miércoles, 27 de octubre de 2021

Soy Comunera

 Elvira Sánchez-Blake


A principios de septiembre recibí una llamada de Hernando Ardila González, quien muy amablemente me invitó a participar en el XV Encuentro Universal de Escritores Vuelven los Comuneros. Gracias  esta invitación, tuve la oportunidad de viajar a Colombia y asistir a este encuentro memorable en el que me reencontré con mis ancestros comuneros.

No me imaginaba que al hacerme comunera me iba a encontrar con un nutrido grupo de poetas, narradores y exponentes de la literatura de varias partes de Colombia y del mundo. Por arte de magia, me sentí parte de este elenco de voces diversas, con ecos de la antigua Grecia, o de la poesía ecléctica del Cono Sur, del orgullo del pueblo Wayuú, o del clamor intenso de jóvenes que poetizan por un futuro promisorio en su país.

                           Conversatorio con Claudio Anaya. Casa del Libro Total (Bucaramanga)

Fueron días muy intensos llenos de actividades y eventos. En Bucaramanga, tuve la oportunidad de participar en los actos que se llevaron a cabo en La Casa del Libro Total, en el Museo de Arte Moderno y en varios conversatorios. En la casa del Libro tuvo lugar el acto inaugural con la presentación de nuestras obras literarias alternadas con espectáculos musicales y recitales de jóvenes poetas. Al término de la presentación de mi reciente libro Suma Paz, tuve la fortuna de encontrarme con líderes sociales y ambientales que se identificaron con los temas de mi novela.   

Un evento que me marcó profundamente fue la visita al albergue de niñas del Hogar Teresa Toda de Floridablanca.  Las adolescentes nos recibieron con suspicacia primero, pero luego de escucharnos a Delia Rosa y a mí, se relajaron y compartieron con nosotros como viejas conocidas. Nunca supe sus
historias, pero pude adivinar por la sombra de sus miradas los abandonos y las tristezas que ocultan.  En las noches intercambiamos coplas y cantos con muchachos jóvenes y emprendedores en tertulias plenas de variantes poéticas.

 

                                                                             Comuneros en el Chicamocha


El programa continuó con una travesía por la ruta de los Comuneros: San Gil,  Barichara, Socorro y Charalá.  Durante el recorrido nos detuvimos en el Cañón del Chicamocha, donde rendimos tributo a la Pacha Mama y recordamos la historia de los últimos guanes. Hernando relató la forma como los aguerridos pobladores de las sierras santandereanas prefirieron arrojarse al cañón antes que perecer en manos de los conquistadores. Cuenta la leyenda que el cacique Guanentá arrojó la última pica mientras se lanzaba al vacío, con un grito que pregonaba: “La lucha continúa”. Sin embargo, nunca llegó al fondo del río Fonce porque él se convirtió en un ave que de tiempo en tiempo le recuerda a la raza santandereana su espíritu rebelde contra todas las opresiones.


 Recital en el Parque Gallineral

Las ceibas colmadas de magníficos festones del Parque Gallineral de San Gil convocaron a las musas  a un recital poético bajo la lluvia en la plaza central. El ambiente de árboles milenarios, aves coloridas y de aromas tropicales no podía ser más propicio para evocar los versos del famoso vals:

“…Se escucha el grito de la rebelión que a esta tierra estremeció, grito de los comuneros…..”

Esa noche llegamos a Barichara, donde compartimos un espacio deleitable con otros poetas de la región en la Casa Ahumada.  Voces jóvenes de la provincia, así como artistas de la región guanentina se dieron cita para declamar versos y dar lectura a textos de variados estilos. Barichara es un sitio mágico que rinde tributo a la armonía del paisaje montañero con una arquitectura colonial detenida en el tiempo.  Visitamos las iglesias, los parques y recorrimos los senderos de esta población; nos tomamos fotos en frente del monumento a la labranza del escultor y escritor, Luis Eduardo Mejía Bohorquez, y probamos el platillo típico de la región: las hormigas culonas, el exótico delicatesen y orgullo por excelencia de Santander.

