Es increíble que en Colombia pasen estas
cosas. Los colombianos nos asombramos de las violaciones de derechos humanos de
Venezuela Cuba y México, y reaccionamos
con horror ante las torturas y desapariciones ocurridas en Chile, Argentina y
Uruguay durante la Guerra Sucia. Pero,
en nuestro país suceden hechos más atroces e impensables, como la reciente fosa común
descubierta en el Cementerio de Las Mercedes en Dabeiba, Antioquia. En este sitio fueron encontrados más de 50 cuerpos ejecutados para hacerlos pasar
como bajas en combate por el Ejército Nacional. Esta muestra de deshumanización
es comparable solo con los actos más abyectos de que se tenga
conocimiento en la historia del mundo.
La Revista Semana fue el primer medio en documentar el hallazgo de la fosa en
su edición de diciembre del 2019. Al
parecer, unos soldados que participaron en la operación, otorgaron los datos y
gracias al concurso de la Jurisdicción Especial para la Paz se empezó a excavar
en el cementerio y encontraron los cadáveres, algunos envueltos en bolsas y
otros tirados al azar. Varios de los cuerpos habían sido desmembrados. El
soldado declaró que la mayoría de las
víctimas eran traídas de Medellín. Escogían jóvenes incapacitados o de
extracción humilde, a quienes mataban y luego camuflaban con trajes y botas
pertenecientes a la guerrilla. Los oficiales recibieron premios con
bonificaciones y descansos por parte de los mandos superiores. Todo esto sucedió en los años 2006 y 2007
bajo el mandato de la Seguridad Democrática.
La semana pasada las pruebas de ADN
practicadas por funcionarios de la JEP
identificaron el primer cuerpo perteneciente a Edison Lezcano, un hombre de 23 años que no
tenía ningún antecedente criminal ni nexos con la guerrilla, y que se dedicaba
a cultivar la tierra con su familia. Los padres y familiares celebraron la
noticia y pudieron finalmente enterrar los restos de su hijo en un osario del
cementerio con su nombre y datos personales.
Llama la atención la ligereza con que ha
sido tratada esta noticia. Hasta ahora
se han registrado algunas reacciones en la prensa, pero las fuerzas militares
siguen tan campantes y el gobierno ni siquiera ha hecho mención de este hallazgo. Por el contrario, condecoró a los generales más implicados en los Falsos Positivos. La JEP anuncia que
continuará las investigaciones y el proceso para identificar culpables. Pero, si usted le pregunta a cualquier colombiano, aquí no pasa nada.
En casos parecidos ocurridos en la historia del continente, las fosas comunes han sido la clave para desatar la ira colectiva de todo un país y para procurar castigos a los culpables e indemnizaciones a los allegados a las víctimas.
En casos parecidos ocurridos en la historia del continente, las fosas comunes han sido la clave para desatar la ira colectiva de todo un país y para procurar castigos a los culpables e indemnizaciones a los allegados a las víctimas.
El caso paradigmático es Chile, donde
todos sabemos los horrores cometidos por
la dictadura militar de Pinochet. Al término de su mandato y tras
investigaciones de la Comisión de la Verdad, se encontraron varias fosas
comunes: la fosa de Pisagua en el desierto de Tacama, donde se encontraron 15
cuerpos fusilados. En Copiacó, se
descubrió otra fosa con 13 cuerpos y en el Patio 29 del cementerio general de
Santiago, fueron halladas más de cien víctimas de la dictadura. Todos estos sitios han sido declarados
monumentos nacionales a la memoria con la promesa de Nunca Más.
Los militares chilenos involucrados
fueron procesados. El mismo Pinochet se vio obligado a comparecer ante la
justicia, pese a que nunca fue condenado. Los hechos se conocieron y desataron el furor del mundo entero. Para hacer otra triste comparación, el número
de desaparecidos en Chile llegó a 40.000.
En Colombia no hay una cifra exacta, porque siguen desapareciendo, pero
suman muchísimos más de 100.000 hasta la fecha. Lo peor es que no hay un punto final a estos
horrores que ya ni siquiera causan espanto. Hemos sucumbido a la anomia, a la
incapacidad de reaccionar ante las atrocidades, porque se convierten en una
noticia más dentro de las muchas que suceden en la cotidianidad.