Por Elvira Sánchez-Blake
Muy significativo el acto de entrega del informe final de la Comisión de la verdad el pasado 28 de junio, en la que su presidente, Francisco de Roux hizo un llamado a todos los colombianos para trabajar sobre la paz GRANDE a través de las recomendaciones que se hacen en el documento. El mensaje de de Roux fue explícito sobre la importancia de conocer la verdad como mensaje de esperanza para un futuro que resume el título del informe: “Hay futuro si hay verdad”.
Sin embargo fue muy notoria la ausencia de representantes del gobierno, de las fuerzas armadas y de los sectores económicos del país. El acto ni siquiera se transmitió por las cadenas nacionales del país. Solo por YouTube e Instagram. Confirma una vez más la escisión de los colombianos frente a los temas de paz y el miedo a reconocerla. El sacerdote hizo énfasis sobre este asunto, al afirmar que existe un gran sector de la población que no se ha enterado de los efectos de la guerra en Colombia por indiferencia o por indolencia. Es esta misma clase de personas los que estuvieron ausentes y ajenas al acto y las mismas que por un temor generalizado extienden un manto de silencio ante el reto de conocer la Verdad.
No es de extrañar que las preguntas que pronunció Francisco de Roux durante la ceremonia continúen flotando en el imaginario colectivo:
¿Por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Cuál fue el papel del Estado y las instituciones que impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Dónde estaba el Congreso, dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde los que tomaron las armas contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su decisión?
Estas preguntas fueron guía de la investigación que acometieron los once comisionados para producir un documento de 896 páginas de hallazgos y recomendaciones. No obstante muchas de las preguntas no tienen respuesta y siguen sin resolver.
Y es que el esclarecimiento de la verdad ha sido un trabajo arduo y difícil. Los comisionados han trabajado por cuatro años con un método riguroso y un equipo especializado en la recolección de testimonios a víctimas, actores armados, estamentos públicos, privados y empresariales, fuerzas militares, gobernantes y exgobernantes, y a todos se les han dado las mismas oportunidades de expresar y reconocer sus verdades. Uno de los aportes más valiosos ha sido la inclusión de un capítulo sobre la violencia sexual y de género y de los representantes de los LGBTIQ, algo que no había ocurrido antes en ningún informe de este tipo. Cabe mencionar que los informes sobre la verdad en países como Argentina, Guatemala, El Salvador, Chile y Suráfrica realizados después de guerras civiles incruentas, han sido decisivos en llevar a la estabilidad a estas naciones.
De Roux señaló con vehemencia a todos los actores violentos, comenzando por los actos macabros cometidos por la guerrilla, así como las masacres de los paramilitares, al tiempo que reprochó la impavidez de la gente que veía en los noticieros estos hechos como parte de lo que llamó “una novela barata”. Igualmente se refirió a los llamados Falsos Positivos como actos execrables cometidos por las fuerzas armadas para responder a las demandas de altos funcionarios que pedían bajas de subversivos. Dijo: “Diez muertos es malo, Cien es macabro, pero 6.400 es execrable”. El informe destaca que el Estado “usó la lógica del enemigo para justificar los homicidios de personas en condiciones de indefensión”.
El reto que tiene por delante la Comisión es hacer que la gente lea, vea, escuche y se entere sobre las revelaciones del informe. Este es un trabajo casi tan maratónico como el realizado hasta ahora por los comisionados y los recolectores de datos. Y es que en Colombia se niega a conocer y a aceptar la historia del conflicto, y se pasa por encima de los muertos y asesinatos con la misma indolencia con que se apoya o se concede a los poderosos la prerrogativa de controlar y decidir sobre la vida humana.
¿Qué sigue ahora? El trabajo de sanar y restablecer una convivencia armónica continúa.
La tarea pendiente es concientizar a la ciudadanía para que comprenda que todos somos parte de esta verdad amarga que destapa el informe: hemos sido víctimas y victimarios por acción y por omisión al presenciar tantos actos horrendos que sucedían a nuestro alrededor sin mosquearnos y sin condonarlos. Las preguntas que pronunció de Roux deben al menos hacernos pensar y reflexionar:
¿Qué hicieron los líderes religiosos, los educadores, los jueces y fiscales que dejaron acumular la impunidad? ¿Qué papel jugaron los formadores de opinión y los medios de comunicación? ¿Cómo nos atrevemos a dejar que pasara y a dejar que continúe? Y yo me pregunto, ¿Hasta cuándo seguiremos dando la espalda a la verdad con el silencio, la indolencia y la apatía?
Las palabras que resuenan y hacen eco en múltiples medios, debería al menos hacernos reaccionar:
Si hiciéramos un minuto de silencio por cada una de las víctimas del
conflicto armado, el país tendría que estar en silencio 17 años.
Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad.
El informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad fue dado a conocer en una plataforma multimedia fácil de acceder y de ver, leer o escuchar, con el objeto de facilitar la difusión de sus hallazgos. Los archivos impresos y digitales quedarán alojados en el Museo de la Memoria con el fin “de ser parte del relato histórico del país y hacerse memorable para su población”.
https://www.comisiondelaverdad.co/
https://www.youtube.com/watch?v=2Ap2gWBIeT0