  El artista Luis Eduardo Mejía Bohorquez ante su obra en Barichara

En el Socorro, nos recibieron los profesores de la Universidad Libre.  El decano de la facultad de Educación, Johan Builes González, fue nuestro anfitrión y estuvo a cargo de los eventos y presentaciones en varios foros: colegios, instituciones y un evento de lujo en la sede de la Universidad. A mí me correspondió visitar el colegio Siglo XXI, donde intercambiamos ideas y experiencias con los estudiantes de bachillerato en un conversatorio en wayuú, inglés y español, en compañía del poeta John Jairo Palomino y la gestora cultural guajira, Delia Rosa Bolaño.

 

 Conversatorio con estudiantes del Colegio Siglo XXI en Socorro

El recorrido continuó por Charalá donde se le rindió homenaje a la madre de la insurgencia, Antonia Santos y al líder de la gesta rebelde, José Antonio Galán, en el Museo de los Comuneros y se dio clausura al evento.

La llamada de Hernando Ardila aquel día de septiembre para invitarme a este recorrido dio un giro a mi confinamiento de un año y medio. Fue un motivo para volver a la presencialidad, y la oportunidad de conocer e interactuar con escritores, poetas, gestores culturales y de reconocer mis raíces santandereanas.   Más que todo, fue reconocer el espíritu aguerrido de nuestros atepasados guanes, y de los comuneros rebeldes y resilentes que sigue presente en las jóvenes generaciones dadas las actuales condiciones que vive el pueblo colombiano.

Hernando Ardila, Fundador de Vuelven los Comuneros

Expreso mi gratitud a los organizadores, Hernando Ardila, a Luz Amparo Moreno a Yuli Marlín y a Nelson Castiblanco, "Gato", por hacer posible este evento y por la invitación a convertirme en Comunera.  Este encuentro que ya cumple quince años de existencia nos recuerda la labor que cumplimos como portadores de la palabra y de un mensaje sutil que se extiende tras las fronteras de la patria. 

 Recordaré siempre a cada uno de los compañeros: a Georgia Kaltsidou, por su voz poética en griego y español con versos de agudo tenor. A John Jairo, el poeta que nos recuerda que “La poesía es fuego y si es necesario, el poeta debe arder con él”.  A la Princesa Delia Rosa Bolaño, quien exhibe con orgullo su linaje guajiro y evoca en sus textos la historia de sus ancestros y el clamor de su región. A Anna Francisca Rodas, la paisa, declamadora de  versos evocativos de nostalgias y de acertijos insondables. A Mario Encalada, el chileno sueco, que nos amenizó con versos de corte romántico.

 La Princesa wayuu Delia Rosa Bolaño

Recuerdo también a Margarita Rosa Tirado como un regalo del cielo.  Ella marcó una huella  con su activismo socio ecológico que transmite con ardor desde su poética del cuerpo. No puedo dejar de mencionar a John Gómez, el representante de los colectivos de jóvenes de Bucaramanga, quien con sus poemas atesta como dagas el escenario desolado del país. Por último, a Hernando, el que durante el trayecto se cuidó de deleitarnos con sus poemas, pero no pudo escaparse de que otros leyeran por él la invocación a Cristo, bájate de la Cruz, y el Padre nuestro comunero que recuerda la misión de nuestras huestes desde la literatura:

Porque tuya, José Antonio es la gloria

    De Manuela y Antonia también.                           

Se oye el grito de la rebelión,

   Regresas comunero…

La casa ya no está sola ni sembrada está de sal,

Somos tu sueño glorioso…  anhelo en verbo plural.

 

 

domingo, 8 de agosto de 2021

Los factores de persistencia

 Las declaraciones de Mancuso y de Timochenko ante la Comisión de la Verdad

Por E. Sánchez-Blake

                                                                            (https://www.kienyke.com)

Los jefes máximos de las Farc y de las Autodefensas tuvieron la oportunidad de revelarle a los colombianos las verdades ocultas de la confrontación armada ante la Comisión de la Verdad. En el proceso salió a la luz que en el intento de tomarse el poder por medio de la lucha armada, las Farc le dieron la excusa perfecta a los paramilitares para asumir  el poder a través de la parapolítica que gobernó en la primera década del dos mil.

