jueves, 29 de febrero de 2024

El retorno de Mancuso

 Por Elvira Sánchez-Blake

                                   El exparamilitar Salvatore Mancuso a su llegada a Bogotá (Foto AP).

El regreso del excomandante paramilitar Salvatore Mancuso a Colombia plantea un desafío inquietante en este momento histórico. ¿Será posible aprovechar su aporte para descubrir los horrores del conflicto armado que siguen encubiertos y llevar a la justicia a los que dieron la orden?

Ya se sabe que las declaraciones de Mancuso son muy peligrosas para muchos estamentos que siguen involucrados en las altas esferas de la política, de la clase empresarial y de las fuerzas militares. Las revelaciones del excomandante ante la Jurisdicción Especial Para la Paz en mayo del 2023 señalaron a varias personalidades y develaron perversas  maquinaciones tras las bambalinas del poder. Con su retorno al país, tras cumplir 15 años de condena en EE UU por narcotráfico, se espera que sus testimonios ante los tribunales de Justicia transicional, tanto de la JEP, como de Justicia y Paz  sustenten sus señalamientos para esclarecer muchas verdades y para llevar a la justicia a los grandes perpetradores que aún siguen impunes.

Gracias al testimonio de Mancuso, se han encontrado los cementerios, hornos crematorios y las fosas comunes donde se ocultaron miles de cuerpos de desaparecidos en los lugares que él indicó en su testimonio ante la JEP. El exparamilitar señaló también a muchos implicados en los esquemas criminales. Se refirió concretamente al exsubdirector del DAS, José Miguel Narváez, y el rol que jugó en ordenar los asesinatos de numerosos líderes políticos y defensores de derechos humanos. También develó detalles sobre la planificación de las masacres de El Aro en 1996 y de la Granja en 1997, en las que tuvo una participación decisiva la gobernación de Antioquia de la época y oficiales de la Cuarta Brigada de Medellín. Asimismo, señaló a Francisco Santos como el cerebro detrás de la creación del Bloque Metro y confirmó que las Convivir servían como la fachada legal de la violencia paramilitar. Una de sus afirmaciones más incriminatorias fue  la incidencia que tuvieron las autodefensas en las elecciones presidenciales de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez, y en la reelección de este último.

Estas acusaciones han sido verificadas, pero muchos de los responsables siguen campantes. Esta es la oportunidad de definir sus culpabilidades con testimonios incontrovertibles.

El Centro de Memoria Histórica se prepara para revelar datos actualizados de las víctimas del conflicto armado en el mes de abril. El asesor de comunicaciones del Centro, Jorge Aguilera, anticipó que las investigaciones han confirmado aproximadamente 10,000 ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos), 100,000 desaparecidos y 9 millones del total de víctimas como resultado de la guerra interna. Estas cifras superan con creces las que había reportado el Centro de Memoria Histórica y el informe de la Comisión de la Verdad. La nueva actualización será presentada oficialmente el 9 de abril, una fecha designada para conmemorar a las víctimas.

Es cierto que muchos colombianos desearían que el capítulo de la guerra se cerrara de una vez por todas y no saber nada más sobre el asunto. Actualmente se percibe un hastío emocional. Los que esperaban que el gobierno del cambio transformara el país solo ven caos y decepción. Y los que se limitan a cerrar los ojos y oídos frente a la realidad de lo que pasó y sigue pasando en Colombia son los que perpetúan el culto por el expresidente “salvador” que los liberó de la guerrilla y ejerció mano firme cuando se necesitó, sin importar el número de masacres y de víctimas que pagaron el costo.

En ese clima político la llegada de Mancuso se perfila como la oportunidad de lograr un cierre frente a las preguntas que aún quedan sin resolver. El exparamilitar debe otorgar pruebas fehacientes de los vínculos de los grandes personajes de la clase política con las masacres, desapariciones y órdenes de ajusticiamiento que llevaron a cabo las Autodefensas Unidas de Colombia. El conocimiento de esta Verdad tal vez podrá cerrar por fin y para siempre las heridas que aun sangran en Colombia, como lo afirmó Yolanda Ruiz en su columna de El País.

En un comunicado dado a conocer a su llegada a Colombia, Mancuso aseguró que cumplirá con el deber de trabajar por las víctimas en las comunidades y en sus territorios. Dijo que su objetivo es ponerse "al servicio de una agenda de paz que permita evitar que Colombia sea una fábrica eterna de víctimas y de dolores colectivos”.  Por último, se definió a sí mismo como un agente de cambio “dispuesto a trabajar por la paz y reconciliación”.

Mancuso se ofreció a dialogar con los reductos de los bandos paramilitares que aun operan en el país: las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Clan del Golfo) y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra. En ambos casos cumplirá con su rol como negociador y gestor de paz que le otorgó el Presidente Petro. 

