domingo, 1 de diciembre de 2019

Toque de queda

 
 Por Elvira Sánchez-Blake

(Foto El Tiempo, Nov 26, 2019) 

El taxista me preguntó qué significaba “toque de queda”, la noche del viernes 22 de noviembre cuando todos los que nos encontrábamos en Bogotá nos vimos obligados a movilizarnos a las casas ante el anuncio intempestivo del gobierno que ordenaba que nadie podía estar en las calles de la ciudad a partir de las nueve de la noche.

El Paro Nacional había iniciado el jueves 21 de noviembre y para el viernes había desembocado en hechos violentos y vandalismo. El pánico cundía en la ciudad y la medida pretendía retomar el control por parte de los organismos del Estado. Recordé entonces épocas funestas de Estatutos de Seguridad, Toques de Queda, Estados de Sitio y otras barbaridades de la época de López Michelsen y Turbay Ayala. Sentí el peso de los años y le respondí con candidez al taxista de 30 años, lo que significaba la medida y lo afortunado que era de no haber sido parte de aquellos tiempos de represión legitimada por parte de militares y del Estado.

Los colombianos menores de 40 años desconocen esos fenómenos que otrora fueran cotidianos en el quehacer del país. Ellos están más familiarizados con la Seguridad Democrática de Uribe, pero pocos han experimentado la represión de épocas recientes, porque esta se ha reservado a las poblaciones rurales y a los territorios olvidados, habitados en su mayoría por grupos indígenas y campesinos, que son las verdaderas víctimas de los actores violentos: guerrilla, paramilitares, bandas criminales y organismos de seguridad del Estado.

Lo cierto es que tuve la oportunidad de vivir la jornada de paro de esta semana en forma directa. Las protestas comprendían una gama de reclamos desde todas las vertientes.  Las centrales obreras y sindicatos marcharon en contra de las reformas laborales propuestas por el gobierno. Una reforma pensional que podría suprimir el régimen de prima media y extender le edad de pensión.  Los estudiantes protestaban porque sienten que con estas reformas se les está negando el futuro y porque no hay inversión en la educación. Los gremios económicos rechazan la reforma tributaria. Para mí, el grupo con mayor razón para protestar lo conformaban los líderes sociales y las víctimas del conflicto armado.  El gobierno ha logrado hacer añicos los Acuerdos de Paz. El incumplimiento de los puntos acordados se evidencia en los continuos asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos; en la escalación de la violencia y en el rompimiento de los protocolos en asuntos tan delicados como la sustitución de cultivos ilícitos y desmonte gradual del narcotráfico.  Además, se empeña en acabar con la JEP y se niega a la restitución de las tierras para los desplazados. Por último, este gobierno se ha empeñado en borrar todos los esfuerzos de recopilar y mantener la Memoria que había logrado el Centro de Memoria Histórica. Duque nombró a un pelele que pretende borrar la historia y se ha ocupado en desmontar los esfuerzos del CNMH.

(Foto El Tiempo, Nov 26, 2019) 


O sea, que las razones para marchar eran válidas y contundentes.  Me complace  comprobar que una gran parte de la ciudadanía se esté despabilando. De pronto, descubrieron que su voto por Duque para presidente fue un error mayúsculo. Abrieron los ojos ante la realidad de haber sido manipulados por una estrategia de propaganda en contra del castrochavismo. El resultado era de esperar: un gobierno fallido, pusilánime, incapaz de afrontar los retos de un país como Colombia. Duque se encuentra arrinconado entre las fuerzas de su partido recalcitrante que exige militarización y mano dura, y los reclamos de los ciudadanos que lo eligieron.

Lo mejor es que a pesar de que se presentaron actos vandálicos generados por la misma fuerza pública: el ESMAD y los que azuzaron la violencia por las redes sociales, que condujeron a la muerte de seres inocentes,  los últimos días han transcurrido en paz. El concierto sinfónico, la chocolatada y los cacerolazos armónicos han primado sobre los vandalismos. 

Veo con complacencia que hay una conciencia ciudadana creciente que se enarbola sobre la manipulación del partido dirigente. Por una vez, la indolencia de los privilegiados se hace patente y se denuncia, como bien lo puntualizó Alonso Sánchez Baute al referirse a la muerte de Dilán, el muchacho de 18 años que fue atacado por un oficial del Esmad:

[L]a indolencia es tan profunda que  ha pasado a ser bien vista por “la gente de bien”, quienes justifican el asesinato de los hijos ajenos sin una pizca de empatía, solidaridad y compasión mientras rezan, hacen retiros en Emaus y van a misa todos los domingos. No hay duda: la indolencia es mil veces peor         que el odio[1].

Hay una luz al final del túnel. No sé si Duque podrá sortear el clamor ciudadano. Es muy pronto para predecir el resultado de esta jornada cívica de protestas legítimas. Sin embargo, veo una esperanza en una ciudadanía que despierta de la modorra, la ceguera y la peste del insomnio en que ha vivido sumida durante los últimos doscientos años.


[1] Sánchez-Baute, Alonso. “Indolencia”. Revista Semana. 26 de noviembre de 2019. https://www.semana.com/autor/alonso--sanchez-baute/451

viernes, 16 de agosto de 2019

Recordando a víctimas del Terrorismo de Estado

Por Elvira Sánchez-Blake  

El vigésimo aniversario del crimen de Jaime Garzón ha abierto viejas heridas. Varias publicaciones han recordado a las víctimas del terrorismo de Estado de los años noventa, entre ellos a Garzón, este singular personaje que cautivó a los colombianos. Pero me pregunto, quién lo lee, a quién le importa. La sociedad colombiana vive adormecida, atacada por  la anomia, es decir, la pérdida de la capacidad de asombro ante hechos atroces.


    Con motivo de los 20 años del asesinato del humorista Jaime Garzón, varias publicaciones revelaron el resultado de investigaciones judiciales que arrojan luz sobre el Terrorismo de Estado que se propuso eliminar a los defensores de derechos humanos en los años noventa. Hoy se sabe que José Miguel Narváez fue quien dio la orden a Carlos Castaño para la ejecución de los crímenes de los ambientalistas del Cinep, Mario Calderón y Elsa Alvarado;  del penalista Eduardo Umaña Mendoza; del defensor de derechos humanos, Jesús María del Valle, y de Jaime Garzón.