 

Salvatore Mancuso reveló que las Autodefensas nacieron como respuesta a las extorsiones de la guerrilla y con el propósito de combatirlas se fueron creando redes de apoyo a través de pactos y acuerdos desde un despacho, desde una oficina o desde un club entre los gremios económicos, los militares y los políticos. El objetivo inicial de defenderse de la guerrilla y fortalecer la institucionalidad derivó en el horror de la guerra.  Y con el apoyo de estos sectores los paramilitares se encargaron de nombrar alcaldes, designar gobernadores regionales,  elegir parlamentarios y “hasta el presidente”.

 

Salvatore Mancuso describió su rol en el entramado de la guerra como uno de los “factores de persistencia” diseñado para prologar el conflicto. El  antiguo jefe de las Autodefensas del Bloque Norte del departamento de Córdoba dio a conocer el modus operandi del proyecto político económico militar que volcó al país en la confrontación sangrienta de los años noventa y que continúa en los dos mil. Aseguró además que el conflicto armado seguirá vigente sin importar los acuerdos de paz o los pactos entre los actores armados, porque el sistema está diseñado para que se mantenga la guerra y el narcotráfico en el país, gracias a lo que él denominó los factores de persistencia.

 

Las declaraciones del líder de las autodefensas, Salvatore Mancuso y el líder de las Farc, Rodrigo Londoño, ante la Comisión dejan muchas inquietudes. Para nadie fue sorpresa escuchar que ellos se consideraban víctimas de la guerra. Londoño recordó que las guerrillas surgieron como respuesta a la violencia bipartidista de los años cincuenta y la injusticia en la distribución de las tierras. Su propia familia fue víctima de la persecución y el desplazamiento.  Mancuso atribuyó su participación en las AUC cuando pidió apoyo del Estado ante las permanentes amenazas de extorsión y secuestro por parte de las Farc. En lugar de recibir el apoyo deseado, fue reclutado para servir como informante y ficha clave para combatir la subversión.

 

Nadie se extrañó ante la confirmación de que tanto la guerrilla como las autodefensas hicieron pactos con el narcotráfico para financiar y mantener su lucha armada. Ni que en los dos casos, el control territorial se convirtió en el objetivo principal de la lucha armada, bajo pretextos de lucha antisubversiva y de tomarse el poder político. En ambos casos, primó la ambición desmedida de ambos bandos y los intereses particulares.

 

Lo que sí llama la atención es el papel preponderante que Mancuso atribuyó al Estado. Sin dar nombres ni datos específicos, en varias instancias se refirió a las reuniones que sostenía con gobernadores, alcaldes, comandantes de brigada, empresarios y políticos y a las órdenes impartidas en clubs, despachos y oficinas gubernamentales. De acuerdo con su testimonio, ellos recibían listas de los sujetos señalados para ser eliminados, entre los que se contaban líderes sociales, jefes de sindicatos, profesores y periodistas.

 

Mancuso se refirió al rol que desempeñó como Comisario político del proyecto político económico militar que se conformó en los años noventa .  Su misión consistía en recoger información y transmitirla al Estado.  Él le respondía a los jefes militares y paramilitares (los Castaño). Señaló la importancia que jugaron las Convivir, como engranaje entre la institucionalidad y la autodefensa ilegal (conformada por los bloques que se formaban en distintas zonas del país). A través de ese sistema se definían las “operaciones especiales” con el propósito de llevar expansión económica a las zonas productivas. Estas acciones incluían el despojo territorial de campesinos y pequeños agricultores en beneficio de empresarios, políticos y narcotraficantes que se quedaban con las tierras desposeídas. La expropiación y subsiguiente titulación se ejecutaba con la anuencia de las instituciones porque las autodefensas eran los que definían los cargos políticos y administrativos  a todo nivel, incluso en las más altas instancias gubernamentales.

