadura militar de Pinochet. Al término de su mandato y tras investigaciones de la Comisión de la Verdad, se encontraron varias fosas comunes: la fosa de Pisagua en el desierto de Tacama, donde se encontraron 15 cuerpos fusilados.  En Copiacó, se descubrió otra fosa con 13 cuerpos y en el Patio 29 del cementerio general de Santiago, fueron halladas más de cien víctimas de la dictadura.  Todos estos sitios han sido declarados monumentos nacionales a la memoria con la promesa de Nunca Más.

Los militares chilenos involucrados fueron procesados. El mismo Pinochet se vio obligado a comparecer ante la justicia, pese a que nunca fue condenado. Los hechos se conocieron  y desataron el furor del mundo entero.  Para hacer otra triste comparación, el número de desaparecidos en Chile llegó a 40.000.  En Colombia no hay una cifra exacta, porque siguen desapareciendo, pero suman muchísimos más de 100.000 hasta la fecha.  Lo peor es que no hay un punto final a estos horrores que ya ni siquiera causan espanto. Hemos sucumbido a la anomia, a la incapacidad de reaccionar ante las atrocidades, porque se convierten en una noticia más dentro de las muchas que suceden en la cotidianidad.