    Todos esos crímenes ocurrieron entre 1997 y 1999, bajo el mismo esquema. Las víctimas eran defensores de derechos humanos y ambientales; miembros de Organizaciones no gubernamentales; denunciaban irregularidades de los poderosos y políticas corruptas.  Por estas razones fueron considerados objetivos militares y señalados por José Miguel Narváez en su lista negra. El esquema operaba de la siguiente forma. Narváez los denuncia ante la Brigada XIII del Ejército en donde el Coronel Jorge Eliecer Plazas Acevedo y el general Rito Alejo del Río, se encargan de hacer el seguimiento, organizar la operación y presentarla ante el jefe paramilitar, Carlos Castaño.  Este último da la orden a la Banda la Terraza, al mando de Don Berna y del Negro Elkin. Ellos organizan a los sicarios para que ejecuten la acción. El esquema contempla eliminar a los sicarios después de los operativos para no dejar huellas.  Luego, se desvían las investigaciones, con Mauricio Santoyo, comandante del Gaula en Medellín, a cargo de confundir las pesquisas de la Policía y de la Fiscalía con pistas falsas.

     En este esquema tan bien calculado no contaban con que Diego Murillo, alias Don Berna, fuera a confesar años más tarde los detalles del entramado.  Este paramilitar, quien era un alto mando y mano derecha de Castaño, se decidió a confesar ante el Tribunal de Justicia y Paz cómo funcionaban los operativos del terrorismo de estado. En la declaración que rindió el 13 de febrero de 2012, expone los operativos en cada uno de los casos.
    Con respecto al asesinato de los ambientalistas del Cinep, Mario Calderón y Elsa Alvarado,  asesinados el 19 de mayo de 1997, Don Berna declaró que el General Jorge Eliecer Plazas Acevedo había pasado la información a la Casa Castaño de que “los esposos Alvarado” (sic)  hacían parte de la estructura del ELN y eran los que manejaban la parte política y social. Entonces, “se tomó la decisión de trasladar a un grupo de la Banda La Terraza,  bajo el mando del Negro Elkin para ejecutarlos”[1]. Más adelante se supo que Narváez los señaló y pasó la información al organismo militar.

     Frente al homicidio del penalista Carlos Umaña, a quien mataron el 18 de abril de 1998, Don Berna dijo: “Esa orden no pasó por mí. La dio directamente el comandante Castaño. Pero todas las acciones que se ejecutaron fueron con el mismo modus operandi. Carlos Castaño adujo que el señor Umaña era parte de las estructuras del Eln y envió otro grupo a Bogotá. Allá contaron con el apoyo de algunos mandos militares” (...) En el caso concreto de la brigada de inteligencia donde estaba el coronel Plazas Acevedo. Estas personas se trasladan y ejecutan a Umaña en su residencia” (“Las confesiones de DB”).

     Sobre el defensor de derechos humanos, Jesús María del Valle, quien alertó sobre la catástrofe ambiental que causaría la represa Hidroituango,  Don Berna señaló que “Uno de los que incitó o le dijo a Carlos que había que asesinarlo fue el secretario de Gobierno de Antioquia de 1997, Pedro Juan Moreno”. Moreno fue el que le pidió a Castaño que matara a del Valle,  hecho que ocurrió el 27 de febrero de 1998. En este mismo crimen está implicado el que fuera gobernador de Antioquia, porque le molestó que del Valle denunciara las Convivir e investigara la masacre de El Aro (“Las confesiones de DB”).

     El último de esta serie de asesinatos correspondió a Jaime Garzón, el humorista y presentador de Televisión, quien pronosticó su propia muerte.  Don Berna declaró: “José Miguel Narváez llega con información de que Jaime Garzón no solo es facilitador de secuestros sino que hace parte de la estructura de las Farc, inclusive llega con una foto, en la cual Garzón esta con un fiyak o sea con una chaqueta camuflada, en una zona del Sumapaz, Carlos me dice que llame al negro Elkin que se dirija a hablar con él (sic), nos reunimos con el (...) Narváez se retira y Carlos dice que va a tomar la decisión de darlo de baja. Carlos (Castaño) explica ahí la necesidad de dar de baja hay Jaime Garzón, en la carpeta que deja el señor Narváez, donde se encuentra toda la información sobre él, que trabaja en una reconocida emisora de radio, que tiene un programa en la mañana, ellos viajan a Bogotá con la ayuda de inteligencia Militar.  Hacen el seguimiento y hasta que toman ... hasta que le dan de baja"[2]