 

Al ser interrogado sobre su papel en la eliminación de los miembros de la Unión Patriótica, respondió que el responsable de esa operación fue el Estado. Explicó que la motivación principal era el temor de que el país se convirtiera en otra Cuba. Se refirió además a la necesidad de lograr el poder para dar “solución a  la problemática de las regiones”.  Las supuestas problemáticas era la intromisión de los ideólogos que según su criterio ayudaban y apoyaban a las Farc. Por eso las AUC se tomaron las instituciones y las universidades, donde se creía que abundaban los infiltrados de la guerrilla.

 

Por su parte, el exjefe de las Farc admitió que el objetivo de la guerrilla era tomarse el poder político. La gran frustración fue que nunca lo lograron. En el proceso de lograr un cambio en las estructuras del país y con la caída del muro de Berlín, se vieron obligados a financiar su lucha por varios medios: secuestro, extorsión y finalmente alianzas con el narcotráfico. Lo paradójico es que los paramilitares lograron lo que no pudo la guerrilla, tomarse el poder político a través de la famosa parapolítica que tuvo su auge en la administración que gobernó el país del 2002 al 2010.

 

Los líderes de los bandos que mantuvieron el país en una confrontación sangrienta por varias décadas se mostraron humildes y pidieron perdón a sus víctimas ante la mirada incólume de Francisco de Roux y de miles de espectadores que siguieron la transmisión por Youtube. Al final queda flotando en el aire una serie de preguntas incómodas. ¿A quién se refiere Mancuso cuando nombra al Estado como el cerebro principal en esta guerra? ¿Quiénes son los que mantienen el proyecto político económico militar todavía vigente? ¿Qué factor juega el narcotráfico en todo ese entramado? Cabe la ligera esperanza de que al conocer las “verdades” de estos sujetos se develen los factores de persistencia que continúan activos desde los núcleos del poder y se destapen a los ejecutores que continúan el mismo esquema de perseguir, amedrentar y aterrorizar las regiones donde se urden los intereses económicos y políticos.

 

 

 


 


sábado, 15 de mayo de 2021

Y derribaron estatuas

Elvira Sánchez-Blake                                                                                                             

Las estatuas de los colonizadores son la expresión del racismo, la discriminación y la violencia estructural en contra de los pueblos indígenas.

Óscar Montero, líder kankuamo

                                            

El derrumbe de monumentos a conquistadores  que ocupaban lugares principales en grandes ciudades de Colombia ha llamado la atención por su gran simbolismo. Pese a que muchos se rasgan las vestiduras apelando al valor artístico, el patrimonio cultural y al legado histórico, es admirable la osadía de quienes revierten el discurso histórico, rescatan el patrimonio ancestral y desmontan el legado colonialista que sigue vigente en Colombia.

 

Derribar estatuas es visto como un acto de agresión y vandalismo. Sin  embargo, es una acción de un alto valor simbólico. Los monumentos a Gonzalo Jiménez de Quesada y a Sebastián de Belalcázar pretendían enaltecer el hecho de ser los fundadores de las ciudades de Bogotá y de Cali respectivamente. Pero eso es una falacia. Estos hombres no fundaron. Ellos invadieron, despojaron y arrasaron las ciudades y culturas que ya existían en estos lugares y arrancaron las raíces étnicas a sus pobladores. Al desmontar las estatuas, se está reivindicando el pasado histórico verdadero y subvirtiendo el significante del significado con que se ha querido perpetuar el genocidio de la colonización.

 

Las protestas que han surgido en Colombia en mayo del 2021 son un reflejo del estallido social de un país que no aguanta más: despojos, humillaciones, injusticias y desmedro de los derechos humanos. Se revela un despertar de conciencia de doscientos años de opresión. Como parte de esta conciencia, las nuevas generaciones ven en los monumentos que adornan las grandes ciudades un legado de esa invasión perpetua, y comprenden que estas estatuas no nos representan ni poseen el valor que se les ha atribuido. Los indígenas de la comunidad misak se atrevieron a derrumbar las estatuas de los invasores y con ello han sentado un mensaje sin precedente: descabezaron al agresor.

