Otro tiroteo en una escuela, esta vez en Santa Fe, Texas. Lo más sorprendente no es el hecho en sí, sino la normalización de este suceso. Ni siquiera ocupa un lugar prominente en las noticias. Está en segunda página opacada por los grandes titulares y fotos destacadas de la boda real en Inglaterra. A quién le importa si esto sucede todos los días. ¿Solo diez muertos? No es nada. Entre los comentarios de la noticia se destaca que "el problema no son las armas, sino la falta de religión". Por lo tanto, se debe incrementar la enseñanza de religión en las escuelas, y fortalecer la seguridad con maestros armados y mayores cámaras de vigilancia. Estas son las grandes medidas para prevenir lo que ahora se ha convertido en una epidemia en este país: las matanzas en colegios. Es como una enfermedad contagiosa que se extiende por todo el territorio, cada vez con mayor alcance y sin medidas de prevención.
Las noticias hablan de cifras, este es el atentado número 22 ocurrido en escuelas de EEUU hasta la fecha en el 2018. En cada uno de ellos hay seres humanos, en la mayoría de casos, niños, adolescentes y maestros. Los victimarios obedecen a un perfil: muchachos jóvenes, desajustados, aficionados a las redes sociales, con acceso a armas de alto calibre en sus propias casas o a comprarlas en sus tiendas de barrio. No son sujetos adeptos a una ideología o un grupo político. No son personas con escasos recursos ni con pasado delictivos (en su mayoría). Son jóvenes que tienen acceso a educación, a salud y a bienestar y que sufren los desequilibrios propios de la adolescencia: familias disfuncionales, desadaptación social, acoso y manoteo (bullyin). Todas esas facetas la enfrentan la mayoría de adolescentes en todo el mundo. La diferencia en EEUU es el acceso indiscriminado y absoluto a las armas de alto calibre y de largo alcance y la cultura de armas que se ha apoderado de este país.
Emma González, la estudiante activista de Parkland pronunció una frase que me conmovió profundamente: "The right to bear arms should not outweigh the right to life". El derecho a portar armas no debería tener más peso que el derecho a la vida. Pero, esto no es cierto. Para los políticos de este país, corrompidos por el National Riffle Association hasta la médula, la vida pierde valor ante la posibilidad de enmendar cualquiera de las provisiones de la segunda norma de la Constitución que garantiza el porte de armas a los ciudadanos. Esta prerrogativa tan peculiar produce un orgullo mayor que la primera normativa, de la libertad de expresión y de cultos. Actualmente, la religión sirve como aval al derecho de portar armas. La Biblia es el estandarte que utilizan los del NRA y los políticos conservadores para convencer a sus adeptos de defender sus derechos inalienables.
La respuesta a la matanza de la escuela de Parkland en febrero trajo una luz de esperanza cuando un grupo de adolescentes sobrevivientes se apoderó de los medios y lanzó una acometida sin precedentes para pedir restricción de armas. Los muchachos se convirtieron en líderes y modelos al enfrentar a los miembros del congreso, a los del NRA y a los políticos con un mensaje claro: queremos regulaciones que restrinjan las armas y otorguen garantías de seguridad en las escuelas. Sus slogans hicieron mella en la ciudadanía, "Never again. No more prayers, more gun laws". Las marchas por la vida que se desplegaron por todo el país reunieron miles de adeptos en cada lugar. Yo fui uno de ellos. Las manifestaciones fueron acicate para despertar conciencia en una ciudadanía que sin importar ideologías políticas, ve con horror, cómo los niños de este país sucumben ante masacres sin sentido. Sin embargo, tres meses después, las voces de estos manifestantes se han apagado y los congresistas siguen arrodillados ante el NRA. Nada ha cambiado. El gobernador de Florida pasó una medida que permite armar a los maestros del estado y una petición para incrementar la edad para comprar armas de largo alcance, a los 21 años. ¡Gran cosa!
Vivimos en la sociedad del absurdo. Algo que tiene una lógica elemental, prohibir y censurar la venta de armas, así como restringir el porte de armas y la producción de las mismas. No es una medida ideológica, es ante todo racional y lógica. Y los políticos que le infunden religión a la segunda enmienda constitucional, debería recordar que Thou shall not Kill es la ley número uno de la religión cristiana. Es hora de dejar de utilizar la religión como acicate de sus políticas infames. Las consignas que utilizan como banderas: "Las armas no matan, son la gente los que matan", "El problema no son las armas, sino la falta de religión", son tan maniqueas como la contradicción que encierran.
LAS ARMAS SÍ MATAN,
El PROBLEMA SÍ SON LAS ARMAS,
NO LA FALTA DE RELIGION.
Elvira Sánchez-Blake
Elvira Sánchez-Blake