     Don Berna fue claro en señalar a Narváez como miembro orgánico de las AUC, aseguró que tuvo oportunidad de conocerlo personalmente en el año 1997, época para la cual había mucha influencia por parte de miembros del Ejército, los cuales lo utilizaban como intermediario y era la persona que se encargaba de suministrar información sobre operativos contra las Autodefensas o personas que tuvieran vínculo con la guerrilla o la izquierda (“Nueva condena”).  Esta información es corroborada por Salvatore Mancuso, quien asegura: "Cuando llegaba información de personas prestantes como el doctor Narváez, normalmente se daba por cierta, porque él era un profesor de la Escuela Superior de Guerra y tenía acceso a información tan privilegiada; para nosotros era una información totalmente confirmada” (“Nueva condena”).
     Dichas  declaraciones confirman que Narváez fue determinante en la ejecución de esta serie de asesinatos. Fueron víctimas de la obsesión contra todo aquel a quien él consideraba “comunistas” en su imaginario. Es decir, a aquellos que hablaran de derechos humanos o ambientales, a los que pertenecieran o trabajaran con los afros, los indígenas, los campesinos; a los periodistas,  a los defensores de derechos LGBT y a las ONGs, a las que odiaba y tachaba de comunistas.
     Lo preocupante es que Narváez  es una persona educada. Estudió administración de empresas y economía en la Universidad Santo Tomás.  Luego obtuvo varios posgrados.  Fue catedrático en la  Universidad de la Sabana y en la Javeriana. Se familiarizó con las leyes y aprendió a manejarlas y a acomodarlas a su antojo. Su perfil psicológico lo describe como: "perspicaz y selectivo en la presentación de la información, para hacer énfasis en los relatos que le convienen a su defensa. Sabe que información omitir para no contradecirse (...) Es minucioso, meticuloso y exhaustivo”[3]. Es decir, un ser inteligente y obsesivo, que tuvo la suerte de aliarse con los poderosos que pensaban como él para un fin tenebroso.Según el diagnóstico de la Fiscalía, “la trayectoria profesional de Narváez sugiere un profundo interés por la academia y el conocimiento, así como una excepcional capacidad para capturar y dominar información sobre otras disciplinas como la seguridad, la defensa y el derecho”. En los años noventa comenzó a asesorar militares, y por este medio a paramilitares. Según las declaraciones de varios mandos, se le conocía como “el profesor” (“Lo que había en la mente…”)
     Narváez se convirtió en instructor del centro de entrenamiento paramilitar, la 21 (La Acuarela). Este centro  se conocía como el cuartel general de las autodefensas en tierras del Urabá Antioqueño.  Una de las cátedras se llamaba “Por qué es lícito matar comunistas”. Sus estudiantes se convertirían años más tarde en los peores asesinos de las filas paramilitares. Incluso algunos de ellos han dicho que “el profesor era demasiado radical”.  En sus clases y escritos señalaba que a la subversión había que cortarle la cabeza. Los objetivos no debían ser los campamentos guerrilleros, sino los ideólogos que propagaban la doctrina en la que se afianzaba la subversión.
     En junio de 1997 Narváez publicó el texto "Guerra política como concepto de guerra integral", en el tomo 2 de la revista Inteligencia Militar. En este texto esboza su teoría de que el Estado no había ganado la guerra contra la "subversión" por enfocarse en los actores armados, y no en su brazo político. Un aparte del texto resume la filosofía de Narváez:
    "El trabajo de la subversión desarmada ha logrado en el proceso colombiano  de conflicto interno más resultados en contra del Estado como un todo, que el trabajo del ente subversivo cargado de fusiles y ametralladoras. Es aquí donde se encuentra el verdadero centro del conflicto" (...) "Sin declaratoria de guerra, sin ubicación perfecta de los delincuentes infiltrados   y enmascarados entre el común de la gente, aparece en nuestro medio como un cáncer sin diagnosticar plenamente, la amenaza de la subversión política" (“Lo que había en la mente...”).

    Es bajo esta premisa que desencadenó la serie de asesinatos como parte de un plan criminal sistemático y generalizado contra defensores de derechos humanos en los años noventa. La serie de asesinatos se inició con Mario Calderón y Elsa Alvarado (en la que cayó también el padre de esta sin tener nada que ver), continuó con Jesús María del Valle, Eduardo Umaña Mendoza y culminó con Jaime Garzón.

     El fallo que condenó a Jesús Miguel Narváez por parte de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá como determinante en el crimen de Garzón (no en los otros crímenes todavía), permite establecer “la existencia de un aparato organizado de poder con participación de las más altas esferas del Estado, que planificó y ordenó el asesinato del defensor de derechos humanos a través de la Banda La Terraza, y posteriormente desvió por años la investigación judicial”[4].

    Llama la atención que Narváez continuó su camino sin ninguna alteración y llegó a ser el subdirector del DAS en la primera década del año dos mil bajo el mandato de Uribe. Narváez se encargó de las chuzadas del DAS para identificar a todo aquel que mostrara oposición al gobierno. Además fundó el organismo de inteligencia G3 dentro del esquema de la persecución a aquellos “no afines al gobierno de turno”.  Según el informe de la Sala Penal del Tribunal,  “el terrorismo de Estado bajo la dirección de José Miguel Narváez, se concretó en la utilización del poder del Estado para intimidar, para sabotear, para destruir, para generar pánico entre sus objetivos”[5]

Narváez fue finalmente  acusado, aunque su caso sigue en curso por las interposiciones de funcionarios tan ejemplares como el exprocurador Alejandro Ordóñez. Pero, lo preocupante es que tuvo tiempo, recursos y apoyo para instruir y capacitar a muchos en las premisas de su ideología.  Son ellos los que continúan el legado de señalar, perseguir, ultimar y  asesinar a líderes sociales y a los defensores de derechos de cualquier tipo.  Son tantos seres a nuestro alrededor a los que se les niegan los derechos: los de los inmigrantes venezolanos (¡qué fastidio verlos en las calles con su prole de hijos!); de los indígenas y campesinos en zonas de cultivos ilícitos (eliminémoslos con glifosato); de los  líderes y lideresas que trabajan por la consolidación del acuerdo de paz (izquierdozos, guerrilleros); de los periodistas en zonas rurales que denuncian a los agentes armados que aterrorizan las poblaciones (aliados de la subversión); de los religiosos que claman por el cese al derramamiento de sangre (vendidos al comunismo). Son estos, los que perpetúan el terrorismo sistemático que mantiene el Estado, porque al fin y al cabo son los mismos que lo instauraron,  que lo continuaron y que siguen manteniéndolo en el poder.


Referencias

[1] “Las confesiones de Don Berna”. El Espectador. Sept 7, 2015. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/confesiones-de-don-berna-articulo-584537

[2] Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, “Nueva condena contra Narváez es un retroceso para la verdad sobre el asesinato de Jaime Garzón.” Julio 26, 2019.  https://www.colectivodeabogados.org/?Nueva-condena-contra-Narvaez-es-un-retroceso-para-la-verdad-sobre-el-asesinato

[3] Revista Semana. Narváez: “Lo que había en la mente del asesino de Garzón”.  Agosto 13, 2019. https://www.semana.com/nacion/multimedia/crimen-de-jaime-garzon-narvaez-lo-que-habia-en-la-mente-del-asesino/579625

[4] Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, “Nueva condena contra Narváez es un retroceso para la verdad sobre el asesinato de Jaime Garzón.” Julio 26, 2019. ghttps://www.colectivodeabogados.org/?Nueva-condena-contra-Narvaez-es-un-retroceso-para-la-verdad-sobre-el-asesinato


domingo, 30 de junio de 2019

El retorno de los falsos positivos


Por Elvira Sánchez-Blake

Hace aproximadamente diez años comenzaron a surgir rumores sobre ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército colombiano. Se ha comprobado que más de 2,500 jóvenes inocentes fueron eliminados y reportados como guerrilleros muertos en combate. Esta práctica conocida como falsos positivos pagaba incentivos y otorgaba estímulos como promociones y ascensos  a los militares por presentar resultados en la lucha contra la subversión. Actualmente se reconoce como una de las acciones más funestas de la administración de la época con secuelas lamentables en la sociedad. Las investigaciones en contra de los oficiales implicados han dado cuenta de los horrores cometidos. Aunque se han procesado a algunos oficiales, la gran mayoría de los implicados, especialmente los altos mandos que ordenaron las ejecuciones, permanecen en la impunidad.