¿Podemos esperar que Mancuso cumpla sus promesas y su gestión como agente de paz? Es cierto que sobre él pesan 390 procesos judiciales pendientes y que su pasado criminal lo hace un sujeto poco fiable. Pero al menos, él ha pagado condena y ha confesado su responsabilidad como actor de la guerra. Hay muchos personajes que siguen ejerciendo su poder impunemente en las altas esferas de la política y que a la sazón, deben estar aterrorizados por las prontas revelaciones de su antiguo compinche y compañero de armas. 

domingo, 14 de enero de 2024

Plegarias de El Aro: a 25 años de la barbarie

Por Elvira Sánchez-Blake

A venticinco años de la masacre de El Aro,  las víctimas piden justicia.

                      Craneos puestos por los victimarios en el cementerio de El Aro
 

Plegarias del pueblo muerto: El Aro, de Pablo Navarrete es un libro necesario.  Las historias que se cuentan enmarcan el horror de una de las masacres más nefastas de Colombia, la del corregimiento El Aro ubicado en Ituango, Antioquia, ocurrida varios días durante la semana del 22 al 27 de octubre de 1997 por grupos paramilitares en asocio con fuerzas del Estado y la colaboración del gobernador de Antioquia de la época. Pero la historia no es solo de la masacre, es también la experiencia personal del proceso de escritura, incluso de los atentados contra la vida del autor, por escribir esta historia.  La voz de Navarrete es a la vez fuerte y sensible. Es firme con los perpetradores entrevistados que le revelan los entramados que se movieron detrás de la masacre, y es sensible con las víctimas y sobrevivientes que fueron testigos de horrores de deshumanización impensables.

El libro cuenta la historia de Wilmar, un joven de catorce años que fue ajusticiado impunemente por los paramilitares. La narración se cuenta desde la perspectiva de Miladis, su hermana mayor. El caso de Wilmar es patético por lo cruel y despiadado y  toca hasta la fibra más estoica  por la forma como el narrador alterna apartes textuales de la entrevista con la ambientación de los hechos a través de un lenguaje cautivante sin caer en lo dramático. Al enfocarse en una historia real en detalle, el cronista humaniza la tragedia otorgando verisimilitud a un caso que refleja la colectividad. Navarrete dice que este libro se convirtió en un deber con las víctimas cuando afirma: “debía escribir esta historia que es un reconocimiento a sus vidas y una manera de decirles que lo ocurrido está siempre en mi mente. Que no los olvido, Que su dolor es también mío”.

 

                                                    Escombros de El Aro tras la masacre 
 

Otra historia revela que los paramilitares atacaron al pueblo con la intención de rescatar a un secuestrado por el Frente 18 de las Farc y en retaliación por la supuesta simpatía por parte de los pobladores con este grupo subversivo. El secuestrado, según cuenta el autor, era un primo del gobernador de Antioquia de la época, un mafioso que trabajaba con el cartel de Cali y a quien se le conocía como “Carepuño”. El relato describe en detalle los hechos desde las horas que precedieron al secuestro hasta las consecuencias del evento, incluyendo a los inocentes que pagaron el precio mayúsculo por estar en el sitio equivocado. Esta parte del libro se basa en entrevistas realizadas con abogados, exguerrilleros de las Farc y conocidos del personaje en mención.

 

Una de las historias más impactantes del libro es la propia experiencia del autor, quien en forma cándida narra el atentado del que fue víctima durante el proceso de escritura del libro. No solo él sufrió persecuciones y amenazas, sino algunas personas que contribuyeron con su texto. La forma como Navarrete narra esta parte del libro remueve las entrañas, no solo porque el autor admite que esta experiencia le causó un trauma psicológico del cual no termina de recuperarse, sino porque revela que las fuerzas ocultas que causaron la masacre de El Aro y de tantas otras masacres sigue latente y que nadie está exento de sufrir las consecuencias. También explica porqué la narración expone los horrores que se vivieron durante los días en que ocurrió la masacre, pero se abstiene de revelar pormenores del entramado de maquinaciones del sistema que permitió que los perpetradores quedaran impunes tras la masacre. 

 

                                        Cementerio de El Aro tras la masacre

En la sección final Navarrete le da nombres y apellidos a las víctimas; los hace visibles y reales, cuenta su historia y nos hace vibrar con cada una de ellos. Incluye también la sentencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la cual se condena al Estado colombiano por la masacre de El Aro. La Corte exigía un acto público en el que se reconociera la responsabilidad de los hechos por parte del mandatario de la nación. Esta condición se refería tácitamente al jefe de estado que tuvo participación en los hechos, pero el cumplimiento de la norma no se hizo efectiva hasta el 30 de noviembre del 2022, veinticinco años después de ocurrido, cuando el presidente Gustavo Petro pidió perdón en nombre del Estado a las víctimas y sobrevivientes.  El libro concluye con una serie de anexos que incluye datos del Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del Cinep- durante el año 1997 (uno de los años más sangrientos del país); la lista de los nombres completos de los desplazados que produjo la masacre de El Aro; los mapas de Colombia con localizaciones de las Convivir y las bases paramilitares de la época. Además, provee fotos de la población y una última sección con los rostros y nombres de las personas asesinadas en octubre de 1997 en este corregimiento y las veredas contiguas.