 

Los monumentos que exaltan el pasado de invasión y la violencia que nos despojó de la cultura original no merecen un espacio público ni pueden ser considerados patrimonio cultural de un pueblo.  Los indígenas reivindican sus derechos y su cultura al derribar los símbolos de quienes borraron su historia. Sobre la razón del derrumbe de estatuas, el líder kankuamo Óscar Montero, expresó: “Los pueblos indígenas piden la apertura de un debate público junto a las instituciones gubernamentales, así como la reubicación de las estatuas de los conquistadores que están en las plazas públicas para que se narre la historia no contada” (AP, 7 de mayo, 2021).

 

El desmonte de monumentos ha ocurrido en momentos estelares de países en que se produce un cambio de esquemas. Así sucedió cuando la estatua de Sadam Hussein fue derribada durante la guerra de Iraq y fue objeto de ovaciones por parte de la comunidad internacional. En Estados Unidos se derribaron estatuas de los presidentes esclavistas en respuesta al asesinato de George Floyd el verano pasado. La población afroamericana se rebeló contra el sistema racista que perpetua los símbolos de un pasado de opresión extrema. Un gran segmento de la población norteamericana aplaudió estos actos como reivindicación de los derechos afros y humanos.

 

Los colombianos que se dan golpes de pecho por la agresión contra las estatuas deberían condolerse de los jóvenes que han sido asesinados, de las mujeres violadas, de la persecución contra lideres sociales. Condenen los abusos de la fuerza pública y la violencia de todos los frentes que han suscitado las marchas en Colombia. Los que consideran que derribar estatuas son actos vandálicos, los invito a pensar en las acciones que cometieron los sujetos de las estatuas: conquistadores que entraron sin permiso en una tierra que no les pertenecía, despojaron a sangre y fuego, agredieron, expropiaron y aniquilaron toda una civilización, al punto de que no tenemos conciencia real de quienes fueron nuestros verdaderos antecesores. Más grave aún es que después de un proceso de independencia, los esquemas de la colonización continúen en vigor en manos de lo que Ricardo Silva Romero llama “macrocolombianos”:

 

Ha sido increíble que una vez desterrado el imperio se hayan dado e instalado estas élites armadas con sus aires de amos, de colonialistas, de arios, de predestinados, de escoltados. Son macrocolombianos, sí, han vivido y resucitado con un sexto sentido para hacer trizas todas las reformas urgentes que han hecho en busca de reconocimiento político… y han mirado con miedo, con asco, con sorna y con desdén  –como cumpliendo una misión, han saboteado la democracia propuesta desde la Constitución de Rionegro hasta el acuerdo de paz con las Farc— y han impedido que sea claro que Colombia no es un problema práctico, sino histórico (El Tiempo, 13 de mayo 2021).

 

La protesta en Colombia es el resultado de todas estas macropoliticas erradas en manos de élites como las que describe Silva Romero. El estallido social  refleja el descontento de un pueblo oprimido y cansado de tantos desmanes. No es de extrañar que derriben las estatuas y símbolos que perpetúan estos modelos de dominación.

 

 

lunes, 15 de febrero de 2021

El periodismo amenazado

Por Elvira Sánchez-Blake

 

En su novela 1984, George Orwell presenta una parábola de lo que pasaría en una sociedad en que se coarta la libertad de pensamiento y de palabra y se instaura una versión dictada por un poder central dominante. Esta parábola se aplicaba a regímenes totalitarios que imperaban en los años cuarenta en Europa. En pleno siglo veintiuno se aplica a varios países, en especial a Colombia, donde el periodismo cae en un derrumbe silencioso y sistemático a través de una estrategia deliberada de institucionalización del miedo.

La visión distópica de la novela de Orwell tiene como componentes la existencia de un Gran Hermano (Big Brother) que controla el flujo de información en un país ficcional llamado Oceania. La historia del país ha sido manipulada, así como el lenguaje, para crear uno nuevo llamado “Newspeak”, el cual elimina palabras que no se ajusten al modelo oficial. La estrategia de control incluye la policía del pensamiento y aparatos que observan a todos los ciudadanos para impedir que estos se aparten de las regulaciones existentes. El control se refuerza por medio del constante flujo de propaganda para adoctrinar a la población sobre la forma de pensar y opinar.


Orwell fue un visionario al entrever la forma de control del pensamiento cuando aun no existían los avances tecnológicos que hacen posible subyugar a la población bajo un constante flujo de información manipulada al antojo de los grandes poderes. En Estados Unidos se hizo  evidente durante la pasada administración a través del control de la información –fake news—o información alternativa, con estrategias tan efectivas como la falsa teoría sobre las elecciones fraudulentas basadas en información distorsionada, lo cual generó un consenso falso en un sector de la población. El resultado precipitó una reacción brutal contra la institución máxima de la democracia, solo que esta sí fue real.

En Colombia el periodismo ha caído vertiginosamente en manos de los poderes políticos y económicos que manejan el país. Ha sido un proceso silencioso, pero calculado y metódicamente ejecutado. Lo vemos en la salida de conocidos columnistas y directores de los medios más representativos; en la compra de los periódicos y revistas de mayor circulación por parte de los grandes emporios económicos. Últimamente, en la presión y silenciamiento de los reporteros que escriben sobre temas de actualidad política o de orden público. Para lograr este fin los poderosos han utilizado una estrategia de someter la opinión pública a un clima de opinión pasivo por medio de lo que se conocen como “institucionalización del miedo”.

El concepto de opinión pública tiene muchas connotaciones.  Se refiere al consenso social de un conjunto de perspectivas en un estado donde prima la libertad de expresión. Pero, la opinión pública es también fácilmente manipulable. Noam Chomsky acuñó el término “manufacturing consent” para referirse a la fabricación de opiniones concertadas sobre asuntos que favorecen a los sectores políticos y económicos. Esto se logra a través de modelos de propaganda con un propósito social que defienden la agenda política de los grupos privilegiados. Así es fácil crear un enemigo común que se impone como un fantasma sobre la población, como es el caso del “socialismo”, el cual ha resultado muy efectivo para lograr la hegemonía de gobiernos de ultraderecha en la Américas.

Para que estas estrategias sean efectivas, se acude a las disposiciones y actitudes preexistentes de la población a frente a temas sensibles como la estabilidad económica y social. Es lo que Elizabeth Newmann denomina “el clima de opinión, el cual se crea por medio de una agenda deliberada de desinformación.  La creación de este clima puede terminar por envolver e influir fatalmente a sectores de la población hasta llegar a provocar reacciones previsibles. Así como ocurrió con la toma del Capitolio en Estados Unidos el pasado 6 de enero.

El clima de opinión en Colombia ha venido creciendo a través de una agenda de instrumentalización del miedo. La amenaza del “socialismo” es la agenda más fácil de manipular porque obedece al modelo que se instauró desde los años cincuenta para imponer métodos de represión. Bajo el pretexto de que todo se justifica con tal de prevenir el comunismo, las agendas de poder instauraron sistemas hegemónicos de opresión que continúan hasta ahora. El modelo de un socialismo errado del país vecino ayudó a justificar la agenda de desinformación y manipulación del clima de opinión. Gracias a esta estrategia la gente no se pregunta sobre los valores o capacidades  de los candidatos a cargos públicos. Basta el hecho de que no sean “socialistas” o adherentes a ideologías progresistas, para darles su voto y apoyo total.   De esta forma, los medios de comunicación en Colombia han caído bajo la instrumentalización del miedo como una forma de sometimiento al Big Brother del que hablaba Orwell.