Resulta increíble pensar que estas ejecuciones están retornando al escenario colombiano por el mismo Ejército, con la misma impunidad y amparadas por el actual gobierno, que no es más que una continuidad del mismo que fungió en la primera década del dos mil. Esta información fue difundida primero por el New York Times el 18 de mayo pasado. La denuncia realizada por el reportero Nicholas Casey en un diario de la magnitud de NYT provocó escándalo y controversia. Por supuesto, el gobierno y sus aliados (Ma. Fernanda Cabal con su acusación en contra del reportero del NYT, a quien acusó de recibir pago de las FARC), y los militares, se rasgaron las vestiduras en defensa de la democracia y de la integridad de las instituciones. El reportaje también generó turbulencia en los medios, especialmente en la Revista Semana con el despido del columnista Daniel Coronell, por haber revelado el mal manejo de la revista con respecto a esta información. Felizmente, Coronell fue reincorporado y la revista publicó un extenso reportaje que tituló "Operación Silencio" con toda la información relativa al caso en su edición del 23 de junio pasado.

Lo que Semana reveló resulta muy preocupante: la existencia de directrices por parte de la alta cúpula militar para duplicar resultados de bajas de subversivos.  Dichas órdenes habrían sido emitidas por el Comandante del Ejército, general Nicacio Martínez.  Al ser interrogado por la Revista Semana, este último se revistió de dignidad y furor patriótico para replicar  que todas las acusaciones emitidas son calumnias. Llama la atención que el vocablo más repetido en todas sus respuestas fue falso, falso, y falso. Suena tan falso como los falsos positivos que no tienen nada de falso ni de positivo y en cambio, mucho de cierto  y de negativo. Incluso, se atrevió a argumentar que “el Código Penal no contempla dentro de sus delitos penales alguno denominado como ejecución extrajudicial o falso positivo”.  No quedó claro si esta era una justificación para demostrar que las ejecuciones de este tipo no son un delito.

Las declaraciones de Martínez recuerdan las réplicas de autoridades castrenses desde el siglo pasado empeñadas en negar la realidad visible: “en este pueblo no ha pasado nada, ni está pasando nada, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.  Pareciera una línea sacada del realismo mágico, o quizás lo es, porque lo que reproduce la literatura es un espejo de la realidad. En todo caso las respuestas de este ilustre oficial fueron tan insulsas y mostraron tal desfachatez que no merecen sino escarnio y repudio total.

El retorno de los mal llamados “falsos positivos”, que en realidad son “ciertos negativos” porque niegan el derecho a la vida de manera certera a jóvenes inocentes, coincide con la campaña contra los líderes sociales que ocurre día a día amparados por las autoridades locales, regionales, militares y administrativas  a lo largo y ancho del país. Pese a las denuncias de la ONU, Amnistía Internacional y más recientemente, del director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, sobre pruebas fehacientes de esta persecución, la lista de asesinatos va en más de 300 desde el 2016. Da la impresión de que estas dos acciones se unen bajo el mismo lente. Es decir que los objetivos de masacrar a los líderes sociales y duplicar resultados militares están amparados por los mismos sujetos. ¿Qué tipo de autoridad va a impedir los crímenes de líderes sociales y defensores de derechos humanos si ellos son los mismos que aparecen en las listas de los militares?  Vale reconocer que estas informaciones se conocieron gracias a la denuncia de valientes oficiales que se negaron a  cumplir las órdenes y que todavía permiten confiar en la integridad de la institución castrense. Lo deplorable del asunto es que estos oficiales también están siendo  amenazados como lo reveló Semana en la misma edición.

Por fortuna, hay sectores que están haciendo un esfuerzo por defender a los líderes sociales por medio de plantones, comunicados, redes sociales y encuentros, en los que se busca crear conciencia sobre lo que está pasando. En días pasados se celebró un encuentro propiciado por la Comisión de Esclarecimiento de los Líderes Sociales. Gonzalo Sánchez dio a conocer un acertado resumen de las discusiones, en las que destaca los factores que prevalecen en la campaña contra defensores de derechos humanos:

1.     La primera es que esta campaña es de larga duración que trasciende gobiernos. Se trata de una crisis estructural de democracia y de participación. Un déficit de democracia que se expresa en exclusiones y muertes, y que solo se resuelve, arguyeron muchos, con cambios de fondo en las estructuras participativas del Estado.

2.     El segundo es que es un tema inherente al régimen político: la criminalización de la protesta sirvió por décadas para justificar toda forma de arbitrariedad como el hostigamiento judicial o peor aún con el asesinato de simples disidentes.

3.     El tercero, el heterogéneo universo de las víctimas:  líderes sociales, de derechos humanos, ambientalistas, erradicadores de coca y desmovilizados excombatientes. Todo ellos amparado de una palpable tolerancia social, política y a menudo, institucional, de los crímenes[1].

Estos factores ayudan a comprender que estas persecuciones hacen parte de una estrategia sistemática que aqueja al país en sus cimientos. Según Gonzalo Sánchez,  “la criminalidad organizada es el aparato más coercitivo dominante de cada vez más territorios, que por negligencia o convivencia, el aparato estatal, no ha podido o querido desvertebrar.”  Esto explica el retorno de los falsos positivos y el clima de incertidumbre al que estamos abocados de nuevo.  Yo diría que más desafortunado es "la palpable tolerancia social, política e institucional".  Esto se refleja en la ceguera inexcusable de un gran sector de los colombianos que viven en desconocimiento, ignorancia y apatía ante las fuerzas que siguen manteniendo al país en un estado de violencia generalizada y de completa impunidad.