Pablo Navarrete nos da una lección de templanza y honor en el acto de escribir este libro. Una tarea que le tomó más de seis años en la búsqueda y acceso a más de diez mil folios de documentos judiciales, 35 videos de audiencias de paramilitares, viajes y numerosas entrevistas a los personajes tanto víctimas como victimarios. Pablo devela su historia en forma de testigo-cronista y también víctima de las amenazas que persisten hacia aquellos que se atreven a ver el mundo con una mirada diferente.  En su nota introductoria esto se hace evidente cuando escribe:

Este libro honra aquello que silenciamos en el periodismo: los efectos que trae consigo el oficio investigativo para la salud mental y emocional. Los episodios que nos convierten en otros, los miedos que nunca abandonan, el terror de seguir adelante pero que, al mismo tiempo, nos impulsan a seguir escribiendo y preguntando.

 

Plegarias del pueblo muerto: el Aro, es un libro que duele y que reclama las verdades que aún quedan en la sombra. 

Fotos tomadas de la revista Cuestión Pública que aparecen en el libro (edición 1/12/2024).

sábado, 6 de enero de 2024

En el tercer aniversario del ataque al capitolio el punto de mira es contra la democracia

Por Elvira Sánchez-Blake 

 

 

Se cumple el tercer aniversario de la violenta escalada contra el congreso de los Estados Unidos ocurrida el 6 de enero del 2021. Este ataque contra el corazón de una de las instituciones más simbólicas de la democracia de este país se convierte hoy en un emblema definitorio de las próximas elecciones. Los retractores y defensores de la insurrección serán los que determinarán la continuación de la democracia o no en los comicios del 2024.

 

¿Cómo se explica que un acto tan brutal que a todas luces atentó contra la institución democrática con claros visos de fanatismo y con una intención letal, sea defendido y exaltado por el electorado del candidato republicano para promover su causa y devaluar a su adversario? ¿Cómo es posible que los mismos congresistas que denostaron la acción el día de la insurrección, hoy proclamen lo contrario con argumentos absurdos y que se caen de su peso? ¿Bajo qué racionalidad se entiende que Trump sea un candidato presidencial nuevamente y el más opcionado según todas las encuestas electorales? 

 

Recordemos que el 6 de enero del 2021 una turba de fanáticos asaltó el congreso de los Estados Unidos instigados por Trump con el fin de impugnar los resultados electorales del 2020. Durante el evento se registraron varios muertos, múltiples heridos, ataques contra miembros de la fuerza pública, total desacato a las normas legales, atentados contra la vida de los congresistas con invasión a sus oficinas y acceso ilegítimo a documentos legales. Incluso el vicepresidente Pence se vio en peligro de ser ajusticiado en una horca que pendía en las afueras del edificio. Las imágenes constantes y repetitivas del evento a través de todos los medios debían recordarnos que la turba enardecida pendía carteles de Trump, símbolos de organizaciones extremistas, íconos nacionalistas exacerbados, y slogans de facciones religiosas ultraderechistas que comparaban a Jesús con la figura de Trump.

 

Tres años después tras investigaciones y pesquisas judiciales, se ha comprobado sin lugar a dudas que la toma del 6 de enero fue un acto planeado con diligencia y cálculo para impedir la legítima proclamación de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Las investigaciones demostraron que todas las acusaciones de fraude electoral fueron infructuosas.  Por el contrario, el fraude fue ejecutado por los cómplices del candidato republicano, con pruebas fehacientes de manipulación y falsas acusaciones. Los procesos legales han demostrado las maquinaciones realizadas y los propios ejecutantes admitieron su participación en los hechos.  El fiscal federal de Washington, Matthew Graves, ha calificado  el asalto al Capitolio como "la mayor agresión masiva a agentes del orden en un solo día de la historia de Estados Unidos“.  Por lo tanto, dijo “es fundamental que recordemos el daño colectivo que se hizo el 6 de enero de 2021 y que entendamos cómo sucedió, para que podamos asegurarnos de que no vuelva a ocurrir". No hay duda de que el ataque contra el capitolio fue un crimen considerado como traición a la patria que pasará a los anales de la historia como el acto de insurrección política más grave de los últimos 200 años.

 

Sin embargo, el evento del 6 de enero se ha transformado en el eje que marca la agenda política y que definirá el resultado de las elecciones del 2024.  Las apreciaciones al respecto demuestran que en tres años el ataque se ha convertido en una muestra de patriotismo y un gran porcentaje de la población presume que fue justificado por la gran mentira que aún subyace de que las elecciones del 2020 fueron ilegítimas. Incluso un 25% de la población cree sin ningún fundamento que el FBI instigó el asalto al Capitolio. Esta posverdad o alteración de la realidad ha sido repetida, difundida y corroborada por los medios ultraderechistas que se han encargado de manufacturar una falacia acomodada a los intereses republicanos.

