Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí. El célebre microcuento de Augusto Monterrroso resume la sensación de aprehensión que nos circunda al finalizar el 2025. Ya no se habla de él. Es como si dejar de nombrarlo o ignorarlo redujera el riesgo y la amenaza que supone. Cada día, a cada instante, al encender el televisor o abrir las redes sociales, su presencia se impone. El dinosaurio ocupa todo el espacio y su poder es inconmesurable.
Tal como se preveía, el año 2025 cumplió a cabalidad con el Proyecto 2025. El magnate se ha consolidado como una figura con poder absoluto, no solo en Estados Unidos, sino en el planeta. La persecución contra los inmigrantes es la mayor muestra de su maldad. Las redadas con detenciones arbitrarias, las condiciones infames de los centros de detención y el maltrato sistemático resultan inimaginables. Sin embargo, ya poco se habla de esto. Ha pasado a segundo plano. Lo que ocupa la atención es el avance militar por el Caribe y el Pacífico frente a las costas suramericanas atacando embarcaciones y matando sus ocupantes con drones en fragante desconocimiento del derecho internacional. Ante la amenaza de una invasión a Venezuela, nadie se atreve a oponerse. Las tímidas advertencias de la ONU y de algunos organismos de derechos humanos no ejercen ningún efecto. Gracias a la sumisión de la Corte Suprema de Justicia, del Congreso, de los organismos multilaterales y del mundo en general, el omnipotente monstruo se ha erigido soberano sobre el universo sin contrapesos ni salvaguardas.
Los medios de comunicación se han visto forzados a someterse por las presiones de las grandes coporaciones que los financian, y que, a su vez, obedecen a los dictados del gobierno. La libertad de expresión ha ido desapareciendo. Hasta el New York Times, que mantenía su postura firme pese a las coerciones, ha bajado la guardia. Sus notas son cada vez más lacónicas y cautelosas. Las universidades y centros educativos han sucumbido a las sanciones económicas degradantes. Resulta inquietante observar cómo las grandes instituciones de la Ivy League han cedido a las demandas de censurar planes de estudios eliminando programas de género, raza e historia, así como todas las iniciativas de Diversidad, Inclusión e Igualdad. De igual forma, los proyectos internacionales de ayuda humanitaria, educación, protección ambiental y el avance de la ciencia han sido obliterados. A nivel doméstico, los sistemas de seguridad social y de salud, como Medicare y Obamacare, se encuentran en riesgo de ser desmantelados. En otras palabras, aquello que hacía grande a Estados Unidos y el sistema que equilibrios que garantizaba los derechos básicos como la educación, la salud, la libertad de expresión y el progreso científico, se han venido abajo.
No obstante, la capacidad de seguir adelante frente a las intimidaciones de los temibles dinosaurios sigue vigente. En palabras de Augusto Riska, sobreviviente de la segunda guerra mundial y del régimen comunista soviético: "sobrevivimos a Hittler, luego a Stalín, pero no sabemos si sobreviviremos a T..." Incapaz de nombrarlo, su silencio evidencia que el miedo se superpone al lenguaje.
Ese es el sentimiento que nos embarga al culminar el año 2025.
Ojalá que en el 2026 el mundo despierte y se sacuda frente al dinosaurio. Esperamos que la capacidad de resistir sea mayor que la intimidación y que la sensatez se imponga con responsabilidad. Cuesta creer que no exista una respuesta global ante semejante insania y desmesura de poder.
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