Referencias



Casey,  Nicholas. “Colombian Army’s New Kill Orders Send Chill Down Ranks”. The New York Times. May 18, 2019. https://www.nytimes.com/2019/05/18/world/americas/colombian-army-killings.html

Sánchez, Gonzalo. “Líderes sociales: el vidrio roto de la paz”. Revista Semana. Junio 18, 1019.  https://www.semana.com/opinion/articulo/lideres-sociales-el-vidrio-roto-de-la-paz/620195.


Vivanco, José Miguel. "Human Rights Watch cuestiona datos sobre baja de crímenes de líderes sociales en Colombia". Sputnik. Junio, 15, 2019.
https://sptnkne.ws/mEsQ





[1] Sánchez, Gonzalo. “Líderes sociales: el vidrio roto de la paz”. Revista Semana. Junio 18, 1019.  

sábado, 23 de febrero de 2019

El muro que nos divide




Por Elvira Sánchez-Blake

¡Cuidado! La barrera que anuncia Trump para separar la frontera entre Estados Unidos y México ya está construida. No es un muro físico real, sino un muro imaginario, aquel que ha fomentado desde su campaña para instigar una campaña de racismo y xenofobia en contra de los hispanos.
¡Alerta! Porque el problema no es Trump. Al fin y al cabo un individuo puede ser irracional. El peligro son los que se adhieren a su cruzada convirtiéndose en más irracionales que el propio desajustado mental.  Peor aun cuando los que creen en sus falacias son los propios hispanos, aquellos que se sienten superiores y se dejan envolver por el discurso provocador para ejercer el mismo tipo de racismo sobre sus semejantes sin saber que ellos también son blanco del mismo aunque prefieran no admitirlo.
Michel Foucault advirtió que nada puede ser más peligroso que un loco que se cree cuerdo, porque nos envuelve dentro de su locura y nos arrastra hasta la total desintegración de la sociedad. Todos recordamos los casos de líderes desquiciados que arrasaron a países enteros, incluso a continentes, en contra de otros grupos humanos por cuestiones de raza, religión o ideologías.
El discurso asfixiante que maneja Trump ha enajenado a una gran mayoría de la población que creen sin lugar a duda que los hispanos son criminales, violadores y narcotraficantes. Es tan penetrante su retórica que este mensaje ha calado las conciencias, despertando odios acérrimos y agresión por parte de supremacistas nacionalistas en contra de los inmigrantes, pero no de cualquier inmigrante, solo aquellos de piel oscura y de países no europeos. Lo que muchos no saben es que tras de ese discurso se esconde una narrativa mucho más potente. Es la creencia de que los hispanos constituyen una amenaza hacia la cultura anglosajona de Estados Unidos.
En varias de sus obras y artículos, el profesor de la Universidad de Harvard, Samuel Huntington, advertía sobre la necesidad de defender los valores que hacen a los americanos “americanos”. Sostenía que las hordas de inmigrantes provenientes de países hispanos están poniendo en peligro la identidad y los valores estadounidenses que han hecho de este país “una gran nación. Los cuatro componentes que según él están en peligro son: la raza, la lengua, la religión protestante y la ideología.  Huntington declaraba que los hispanos están corroyendo la cultura “americana” con su raza (oscura), contaminando con su pobreza; corroyendo la cultura protestante con las tradiciones católicas y pervirtiendo el inglés con la influencia del español. Advertía que la continuación de las altas tazas de inmigración hispana  sumado a la lentitud de asimilación eventualmente cambiarían a América en un país con dos  lenguas, dos culturas y dos pueblos. Esta dualidad, según él,  “no sólo transformaría a “América”, sino que la llevará a su degradación".

Este discurso junto con el de otros pensadores que postulan la superioridad de la raza blanca sobre todas las demás y la pureza del idioma inglés, ha permeado a los supremacistas y nacionalistas que se constituyen actualmente en grandes defensores de la identidad estadounidense, entendida como blanca, protestante y monolingüe.  Los medios de comunicación juegan un papel decisivo en replicar este discurso con figuras como el infame Lou Dobbs y la suma de reporteros de Fox News.  Términos abominables como “Illegal Aliens” se hicieron famosos y se repiten hasta el cansancio para imprimir en el imaginario colectivo la visión del hispano, cualquiera que sea, como un “alien”, el intruso, ¿extraterrestre?, extraño, extranjero, invasor. No existe en español una equivalencia de la acepción porque el vocablo en inglés posee una connotación ofensiva y discriminatoria en el peor de los sentidos.
El muro ya está erguido. Solo falta finalizarlo. Así lo proclamó Trump en su reciente visita a la frontera. Y es verdad.  Porque no se trata de una barrera física, sino de la división ideológica y mental que ha sido la bandera de su campaña y de su mandato. Este discurso repetido hasta el cansancio en los sucesivos rallys ha logrado con éxito exacerbar los odios raciales en este país.  En palabras de Lauren Carlsen: 
Millones de personas en los Estados Unidos ahora promueven discursos y  políticas abiertamente racistas y xenófobos. Antes, las ideologías de exclusión y discriminación fueron negadas en la sociedad y en el ambiente político por razones éticas que con el tiempo se volvieron reglas de convivencia. El odio hacia  latinos y migrantes, afro-americanos y musulmanes antes no tenía cabida en la  esfera pública; ahora es el pan de cada día."[1]
El desafío de nosotros los hispanos estriba en confrontar y desmentir esta campaña porque ese discurso es contra todos los hispanos, llámense mexicanos o hondureños, panameños, chilenos, uruguayos, venezolanos o colombianos. Incluso los cubanos y puertorriqueños. Muchos creen que “llegaron primero... y ya somos los que estamos;” “yo tengo mi negocio y pago impuestos.” Otros argumentan su condición de legalidad: “Nunca he sido indocumentado y cumplo todas las reglas”, “Como soy ciudadano no me puede pasar nada”.
No se trata de establecer grados de “hispanismo” de acuerdo con la procedencia, el color de piel o la asimilación a la vida estadounidense.  Todos sabemos que la categoría “hispana” no es una raza, aunque muchos la confundan como tal. El caso es que todos los provenientes de Hispanoamérica hacemos parte de la misma barca, gústenos o no. Los que hablan inglés sin acento también; los de ojos claros y piel blanca; los de segunda y tercera generación que ya olvidaron su herencia y abrazan el sueño americano con vehemencia.   
Es un hecho y es real. Todos los hispanos y latinos, como quieran llamarse, constituimos la gran amenaza en el imaginario colectivo de Estados Unidos, como criminales, violadores y narcotraficantes. Somos los aliens, los invasores. Es  nuestro deber y compromiso no ceder ante la presión y confrontar el muro imaginario que ya se cierne sobre nosotros dividiendo y replicando el mismo tipo de racismo del que somos víctimas.