 

En un acto de conmemoración del tercer aniversario del 6 de enero, el presidente Biden por fin se atrevió a denunciar el asalto al capitolio como una insurrección y acusó a Trump de representar una amenaza contra la democracia. Muchos temen que no importa el número de votos ni la prolijidad del esquema electoral, Donald Trump viene preparado con la maquinaria política para imponerse en el trono del poder y dispuesto a abolir las instituciones democráticas que impidan su reelección.  Sus aliados republicanos son responsables en el proceso por haber permitido que saliera invicto de su participación en el ataque al negar la dimensión de los hechos y al rehursarse a condenarlo en el proceso de “impeachment” a pesar de las evidencias. A esto se suma la inoperancia del aparato juidical  frente a los múltiples cargos delincuenciales que enfrenta Trump y que continúan en un proceso interminable de legalismos y tecnicismos. Más que todo, el candidato siente asegurada su reeelección por la complicidad de sus partidarios consagrados a un culto impúdico de este líder que los embruja y los aterroriza a la vez. Todos estos factores han tapizado el camino para que el magnante se sienta dispuesto a saltarse por sobre todos los esquemas legales y asentarse de nuevo en el solio presidencial.

 

¿Qué vamos a hacer para defender la democracia? Podemos desde nuestras modestas instancias promover una toma de conciencia de los ciudadanos para que participen, denuncien, expresen, argumenten, defiendan y decidan sobre la legitimidad de las instituciones?  ¿Cómo combatir los sesgos ideológicos, los tabús, las falsas promesas, los temores y las falacias en torno a la economía, el aborto o la ideología de género? Y por sobre todo, cómo expugnar para siempre los rótulos facilistas y absurdos del “comunismo” asociado con el pensamiento demócrata? No hay nada más vil que perpetuar el espectro del comunismo para manipular mentes poco informadas e indiferentes.  

 

Estamos a tiempo para emprender esa cruzada desde nuestras redes y usar los medios a nuestro alcance. Hay una esperanza muy leve de que se considere la cláusula de la 14 enmienda de la constitución, por la cual se impide la participación de un candidato presidencial acusado de insurrección. Este asunto está en manos de la Corte Suprema de Justicia. El problema es que el tribunal está compuesto por una mayoría conservadora de seis de los nueve magistrados  (tres de ellos nombrados por Trump)  que pronostica una decisión negativa al respecto.

 

El tercer aniversario de la toma del capitolio del 6 de enero 2021 debe servir para recordarnos que es posible caer en poder de los fanáticos impulsados por un demente narcisista; que es factible perder la estabilidad de un modelo democrático que ha sobrevivido por más de doscientos años, y que esta es la mayor amenaza que se cierne sobre el mundo en este momento histórico.

lunes, 16 de octubre de 2023

Barbarie y deshumanización en Medio Oriente


                                                        La locura es la medida del hombre cuando

se compara con la desmesurada razón de Dios.

    Michel Foucault

 

 

¿Cómo distinguir en una acción sabia que ha sido cometida por un loco, y en la más insensata de las locuras, que es obra de un hombre ordinariamente sabio y comedido? se pregunta Michel Foucault. ¿Cómo distinguir los niveles de demencia de líderes que manipulan el tablero del poder geopolítico para dictaminar quién vive y quién muere en un planeta dividido por fanatismos y extremismos?

 

El ataque a Israel ocurrido el pasado fin de semana por parte de Hamas pone al descubierto la crisis de valores humanitarios y el poder de los extremismos al máximo nivel. Horrores que nos recuerdan la Edad Media han sido cometidos por fanáticos religiosos convencidos de su causa con un nivel de barbarie desmedida. Como respuesta los israelitas han emprendido una cruzada de venganza contra todos los pobladores de la franja de Gaza sin importar a quién se lleven por delante. En medio de estos bandos se encuentra el mundo que ve con horror los niveles de deshumanización de dos bandos que han pasado dos milenios en un ciclo de pugnas y venganzas que parece no tener fin.

 

Los niveles de locura colectiva se agudizan cada vez más por el resurgimiento de los fanatismos religiosos y étnicos y poderes políticos que amenazan con implantar un dominio absoluto sobre el universo y sistemas económicos que se disputan los mercados y que absorben las riquezas en gigantescos monopolios. Cada vez se abren más las brechas y se agudizan los extremos de riqueza  y pobreza excesiva,  de avances tecnológicos y de ignorancia total, de explotadores y oprimidos.  Un conflicto de oposiciones que genera desigualdad, descontento y violencia que sólo difiere de otros tipos de agresiones precedentes en la historia por la aplicación tecnológica que permite mayor exterminio a menor esfuerzo. 