 


Antonio Caballero, quien se vio obligado a salir de la Revista Semana para acallar su pluma aguda e inconforme, opina que lo que está pasando en Colombia obedece a la quiebra económica de la prensa:  

Tener un diario no es un buen negocio… Es un lujo que solo pueden darse unos cuantos multimillonarios. O por supuesto, los gobiernos: pero la prensa de los gobiernos es exactamente lo contrario a la prensa libre. Y los intereses de ese puñado de multimillonarios suelen ser muy distintos de los lectores comunes de la prensa.

Esto lleva a que los grandes medios hayan caído en manos de los poderes políticos y económicos, como en efecto sucedió con El Tiempo, El Espectador, Revista Semana y los canales de radio y televisión. No es de extrañar que como consecuencia se derrumbe la conciencia moral en la que descansa la opinión pública de una sociedad libre.  Eso es exactamente lo que denunció Margarita Rosa de Francisco, en  columna “Dilema ético” publicada en El Tiempo 10 de febrero pasado, en donde se atrevió a señalar la confabulación entre estos dos poderes para cercenar la libertad de expresión: 

¿Cómo no preguntarme por la forma como están articulados los poderes hoy en Colombia? ¿Cómo hacerme la desentendida cuando todos los días periodistas denuncian la corrupción empresarial asociada con la política, las autoridades de justicia, el paramilitarismo y el narcotráfico? 

 de Francisco fue más osada todavía al señalar a los innombrables más poderosos, que todos pueden reconocer sin necesidad de apelativos.

¿Cómo no pensar en personas más innombrables que “el innombrable”, dueños  de todo el país… ¿Cómo no empezar a gritar que no es “el que diga Uribe”, sino el que diga el más innombrable e intocable de todos, ese que alguna vez se ufanó de mandar a confeccionar leyes a su medida?”… ¿Cómo no querer que algún día se desarticule esa ligazón infame entre poder económico y poder político que fabrica analfabetismo, hambre, enfermedad y violencia en la vida del colombiano olvidado de Dios y del Estado?

La columnista sabía de antemano que estas palabras la llevarían a su despedida inmediata del periódico por sindicar a los poderosos más poderosos del país.  Luz Ángela Sarmiento, directiva editorial de El tiempo, le responde con una carta publicada en el mismo diario, en la que recrimina sus acusaciones y le advierte: “sus difamaciones vulgares no serán toleradas nunca en este periódico”.  Me pregunto si al lanzar esta amenaza soterrada hablaba el Gran Hermano orwelliano o la hija del magnate,  a la que no le asiste más mérito que formar parte del poder oficial por su relación de parentesco.

¿Cómo contrarrestar este clima de opinión que cada vez nos envuelve y nos silencia sin tan siquiera darnos cuenta? Es verdad que actualmente tenemos acceso a medios alternos como las redes sociales, en donde se pueden leer a los periodistas serios que han sido expulsados del paraíso. Gracias a los portales como Los danieles, Verdad Abierta, Las dos orillas y otros medios digitales, es posible aferrarnos a una brizna de verdad y de pensamiento crítico. Lo malo es que son pocos los que acceden a esos medios y se quedan en la nebulosa de conciencia inmoral dictada por los poderes dominantes y abusivos.

Fuentes

Behar, Olga. “Hablan expertos sobre el día del periodista”. Video clip. Tercer Canal, 9 de febrero, 2021.

Caballero, Antonio. “Pasquines”. Los Danieles: Columnistas sin techo.  7 de febrero, 2021.

Chomsky, Noam. Manufacturing Consent: The Political Economy of Mass Media.  Pantheon Books, 1988.

De Francisco, Margarita Rosa. “Dilema ético”.  El Tiempo. 10 de febrero, 2021.

Noelle Newmann, Elizabeth, La espiral de silencio: opinión pública: nuestra piel social. Barcelona, Paidos, 1995.

Orwell, George. 1984 Nineteen Eighty-Four. A novel. London: Secker & Warburg, 1949.