[1] Carlsen, Laura. “2018: año de fronteras, muros y resistencias”. https://www.americas.org/es/2018-ano-de-fronteras-muros-y-resistencias/

 Huntington, Samuel. Who are we?: The Challenges to America’s Nacional identity. NY: Simon and Schuster, 2004.
Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica V1.  J.J Utrilla, trad. México: Fondo de Cultura Económica, [1964] 1972.

domingo, 20 de enero de 2019

Cuidado con los extremismos


Por Elvira Sánchez-Blake

No podemos permitir que el ardor del momento entorpezca el entendimiento.

El atentado contra la Escuela de Policía General Santander de Colombia es un acto muy doloroso y merece el repudio de todos los sectores. No hay excusa para que estos hechos se cometan nuevamente en el país y los responsables deben ser castigados con todo el peso de la ley. Sin embargo, es necesario tener cuidado. El peligro es que en el afán de buscar culpables se desate una ofensiva despiadada contra seres inocentes como ha ocurrido en el pasado. 

La ofensiva contra el ELN declarada por el gobierno de Iván Duque es un arma de doble filo. Es cierto que todas las pistas apuntan hacia este grupo. Pero, hay también muchos interrogantes que cuestionan lo insólito del acto. Llama la atención en principio la naturaleza del atentado. En Colombia no se acostumbran los atentados suicidas. Esto nunca había ocurrido.  ¿Por qué auto inmolarse en un escenario como el actual de aparente paz? ¿Cuál era el mensaje? ¿Qué buscaban con esto? ¿A quién le puede interesar desestabilizar las llamadas fuerzas del orden en la coyuntura actual?

El ELN se encuentra en diálogos de paz y aunque las negociaciones han sido complejas, no se vislumbraban quiebres que justificaran una acción como esta. En cambio, el efecto mediático y de temor generalizado que genera este evento presenta una justificación muy oportuna para el actual gobierno. Los agentes del orden, llámense policías o fuerzas militares, han sido declarados héroes y víctimas.  Por lo tanto el pretexto para desatar una ofensiva contra cualquier sospechoso de subversión. 

La alocución presidencial del pasado viernes así lo prefigura. El Presidente habló con firmeza en un perfecto performance de autoridad.  Pareciera que los acontecimientos le ofrecían el escenario adecuado para demostrar lo que hacía falta en su gobierno: competencia y mano dura. Era la oportunidad excelsa de demostrar los atributos que exigían sus votantes y detractores. Además, fue la justificación para culpar al ELN de todos los actos de violencia recientes, incluyendo el asesinato de líderes sociales. Esto último es  una forma de desviar la atención hacia los verdaderos responsables.

Los autores de los crímenes de líderes sociales son perfectamente conocidos. Se llaman Los Rastrojos, Gaitanistas o Águilas negras. Y todos sabemos que son organizaciones criminales paramilitares encargadas de impedir que las víctimas del conflicto regresen a sus tierras, que se lleven a cabo proyectos de sustitución de cultivos ilícitos, así como la reinserción de los desmovilizados de las FARC. Estas organizaciones actúan en completo antagonismo con un grupo como el ELN. Sin embargo esta acusación ya circula en las redes sociales, en los medios de comunicación y en la inconciencia ciudadanía como la verdad revelada.

Hablar de “terrorismo” es también un subterfugio para generar odios y desatar la violencia generalizada. Héctor Abad Faciolince, claramente lo señala en su columna:

Una sociedad que sucumbe al terrorismo es la que en lugar de rechazar unánimemente el acto, y permitir que las autoridades investiguen y aclaren a fondo los hechos, se enfrasca en aquello que el terrorismo pretende: en una lucha de facciones opuestas que se echan la culpa recíprocamente, bien sea por exceso de mano dura, o por mano blanda, o porque en las últimas elecciones algunos votaron en blanco, o por A o por B. Un país que no sucumbe al terrorismo es el que no permite que la convivencia civil se destruya, un país que no pierde la calma ni señala culpables a ciegas. (https://www.elespectador.com/opinion/terrorismo-y-ockham-columna-834984). 

El atentado de la Escuela de Policía General Santander en Bogotá tiene muchas aristas. Es muy triste que manos criminales se ensañen contra vidas inocentes, llámense, cadetes de la policía, líderes sociales o gente del común. Es determinante encontrar a los verdaderos culpables y no dejarnos llevar por los extremismos. NO podemos dejarnos obnubilar por las apariencias, por el temor y por los clamores de justicia. En últimas, no debemos permitir que los esfuerzos de paz se desplomen y renazcan las ofensivas de represión estatal y militar en contra de las poblaciones más vulnerables.







martes, 15 de enero de 2019

Los secretos de Espiral de Silencios/Spiral of Silence

Por Elvira Sánchez-Blake

            El 15 de enero salió al mercado la traducción de la novela Espiral de Silencios, editada por Curbstone books, una filial de Northwestern UP. La traducción estuvo a cargo de Lorena Terando, profesora de traducción e interpretación de de la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. El prólogo lo escribió mi consejera mentora y amiga de Cornell University, Debra Castillo.