 

Dice Foucault que la locura es espejo reflejo de razón y sinrazón, reverso y anverso de un espejo donde se reflejan mutuamente una a la otra. Cada una es medida de la otra y en ese movimiento ambas se alimentan mutuamente. La humanidad se mueve en círculos de lucidez y desvarío. Nadie quisiera recordar las guerras que ocurrieron en el siglo XX ni de los horrores que nos dejó el regimen nazi y que continuan latentes. Sin embargo los síntomas que permitieron esos fenómenos están presentes: los odios étnicos y la intolerancia hacia el otro. Los magnates enamorados del poder y que acuden a cualquier tipo de artimaña para realizar sus ambiciones surgen en todas las latitudes. Las facciones extremas se hacen más agudas en todos los ámbitos y los fanatismos religiosos, étnicos y nacionalistas se encumbran sobre la racionalidad. 

 

Sabemos que el conflicto entre Israel y Palestina es de largo alcance y que los ataques de Hamas han dado pie para desencadenar una guerra a alto nivel por parte de Israel. El mundo se divide en bandos: los que apoyan la causa Israelí y los que defienden la causa palestina. Los blogs, podcasts y las redes sociales se desbordan recordando los origenes del conflicto; las historias bíblicas se recuerdan en uno y otro bando. Argumentos  de tierras prometidas y de las desendencias de Abraham sirven de sustento para justificar la barbarie. Detrás de todo eso no hay más que ambiciones de poder que no se nutren ni de historias sagradas ni de victimizaciones ancestrales. El peligro es que pueblos y naciones se sumen a uno y otro bando y se desate la insensatez total.

 

José Saramago en sus obras advirtió sobre la nube blanca que le impide ver lo que sucede a su alrededor porque los sistemas de poder están diseñados para controlar lo que el individuo percibe de su entorno.  La locura se convierte en una forma de razón, de alguna manera adquiere un sentido dentro del campo de la razón, por eso no se reconoce. Y nos envuelve, nos distorsiona la realidad y nos conduce en masa hacia un proceso alarmante de deshumanización.  Los recientes acontecimientos del mundo, como los ataques desmesurados entre Israel y Palestina demuestran que los lados del espejo se confunden entre el delirio de la razón y la sinrazón.

 

 

 

lunes, 4 de septiembre de 2023

Por fin, una brizna de justicia

 

Imputado General Mario Montoya por falsos Positivos

 

 

Aplaudo la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz  (JEP) de imputar al general Mario Montoya, por ordenar la ejecución extrajudicial de al menos 130 civiles inocentes  ocurridas entre los años 2002-2003.

 

Esta decisión es una victoria para las víctimas que han luchado por décadas para obtener una justicia al menos nominal y para limpiar el nombre de los que fueron tachados de guerrilleros injustamente por el Ejército nacional bajo órdenes de mandos superiores. Hasta ahora, han sido muy pocos los militares que han recibido condena por esta práctica criminal. Aunque se acojan a la JEP, estos hombres no tienen perdón porque ellos juraron acatar la constitución y las leyes y fueron formados en una institución que tiene una obligación ética y moral con la población.

 

El General Montoya, quien era comandante de la Cuarta Brigada de Medellín en esa época, fue acusado de “mentir sobre el número de bajas, encubrir casos de extralimitación del uso de la fuerza, presionar a los miembros de las unidades militares bajo su mando para obtener bajas en combate, emplear un lenguaje violento que exaltaba el derramamiento de sangre y ordenar que no se reportaran capturas por considerarlas resultados operacionales indeseados” (Comunicado de la JEP).  Aunque el general ha negado las acusaciones, las evidencias son innegables y han quedado demostradas tanto por las víctimas, como por sus subalternos militares, y por las investigaciones adelantadas por el equipo de la JEP durante años. 

 

La altanería y presunción del general es deleznable. Como respuesta a la evidencia de los Falsos Positivos durante su comandancia, culpó a los propios soldados bajo su mando de los asesinatos. Con un lenguaje  derogatorio dijo “los muchachos  que van al Ejército son los de abajo, los de estrato uno…. Nos toca enseñarles cómo se utiliza el baño, cómo se utilizan los cubiertos, entonces no es fácil”.  Esta respuesta a la pregunta de la magistrada en una de las audiencias, además de ofensivas, demuestran la bajeza moral y la carga de resentimiento que abunda en personajes de su calaña. 

 

Los Falsos positivos fue una de las campañas más macabras del Ejército colombiano bajo el mando del Jefe de Estado de la época.  Las ejecuciones extrajudiciales de personas inocentes señalados como guerrilleros, es uno de los crímenes  más aborrecibles del conflicto, puesto que fueron cometidas por los que tienen la obligación de salvaguardar la vida de los ciudadanos. Esta modalidad se realizó con los recursos, entrenamiento y sofisticación de la institución castrense  y en total desmedro de la dignidad humana hasta el punto de contarse 6,402 casos comprobados, todos ellos ocurridos entre los años 2002 y 2008.  La excusa de acabar con la subversión, bandera de esta campaña, no justifica en ningún sentido el horror de ofrecer dádivas, premios y beneficios a los que cumplían con la ejecución calculada y sistemática de matanzas indiscriminadas entre la población civil.

 

Montoya es uno de los generales más célebres en los últimos años, con varias condecoraciones, incluyendo seis cruces de Boyacá, se le atribuye la Operación jaque, en la que liberó a la candidata Ingrid Betancur en julio del 2008. También, lideró la famosa operación Fénix, en la que murió el segundo comandante de las FARC, Raúl Reyes. Quizás, la más sangrienta de sus acciones, fue la Operación Orión, un bombardeo realizado a la Comuna 13 de Medellín en octubre del 2002.  En este operativo, el Ejército se asoció con bandas paramilitares para asesinar a centenares de residentes en la Comuna, además de torturar y desaparecer a muchos más.

 

Según el comunicado de la JEP, la acusación contra Montoya constituye un punto de inflexión significativo en la búsqueda de Justicia y verdad, ya que delata que “los 'falsos positivos' no fueron aislados ni causales, sino que hicieron parte de una conducta sistemática y que se desprendió desde los altos puestos del Ejército hasta los distintos niveles de la cadena de mando".  La JEP continúa investigando a los altos mandos que estuvieron involucrados en estas prácticas y se espera que en algún momento lleguen a la cabeza de toda la operación. ¿Quién dio la orden? sigue siendo la pregunta que aún espera una respuesta contundente.

 

Fuentes

Daniel Pardo. “¿Quién es Mario Montoya?” BBC Mundo https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-58337459.

 

France 24. “Quiero bajas” JEP Imputa al exgeneral colombiano Mario Montoya por falsos positivos. https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20230831-quiero-bajas-jep-imputa-al-exgeneral-colombiano-mario-montoya-por-130-falsos-positivos

 

EL País. “Imputado el excomandante del Ejército Mario Montoya por crímenes de guerra y lesa humanidad”. https://elpais.com/america-colombia/2023-08-30/imputado-el-excomandante-del-ejercito-mario-montoya-por-crimenes-de-guerra-y-lesa-humanidad.html

 

 

 


jueves, 31 de agosto de 2023

De índices y censuras en el siglo XXI

 

Índices y censuras

Por Elvira Sánchez-Blake

Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura”.

Benjamín Franklin

Y nosotros que pensábamos que las eras inquisoriales y la quema de libros habían sido superadas por la libertad de credos, de pensamiento y por el imperio de la razón. Pues, no es así.  En pleno siglo XXI los movimientos ultraconservadores acuden de nuevo a las censuras y condenas sobre el conocimiento y la libertad de expresión.

La censura de libros por supuesto no es nueva.  Desde que aparecieron los primeros códices, pergaminos o formas de expresión, los poderes institucionales han temido el poder de la palabra y el acceso al conocimiento.  En todas las culturas se han prohibido o censurado de alguna forma el acceso a libros y a las ciencias cuando se advierte que el saber es un arma mucho más peligrosa que un instrumento de agresión física.

Durante el imperio romano se quemaron y prohibieron libros, oráculos y escritos inflamantes o antirreligiosos. Esta costumbre se mantuvo cuando Roma adoptó el cristianismo y el fervor religioso arrasó con el saber humanista acumulado durante siglos por la cultura grecorromana por considerarlo pagano. 

El Índice de libros prohibidos  promulgado en 1564, fue una lista de libros vetados por la Iglesia Católica por ser considerados dañinos para la fe y la moral cristiana. Los que no cumplían las ordenanzas estaban sujetos a los castigos inquisitoriales. Miles de escritores con sus libros fueron llevados a la hoguera en esta cruzada de terror.

 Libros como El Quijote fueron censurados por alguna frase, que el autor, don Miguel accedió a suprimir, porque definitivamente su vocación no era la de mártir.  La obra de Nicolás Copérnico, que promulgaba la teoría física de las órbitas celestes fue condenada hasta 1758, cuando se levantó la prohibición. Los Miserables de Víctor Hugo fue prohibida desde 1862 hasta su publicación en 1959, un siglo después.

 Sin ir más lejos, autores recientes como Jean Paul Sartre, Jean Genet y Emil Cioran fueron prohibidos en pleno siglo XX.  Salman Rusdhie no solo fue vetado, sino condenado a muerte por el fanatismo religioso iraní, por considerar blasfema su novela, Los versos satánicos.  Hace menos de un año sufrió un atentado que casi le cuesta la vida.

Grandes obras literarias han abordado el tema de la condena de libros. Umberto Eco en El nombre de la rosa (1980) hace una crítica mordaz a la censura del saber durante la Edad Media. El autor presenta un mundo franqueado por las convicciones religiosas que confinaban el conocimiento en bibliotecas lúgubres donde solo unos privilegiados tenían acceso. Entretanto, los debates alrededor de dogmas y creencias entre los jerarcas de la Iglesia desembocaban en ordenanzas promulgadas en torno a la amenaza de la Inquisición para fundamentar el poder sobre masas obedientes e ignorantes.

El escritor norteamericano Ray Bradbury  aborda el tema de censura en su  libro Fahrenheit 451.  El protagonista de esta historia de ciencia ficción, tiene como tarea quemar libros prohibidos por causar discordia y sufrimiento.  1984 de George Orwell plantea la creación de un mundo distópico donde el Gran hermano controla el pensamiento unificado y no está permitido conocer la historia de la humanidad.  El infinito en un junco de Irene Vallejo trata sobre la historia de los libros desde el primer códice que se conoce hasta la escritura digital actual. La autora española hace un recuento de las diferentes formas en que los libros han sido censurados, quemados, impugnados, llevados a los altos tribunales y subyugado por los poderosos.  Esto es solo un ejemplo de los libros que exponen y condenan las censuras y prohibiciones al saber y al conocimiento humano.

La historia nos enseña que los vetos a libros en torno a temas de raza, género o “moralidad” que se han impuesto en estados como Florida, tienen una misma simiente. Las condenas y vetos a libros no son más que un arma para perpetuar y cimentar el poder de una tendencia ideológica que impone una sola manera de ver el mundo monolítica y excluyente. ¿Cuál es el fin último? No es diferente al de la Edad Media: el de mantener una masa ignorante y obediente a los esquemas orquestados desde el poder.

 Lo que sí es diferente en la actualidad, es que contamos con un gran acervo de recursos para oponernos a estas leyes y para defender el derecho al conocimiento y la lectura. Para eso existen los medios de comunicación, las redes sociales, asociaciones, instituciones, y la pluma y el arrojo de líderes de opinión, periodistas y educadores.

Organizaciones como Pen America y la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) han cuestionado a los legisladores que pretenden suprimir libros sobre “raza, historia, identidad de género, historia, orientación sexual y salud reproductiva, con un fin de sometimiento de grupos que representan estas tendencias.”

  Tanto Pen como ALA han invitado a la sociedad a organizarse por la libertad de expresión, a denunciar las condenas y restricciones de libros en escuelas y bibliotecas y a defender el derecho de leer y acceder al conocimiento.

 Los invito a unirnos al llamado de estas asociaciones con el fin de  promover iniciativas para combatir y defender la libertad de expresión y educar a la población sobre la importancia de la lectura con contenidos y criterios sólidos. Vale  recordar que en una sociedad donde se empieza quemando libros se termina quemando gente.

 

Fuentes

https://pen.org/report/banned-in-the-usa-state-laws-supercharge-book-suppression-in-schools

El Debate. 27 de junio 2023. https://www.eldebate.com/cultura/20230325/libros-clasicos-contra-libros-adoctrinamiento-ideologico-guerra-censura-recrudece-ee-uu_103444.html

 

 

martes, 16 de mayo de 2023

¿Quién dio la orden? Mario y Elsa, 26 años de impunidad

 Por Elvira Sánchez-Blake

Mario y Elsa, ambientalistas del Cinep asesinados el 19 de mayo de 1997.

El 19 de mayo se cumplen 26 años de impunidad del crimen cometido contra Mario Calderón, Elsa Alvarado y de su padre, Carlos Alvarado. Este hecho que constituye uno de los miles de asesinatos contra personas que trabajaban por la defensa del medio ambiente, las causas sociales y las comunidades, cobra vigencia ante el testimonio del jefe exparamilitar, Salvatore Mancuso.

 

Las declaraciones de Mancuso ante la JEP, constatan un asunto gravísimo: la connivencia de la fuerza pública, empresarios  y Estado con los grupos paramilitares con el fin de eliminar  a todos aquellos que se opusieran a los intereses de estos grupos. El testimonio de Mancuso destaca que estas acciones se ejecutaban bajo la presunción de combatir a la guerrilla y de eliminar sus redes de apoyo, pero en realidad, el propósito iba dirigido a apropiarse de territorios estratégicos para controlar el mercado y las rutas del comercio de drogas.  El antiguo jefe de uno de los bloques más sanguinarios de las autodefensas ha revelado que sus operaciones fueron apoyadas con entrenamiento,  armamento, logística, tropas y financiación por parte de los gobiernos de turno y de compañías de gran envergadura del país.