            El proceso de escribir y publicar esta novela primero en español y luego en su traducción al inglés ha sido un inmenso desafío durante años de labor, agonías y sacrificios, pero también me ha generado grandes satisfacciones. Todo el proceso ha contribuido a crecimiento interior y madurez intelectual. 
Todo empezó una tarde de 1993 cuando me reuní con una compañera de la Universidad del Valle donde tomaba un curso sobre género y literatura. Mi compañera me había pedido algún tipo de ayuda con un texto que estudiábamos.  Fue así como la invité a mi apartamento para conversar.  Como parte de la discusión del texto que nos ocupaba surgieron anécdotas de su vida.  Yo quise saber más y ella me contó su historia. Esa noche la recuerdo como una experiencia de gran intensidad. Al calor de una jarra de agua de panela María Isabel Giraldo me contó la historia dramática de su vida como militante de un grupo guerrillero y su lucha por sobrevivir en medio de los avatares de ser madre, guerrera y activista. Esa noche, ella también me entregó una carta dirigida a su hijo Miguel. Me pidió  que se la guardara. Miguel había nacido en la cárcel cuando ella tenía apenas quince años. El niño le fue sustraído de su lado con la pretensión de que no se admitían bebés en una prisión. Cuando ella salió amnistiada nunca lo pudo encontrar. Su búsqueda incesante la llevó a ser parte de el ELN y a convertirse en luchadora y activista.  En los últimos tiempos había desertado del grupo guerrillero y se encontraba huyendo por amenazas de muerte.  Después de esa noche nos vimos un par de veces en clase, pero al poco tiempo ya no regresó.  Lo que pasó después fue desconcertante. Ella no terminó el curso ni la volví a ver.  La busqué a través de contactos comunes y nadie supo darme razón. Simplemente desapareció. Yo me quedé con la carta a su hijo que en realidad es un poema: 
Yo madre cósmica
los alimenté con fuego
para luego abandonarlos 
en una tierra promisoria
en donde por ser se paga un precio,
el precio de la muerte.