 

El testimonio de Mancuso me permitió reconocer detalles precisos que hacen parte de la investigación que realicé para el libro Suma Paz: La utopía de Mario Calderón y Elsa Alvarado (Icono, 2001).  En particular, constaté que los guerrilleros del EPL se unieron a las Autodefensas como condición a su proceso de desmovilización. Eso explica por qué Don Berna, quien fuera guerrillero del EPL, trabajó bajo las órdenes de Carlos Castaño coordinando la ejecución del crimen a través de la banda de sicarios, La Terraza. Además, Mancuso afirmó que Tierralta, Córdoba, fue una zona estratégica de las operaciones de las AUC y reconoció que los Embera Katíos  fueron víctimas de una campaña de exterminio por oponerse al proyecto hidroeléctrico de Urrá.  Mario Calderón, gran defensor de estos grupos indígenas y de su derecho a ocupar las tierras que le pertenecían desde siempre, se oponía a la construcción de la represa, razón por la cual recibió amenazas y se vio obligado a huir de Tierralta tras el atroz asesinato de su compañero de parroquia, Sergio Restrepo Jaramillo en 1989.

Mancuso menciona que las organizaciones de derechos humanos generaron incomodidad al denunciar los crímenes de los paramilitares ante instancias internacionales. Esto confirma la teoría de que el Cinep fuera considerado como un objetivo militar y que el asesinato de Mario Calderón, uno de sus miembros más visibles, obró como una advertencia y represalia dirigida al Centro jesuita. Al referirse a la colaboración  de entidades gubernamentales como la fiscalía y el DAS, que brindaban inteligencia y apoyo a las acciones paramilitares, se comprende por qué los sicarios ejecutaron el crimen utilizando uniformes de la CIT de la Fiscalía. Un asunto en particular fue el destino del celular que uno de los sicarios olvidó en la portería del edificio tras cometer el crimen. El rastreo del celular se utilizó para desviar la investigación hacia otros posibles culpables, cuando en realidad, ahora se comprueba que los miembros de la Fiscalía estuvieron involucrados. Queda claro además, que esta operación fue coordinada por el Bloque Capital, al cual también se refirió el jefe paramilitar.

Cuando Mancuso habla de las alianzas con el Departamento Administrativo de Seguridad- DAS, y de la participación de sus directivas en la interceptación de llamadas, seguimientos y de información de inteligencia militar,  se confirman las persecuciones que sufrieron muchos de los miembros del Cinep. Todo esto ratifica la participación tanto del DAS como de la Fiscalía en la ejecución del crimen, dos organismos del Estado con amplio accionar y relación directa con las estructuras criminales de la época. En su testimonio Mancuso reconoce que ellos acataban órdenes de instancias gubernamentales, militares y empresariales. Bajo su directriz, se ejecutaron numerosos  asesinato de líderes, estudiantes, profesores, periodistas y cualquier sospechoso de estar en desacuerdo con su ideología y de constituir un impedimento en el control social y territorial por parte de estos grupos.

 

El testimonio de Mancuso destapa el entramado de las relaciones paramilitares con miembros del Estado y de las fuerzas militares. En varias instancias se refiere a la colaboración de Pedro Juan Moreno Villa, Secretario del gobernador de Antioquia de la época, Álvaro Uribe Vélez. Según el exparamilitar,  Pedro Juan era amigo cercano y colaborador de las autodefensas; visitaba a menudo a Castaño, y les proporcionaba información, listas de objetivos militares y armamentos. También señala a José Miguel Narváez, instructor de la Escuela Superior de Guerra y posterior subdirector del DAS, quien era el encargado de llevar las listas de los señalados a Carlos Castaño. La referencia a las fincas en San Pedro de Urabá y a las Convivir de la zona, como centro de operaciones donde se planeaban los asesinatos y se definían las estrategias criminales coincide con la información de varios testigos de estos eventos. Fue en una finca de San Pedro de Urabá donde se dio la orden de los asesinatos de las cuatro personalidades que se cometieron entre 1997 y 1999: Mario Calderón, Eduardo Umaña Mendoza, Jesús María Valle y Jaime Garzón.  La pregunta crucial de quién dio la orden aún sigue sin respuesta. 

 

El caso de Mario y Elsa es uno entre miles de miles de asesinatos, masacres y desapariciones que han ocurrido en el país por cuatro décadas. Las declaraciones de Mancuso como aspirante a ser acogido por la Jurisdicción Especial para la Paz coinciden con denuncias y testimonios de muchos de los implicados y con las investigaciones realizadas por el centro de Memoria Histórica y el reporte de la Comisión de la Verdad. Por eso es creíble, aunque no deje de ser condenable. 

 

Es escalofriante comprobar que hemos vivido en un país donde se han cometido atrocidades comparables a las del holocausto nazi. Desde hornos crematorios, asesinatos selectivos, fosas comunes, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y persecuciones implacables contra líderes sociales y defensores del medio ambiente.  

 

En mi libro Suma Paz: La utopía de Mario Calderón y Elsa Alvarado destaco la importancia de conocer la verdad como un camino para sanar el dolor de este y otros casos donde aún reina la impunidad. Las declaraciones de Mancuso brindan un valioso aporte  para desentrañar las causas y dinámicas que operaron y que aún persisten en las estructuras político militares del país.