            “Yo madre cósmica los amamanté con fuego”, se convirtió en  un aliciente. “Para luego abandonarlos en una tierra promisoria, donde por ser se paga un precio…” fue un estímulo… “El precio de la muerte” fue un compromiso con la petición de esta mujer. Tal vez no encontraría a su hijo. Quizás ella pagó el precio de la muerte.  Sin embargo, pensé que podría redimirla haciendo público su testimonio. Pero este proceso tomaría muchos años todavía.
Más adelante, durante el estudio de doctorado en literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell, empecé a buscar textos sobre la participación de la mujer en el conflicto colombiano.  Mi idea era establecer un paralelo entre la experiencia femenina en la violencia con otros testimonios latinoamericanos.  Ante la ausencia de obras que registraran narrativas de la mujer en medio de la violencia en Colombia mi alternativa fue recoger yo misma estos testimonios. Dada mi experiencia como periodista en las técnicas de reportaje y entrevista, empecé la tarea de buscar contactos con mujeres que estuvieran dispuestas a contar su historia.
Inés fue mi primer contacto. Ella era una sobreviviente de la violencia de los años cincuenta que participó posteriormente como enlace del M-19. El día que la conocí me llamó la atención el tapiz llamado “Mujer” que destacaba en su almacén de artesanías. En ese tapiz se cifraba su vida. La expresión hábilmente lograda en la figura del telar reflejaba cómo las torceduras de la vida han moldeado la mujer que era ella. Luego, conocí a María Eugenia Vásquez, una excombatiente del M-19, quien estuvo dispuesta a contarme su historia.  En ese momento María Eugenia  se encontraba escribiendo su libro  “Escrito para no morir: Bitácora de una militancia”. Tuve la oportunidad de leer varias versiones del mismo en mi tentativa de comprender y analizar las razones de su militancia. María Eugenia me contactó con otra compañeras y pude conocer a fondo las razones y motivaciones de las militantes de grupos revolucionarios desmovilizados.
Estas historias constituyeron una sección de mi disertación y de mi libro, Patria se escribe con sangre, publicado por la editorial Anthropos en el año 2000. Una de las consecuencias inesperadas de la experiencia de recolección de testimonios y análisis de las historias de la mujer en la violencia, me ocurrió en una forma de síntesis existencial. Algunas de las entrevistas con desmovilizadas no pudieron ser registradas y otras quedaron por fuera porque no se ajustaban a los requerimientos académicos.  La historia de María Isabel seguía rondando, pero no tenía una grabación, ni siquiera notas. Solo la carta que ella me dejó. Todos este tiempo de recolección de testimonios con mujeres que tenían experiencias similares me traían de nuevo su imagen. Me sorprendí recordando pasajes de esta historia y buscando cauces para poderla materializar. No podía hacerlo desde el testimonio puesto que era una historia inconclusa y  por carecer de herramientas etnográficas.
Decidí entonces escribirla en forma de novela. La uní con otras historias y empecé a tejer una ficción alrededor de los testimonios de historias de vida que había conocido y recolectado.  El resultado es la novela Espiral de silencios. Tres voces femeninas condensan sus historias inscritas en eventos históricos que parten de la década de los ochenta y se proyectan hasta comienzos del dos mil. En ellas se narran las historias de un paramilitar, un guerrillero y un sicario, hijos de la misma mujer. Las tres voces femeninas entretejen sus historias alrededor de la lucha entre estos bandos en el escenario de un pueblo antioqueño.  Al final las mujeres se unen para detener la guerra bajo las consignas ¡No más guerra, no más odio, no más sangre!”.  Esta idea nació como reconocimiento a los movimientos de mujeres por la paz que surgen en varias regiones de Colombia.
La novela es en suma un reflejo de la historia de Colombia reciente en busca de alternativas de paz desde una perspectiva femenina. Las historias que se narran son basadas en hechos y personajes reales. La protagonista, Mariate, se basa en María Isabel, la mujer que me contó su historia una noche al calor de una agua de panela. Yo me atreví a darle cuerpo y materialidad como una forma de redención y de expiación a través de la reconstrucción de su memoria y de su inscripción como forma de supervivencia. En cierta forma, me sentí portadora de una historia que en cierta forma redime la memoria de una mujer que no sobrevivió para contarla. La novela contiene además la carta a su hijo en forma de poema.
Pero la historia también recoge ecos de los testimonios de Inés, de María Eugenia y de las mujeres que participaron en las entrevistas recolectadas para mi proyecto académico.  Las historias se tejen como el tapiz de Inés en una sola figura que representa a todas y en forma alegórica “a una mujer emergiendo de las llamas del infierno contorsionada por el dolor. Los brazos extendidos hacia el cielo  intentan alcanzar las nubes donde se asoman querubines celestiales que le tienden la mano” (Espiral 161). El tejido aparece como eje de significación y como metáfora fundamental de la novela. Las tres voces narrativas se tejen a lo largo de la novela en forma discursiva para unirse al final en la causa que las une. El tejido como alegoría representa a la vez las iniciativas de mujeres que a través del bordado, el tejido, las cochas y los textiles, han plasmado sus memorias y sus retos por la supervivencia a lo largo y ancho del país en la búsqueda de paz y de estabilidad.
Espiral de silencios también se inspiró en las iniciativas de mujeres que emergían a principios del dos mil y que tenían como fin resistirse a la guerra en regiones afectadas por la violencia. Estas iniciativas fueron tomando fuerza y adquiriendo poder político hasta constituirse en una de los promotores del proceso de paz que se han consolidado actualmente en Colombia. Las organizaciones de mujeres se unen para denunciar y oponerse a los grupos armados de todas las vertientes políticas: insurgentes revolucionarios, grupos paramilitares, militares y estatales, para reivindicar los derechos humanos de la sociedad civil.  Sus acciones generan confianza y solidaridad de organizaciones campesinas, indígenas, afrodescendientes, de desplazados, de víctimas, de familiares de víctimas de secuestrados y desaparecidos.
Estoy convencida de que la literatura posee una magia y una clarividencia. Mi novela profetiza la fuerza de las mujeres que desde el principio del milenio han crecido y fortalecido la lucha de las organizaciones por la reivindicación de los derechos fundamentales.  Varias de estas organizaciones como La Ruta Pacífica de  las Mujeres  se han consolidado como un movimiento que influyó notablemente en las negociaciones de paz. Sus consignas, La Paz Haremos, Ni un peso ni un paso para la guerra, No parimos para la guerra, complementan las arengas de la novela: No más guerra, no más odio, no más sangre, como un clamor colectivo para detener la guerra.
            Por último, la novela es también mi propio testimonio como portadora de un secreto de gran trascendencia. Como periodista de la Oficina de prensa de la Presidencia, tuve la oportunidad de ser testigo inmediato de varios acontecimientos históricos que marcaron la historia del país. Uno de ellos fue la toma del Palacio de Justicia y su posterior holocausto. No solo viví los acontecimientos en primera fila, sino que presencié la usurpación de poder de los militares al presidente Belisario Betancur el 6 de noviembre de 1985.  He contado esta historia en varios foros, publicaciones y entrevistas, pero siempre ha sido puesta en tela de juicio. Esto me ha llevado a considerar las múltiples facetas de la verdad. Porque la verdad es elusiva y porosa y depende de la intención de quién la dice.  El impacto que este evento tuvo en mi propia existencia lo resumo en palabras de una de mis personajes, Norma:
Yo me hacía la que no comprendía nada, pero en el fondo comprendí muchas verdades. Me di cuenta de la farsa en que vivíamos: la vulnerabilidad del estado y la falacia de democracia que nos ufanábamos de poseer. Yo que hasta ese momento prefería no saber ni entender, ese día ante la magnitud de lo ocurrido, abrí los ojos ante una realidad inconmesurable: ese 6 de noviembre el país vivió una de las tragedias más grandes de su historia, que marcaría el fin de un proyecto de paz y el principio de una era inexorable de violencia (Espiral 98).
Al escribir mi propia versión de los hechos he podido revelar esta verdad como un secreto a voces. No importa cómo se lea o cómo se interprete. El secreto ha sido develado por medio de la ficción.  De la misma manera, en la novela cuento otros episodios que tuvieron un impacto fundamental como la toma de la Embajada de República Dominicana  y el robo de armas del Cantón Norte por parte del M-19;  el nacimiento del movimiento MAS que precedió a los paramilitares, el principio de la era de terror de Pablo Escobar, así como otros eventos decisivos de la década de los ochenta.  Mi deseo utópico es que la coyuntura actual después de la  firma de paz le dé la oportunidad al país de emerger de las cenizas y contrariar la condena en la que pareciéramos  naufragar sin esperanza, y que la resume una personaje de mi novela:
"Señorita,  no está viendo nada nuevo.  Yo llevo años viendo la misma
guerra en diferentes épocas. Es como una mala película que repiten cada
veinte años con nuevos actores, cada vez más sanguinarios" (Espiral 150).
Así, salpicado de verdad, ficción, reflexión y un toque de esperanza, Espiral de silencios condensa los eventos que desencadenaron la violencia del fin de siglo y principios del milenio. La novela como totalidad permite una reflexión sobre la historia y la ficción y provee una forma de comprender los efectos de la historia individual en la colectividad de la nación.  
La traducción
La traducción de la novela al inglés también ha experimentado un proceso largo y complejo. Lorena Terando se comprometió a traducirla después de leer la novela en el año 2011. Yo la había conocido en el 2000, cuando ella era estudiante graduada en SUNY Binghamton.  Ella estaba buscando traducir autoras colombianas para su proyecto doctoral. Yo le recomendé el libro de María Eugenia Vásquez y este se convirtió en su proyecto de grado y en un libro de mucho éxito editorial. En el momento en que se encargó de mi novela, Lorena era profesora de traducción e interpretación de la Universidad de Wisconsin en Milwakee. Actualmente es la jefa de la Facultad. A Lorena le debo la pasión que puso en la traducción, y el esfuerzo en encontrar la editorial que la publicó.
La traducción contó con el apoyo de mi profesor y mentor, Jonathan Tittler, a quien estoy por siempre en deuda. Debra Castillo aceptó la tarea de escribir el prólogo, el cual enmarca la novela en las circunstancias históricas y le da el contexto al proceso de escritura desde sus primeros pasos. Por último, en todo el transcurso de escribir la novela, primero en español y luego en inglés, estuvo a mi lado mi compañero de vida, Roberto. Tras bambalinas su consejo y acierto han sido fundamentales. Roberto estuvo pendiente desde el comienzo de que la versión en inglés conservara el tono y el estilo del original. El postscript en inglés fue de su autoría principalmente, por el cual estoy eternamente agradecida.
Spiral of Silence es en suma, un conjunto de muchos factores que convergen en esta realización. Doy gracias a todos los que apoyaron, intervinieron e hicieron posible esta publicación.
La novela se puede ordenar en este enlace: