jueves, 5 de noviembre de 2020

El triunfo del trumpbismo

Elvira Sánchez-Blake


La estrategia del catrochavismo tuvo un éxito rotundo en las elecciones de Florida. Dicha estrategia ideada por el uribismo, ganó el plebiscito que rechazaba el Acuerdo de Paz en Colombia en el 2016, y llevó a la presidencia al pupilo del Caudillo en la contienda presidencial del 2018.  No contentos con esos triunfos,  acaba de ganar el voto hispano que aseguró los 29 votos electorales de Florida a favor del candidato republicano de Estados Unidos.

 

Todo parece indicar que la campaña de Trump contrató los valiosos servicios del Centro Democrático para asegurar el triunfo sobre los hispanos en Florida. Al igual que en las campañas que tuvieron éxito en Colombia, utilizaron un discurso manido basado en la amenaza del  socialismo castrochavista.   Esta campaña persuasiva resultó ser de una efectividad admirable sobre una población incauta, incapaz de análisis crítico, y de falta de conciencia sobre los verdaderos peligros que nos acechan.

 

De nada valen las evidencias del gobierno de Trump con sus políticas fallidas en todos los ámbitos. No solo la economía ha resultado ser una falacia que se derrumbó cuando apareció el Covid. Ni la incapacidad demostrada  en el manejo de la pandemia, a un nivel inferior que ningún otro país en el mundo. Tampoco es el peligro que supone desplomar el sistema de salud que ha otorgado un mínimo de cobertura a un gran número de población  más desprotegida. Ni que hablar de la negación de la ciencia y la eliminación de  políticas de protección ambiental, causando desastres naturales como los incendios forestales del oeste del país y la falta de medidas para prevenir catástrofes climáticas.  Lo más doloroso es que los hispanos que votaron por Trump no se dan por aludidos ante la campaña de odio contra los hispanos, la persecución a los inmigrantes, la xenofobia desplegada contra todos los latinos por igual. La separación de los padres e hijos en la frontera es una de las políticas más inhumanas contra un grupo étnico solo comparable con el holocausto nazi.

 

Ninguna de estas evidencias fue suficiente para contrarrestar el discurso castrochavista nefasto del trumpbismo. Los latinos de Miami se unieron a las marchas y caravanas en pro de su líder con arengas que despotricaban contra el peligro de instaurar un gobierno como el de Maduro, Ortega o Castro. ¿No se dan cuenta acaso de que el caudillo al que rinden culto es mucho más  parecido a  estos personajes con sus ínfulas de monarca, sus tendencias despóticas y sus dotes de tirano? ¿No perciben que es mucho alarmante el rumbo que ha tomado el gobierno dirigido a convertir al país en un modelo de dictadura que coarta los derechos civiles individuales?  No han comprendido que cada vez se implanta con mayor fuerza  el supremacismo blanco con el apoyo de milicias armadas similares al sistema paramilitar que prevaleció y co-gobernó en Colombia durante la primera década del milenio?

 

Por fortuna, Florida es solo un estado, y pese a que la desilusión del proceder de los hispanos es mayúscula, no va a prevalecer, porque el resto del país tal vez demuestre que es posible cambiar el rumbo del país y retornar a un gobierno democrático de respeto y dignidad.


miércoles, 6 de mayo de 2020

El régimen de la democradura


Por Elvira Sánchez-Blake

El 3 de mayo del 2020 la Revista Semana reveló un informe por el cual la alta cúpula del Ejército colombiano ha realizado interceptaciones y chuzadas a periodistas, ONGS, magistrados y abogados que investigan o reportan sobre derechos humanos o que denuncian las acciones indebidas de las autoridades. 

Ejército colombiano ejecutó durante 2019 un programa masivo de espionaje que terminó con la eleboración de más de 130 perfiles de periodistas, defensores de derchos humanos, políticos, militares y hasta altos funcionarios de la Casa de Nariño.
 
Este es uno más de los escándalos que resurgen en el país cada cierto tiempo sobre este tipo de eventos. En este caso llama la atención la interceptación de periodistas extranjeros, como es el caso de Nicholas Casey, del New York Times, quien denunció el resurgimiento de los Falsos Positivos en mayo del 2019.  El organigrama descubierto entre los documentos del Ejército sobre el periodista era tan detallado y sucinto, con información sobre todos sus pasos, conexiones, amigos, familia, y relacionados, que pone los pelos de punta. 

El mismo esquema revela en detalle el seguimiento a 30 periodistas entre nacionales y extranjeros.  Entre ellos, se contaban corresponsales estadounidenses que reportan sobre Colombia  para medios como NPR o Wall Street Journal.  Las carpetas descubiertas ponen al descubierto detalles de la vida privada de los perfilados, tales como contactos familiares, amistades, dirección, teléfono y hasta las multas de tránsito. Lo significativo del caso es que mientras los periodistas colombianos se han habituado a  operar bajo amenazas y seguimientos, los reporteros internacionales no habían sido blanco de estas chuzadas.  Las carpetas de seguimientos incluyen también a abogados del Colectivo Alvear Restrepo,  al director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, y a magistrados de la Corte a cargo de casos judiciales de altas personalidades políticas.

Pero, igual que sucedió hace treinta años cuando mataron a Luis Carlos Galán, a Bernardo Jaramillo,  a Héctor Abad Gómez, o hace 23 años, a los ambientalistas del Cinep, Mario Calderón y Elsa Alvarado;  a los penalistas, Jesús María Valle y Eduardo Umaña,  al humorista Jaime Garzón, y más recientemente, a los líderes sociales, no pasa nada.  Como bien señala el reportaje de Semana: “el Ejército ha soportado varios graves escándalos. Todos han estado involucrados, directa o indirectamente, en operaciones cuestionables. Cuando estas quedan al descubierto y estalla el escándalo, siempre ocurre lo mismo: los integrantes son trasladados a puestos administrativos por sus jefes mientras la marea del escándalo baja y meses después regresan para comenzar un nuevo encargo.”

Lo más alarmante del caso es que estos escándalos solo ahondan la polarización del país. Mientras unos se alarman ante las revelaciones, son más los que apoyan este tipo de interceptaciones bajo el infame argumento, “no importa lo que hagan los militares si salvan al país del 'comunismo'”. Este argumento es tan perverso porque sirve para justificar cualquier actuación indebida por parte de la institución a cargo de salvaguardar al país.  La continua acusación de ”izquierdistas” a personas que se ocupan de  reportar abusos de violencia o de derechos humanos, así como de defender a poblaciones marginadas, ha sido causal y motor de una gran cantidad de crímenes que se cometen y se siguen cometiendo en el país. Es la justificación perfecta para seguir perpetuando la supervivencia de una “democradura” (democracia-dictadura), término acuñado por Javier Giraldo para denominar  un modelo de estado que impone un régimen de dictadura bajo una fachada de democracia.

Los que piensan que el Estado de derecho se rige por la persecución a periodistas, abogados, juristas que denuncian las violaciones  de derechos humanos y combaten las arbitrariedades de las autoridades, bajo la supuesta defensa contra el “comunismo” están muy equivocados.  Esta es una falacia indecente y por sobre todo, una manipulación de las conciencias, de las mentes débiles, mal informadas, y ausentes de criterio propio.  Ya basta de los sofismas de distracción que pretenden defender a los “buenos” de los peligros del “comunismo”.   Las interceptaciones ilegales por parte de las altas esferas de los mandos militares es un acto execrable que merece los máxima condena por parte de todos los segmentos de la población. No hay excusa para tanto cinismo.









[1] https://www.semana.com/nacion/articulo/the-new-york-times-responde-a-los-seguimientos-del-ejercito-colombiano/667721.

martes, 7 de abril de 2020

La locura colectiva en tiempos de Coronavirus


Por Elvira Sánchez-Blake


            ¿Cuántos ciegos serán precisos para hacer una ceguera?
                                                                                                (José Saramago)


Nunca antes nos habíamos visto enfrentados a una situación como esta: confinados al aislamiento social bajo la amenaza intangible de un organismo invisible con más poder que un arma nuclear.  La amenaza no tiene un color político, no es de izquierda ni de derecha. Aunque muchos quisieran atribuirla a sus enemigos ideológicos. No respeta razas ni procedencias étnicas, ni a ricos ni a pobres.  Todo el planeta se encuentra amenazado.  La única defensa: distancia social y encierro total.  El mayor riesgo de esta medida es caer en la locura colectiva y paranoia generalizada. Lo cual ya está ocurriendo.

Resulta que el ser humano es social por naturaleza y la separación de sus semejantes puede resultar en una perturbación mental más peligrosa que la enfermedad que se intenta prevenir. El encierro obligado aun en compañía de “seres queridos” impone una convivencia constante que degenera en desavenencias agudizadas por el miedo de contraer el virus letal.

Este clima de irritabilidad se exacerba si vivimos pendientes de las noticias que provienen del exterior a través de la televisión y las redes sociales.  El bombardeo de noticias continuo sobre los datos crecientes de la pandemia y las tasas de mortalidad genera un estado de ansiedad.  Si a esto se suman las cifras de la caída abismal de la bolsa de valores y el colapso inevitable de la economía, la ansiedad se convierte en terror.  Mientras en una pantalla las curvas suben exponencialmente, en la otra, bajan a un ritmo acelerado. Una mala combinación para el cerebro que procesa datos diametralmente opuestos a lo que está en capacidad de procesar.

Algunos hablan del apocalipsis y del fin de los tiempos. No, eso no es tampoco. Otros de una catástrofe natural y de la venganza del planeta. Hay quienes acuden a fuerzas sobrenaturales.  Hay que ver solo el número de mensajes por las redes sociales de videntes, oráculos y prestidigitadores que anunciaron esta pandemia.
  
Creo  que más alarmante que el contagio del virus, es caer en inestabilidad mental.
Los elementos están dados: paranoia informática, obsesión, desajuste del mundo natural; inestabilidad de los actos cotidianos, encierro y enervamiento. Una distopía total.

Nuestro mundo ha cambiado, pero es nuestra responsabilidad  mantenernos cuerdos y racionales ante la adversidad que nos envuelve. Es el deber de cada individuo proteger a sus seres queridos, manteniendo serenidad bajo un régimen de salud física y mental dentro del marco que proporcione estabilidad. Si el Papa les da consuelo, miren al Papa; si escuchar música apacigua el espíritu, dedíquese a escuchar, cantar o interpretar música.  Si el arte le proporciona serenidad, despliegue su creatividad.  Si lo suyo es  hacer ejercicio, se puede hacer en variadas formas aun en medio del encierro.  Lo más recomendable es leer, leer, leer y escribir.  Hay muchas formas de mantenerse sanos dentro del caos.  Esa es la principal responsabilidad que tenemos como individuos racionales  en momentos de desequilibrio mundial.

lunes, 24 de febrero de 2020

La fosa del horror

Por Elvira Sánchez-Blake


Es increíble que en Colombia pasen estas cosas. Los colombianos nos asombramos de las violaciones de derechos humanos de Venezuela  Cuba y México, y reaccionamos con horror ante las torturas y desapariciones ocurridas en Chile, Argentina y Uruguay durante la Guerra Sucia.  Pero, en nuestro país suceden hechos más atroces e impensables, como la reciente fosa común descubierta en el Cementerio de Las Mercedes en Dabeiba, Antioquia.  En este sitio fueron encontrados  más de 50 cuerpos ejecutados para hacerlos pasar como bajas en combate por el Ejército Nacional. Esta muestra de deshumanización es comparable solo con los actos más abyectos de que se tenga conocimiento en la historia del mundo.

La Revista Semana fue el primer medio en documentar el hallazgo de la fosa en su edición de diciembre del 2019.  Al parecer, unos soldados que participaron en la operación, otorgaron los datos y gracias al concurso de la Jurisdicción Especial para la Paz se empezó a excavar en el cementerio y encontraron los cadáveres, algunos envueltos en bolsas y otros tirados al azar.  Varios de los cuerpos habían sido desmembrados.  El soldado declaró que  la mayoría de las víctimas eran traídas de Medellín. Escogían jóvenes incapacitados o de extracción humilde, a quienes mataban y luego camuflaban con trajes y botas pertenecientes a la guerrilla. Los oficiales recibieron premios con bonificaciones y descansos por parte de los mandos superiores.  Todo esto sucedió en los años 2006 y 2007 bajo el mandato  de la Seguridad Democrática. 

La semana pasada las pruebas de ADN practicadas por funcionarios de la JEP  identificaron el primer cuerpo perteneciente a Edison Lezcano, un hombre de 23 años que no tenía ningún antecedente criminal ni nexos con la guerrilla, y que se dedicaba a cultivar la tierra con su familia. Los padres y familiares celebraron la noticia y pudieron finalmente enterrar los restos de su hijo en un osario del cementerio con su nombre y datos personales.

Llama la atención la ligereza con que ha sido tratada esta noticia.  Hasta ahora se han registrado algunas reacciones en la prensa, pero las fuerzas militares siguen tan campantes y el gobierno ni siquiera ha hecho mención de este hallazgo. Por el contrario, condecoró a los generales más implicados en los Falsos Positivos.  La JEP anuncia que continuará las investigaciones y el proceso para identificar culpables. Pero, si usted le pregunta a cualquier colombiano, aquí no pasa nada.   

En casos parecidos ocurridos en la historia del continente, las fosas comunes han sido la clave para desatar la ira colectiva de todo un país y para procurar castigos a los culpables e indemnizaciones a los allegados a las víctimas.

El caso paradigmático es Chile, donde todos sabemos los  horrores cometidos por la dictadura militar de Pinochet. Al término de su mandato y tras investigaciones de la Comisión de la Verdad, se encontraron varias fosas comunes: la fosa de Pisagua en el desierto de Tacama, donde se encontraron 15 cuerpos fusilados.  En Copiacó, se descubrió otra fosa con 13 cuerpos y en el Patio 29 del cementerio general de Santiago, fueron halladas más de cien víctimas de la dictadura.  Todos estos sitios han sido declarados monumentos nacionales a la memoria con la promesa de Nunca Más.

Los militares chilenos involucrados fueron procesados. El mismo Pinochet se vio obligado a comparecer ante la justicia, pese a que nunca fue condenado. Los hechos se conocieron  y desataron el furor del mundo entero.  Para hacer otra triste comparación, el número de desaparecidos en Chile llegó a 40.000.  En Colombia no hay una cifra exacta, porque siguen desapareciendo, pero suman muchísimos más de 100.000 hasta la fecha.  Lo peor es que no hay un punto final a estos horrores que ya ni siquiera causan espanto. Hemos sucumbido a la anomia, a la incapacidad de reaccionar ante las atrocidades, porque se convierten en una noticia más dentro de las muchas que suceden en la cotidianidad.

jueves, 16 de enero de 2020

Paroxismo: persecuciones, asesinatos y chuzadas



Colombia amaneció a la nueva década  con un nuevo record: el mayor número de asesinatos por día en solo dos semanas del año.


En los primeros 15 días del mes de enero  han sido asesinados veinte líderes sociales en Colombia.  Más de uno por día.  La reacción del gobierno es reforzar con  fuerzas policiacas y militares las zonas en conflicto. Como si no supiera todo el mundo que ellos son los mismos que  amparan las persecuciones y matanzas.

Como los ciclos se repiten en el país como una maldición que llega al paroxismo. Esta misma semana se conocieron las interceptaciones ilegales a magistrados, políticos, periodistas y funcionarios que llevan el caso del expresidente Uribe sobre manipulación de testigos.  Dichas chuzadas han sido ordenadas y monitoreadas por mandos militares. Es decir, se repite la historia de principios del milenio cuando el Departamento Administrativo de Seguridad  -DAS- se convirtió en el mecanismo de interceptación ilegal de todo aquel  que estuviera en contra del gobierno de turno.

Vuelve y juega. No solo los asesinatos a líderes de derechos humanos, a líderes sociales, a los que trabajan por la comunidad, los que se oponen a los cultivos ilícitos, a la minería ilegal, aquellos que llevan a cabo los proyectos establecidos en el Acuerdo de Paz.  Una investigación de la revista Semana revela que el Ejército habría ordenado realizar múltiples interceptaciones de comunicaciones sin ninguna justificación real. Entre los interceptados se encuentran Roy Barreras, senador del partido de la U; Camilo Romero, exgobernador de Nariño, y Cristina Lombana, magistrada de la Corte Suprema. También se han encontrado micrófonos ocultos del magistrado, César Augusto Reyes  y del Alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina.

Todo esto no es sino un replay de una película que repiten cada veinte años con actores más sanguinarios y con tecnologías más sofisticadas. Y pareciera que los actores no cambiaran, solo los cargos. El mismo Ejército, con los mismos sofismas de distracción, bajo las mismas premisas y con la  misma desfachatez.

De igual forma, los asesinatos a líderes sociales y comunitarios siguen a la orden del día. El año 2020 arrancó con una crisis en Bojayá, otro escenario que lleva décadas de violencia desalmada.  Varios asesinatos fueron denunciados en Putumayo, Chocó, Valle del Cauca y Cauca, Antioquia y Norte de Santander. La mayoría de ellos son líderes indígenas y campesinos.  Las persecuciones ocurren en lugares donde se hallan las crecientes fuerzas paramilitares convertidas en bandas criminales al amparo de narcotraficantes poderosos y autoridades locales. También se encuentran en estas zonas miembros del ELN y disidencias de las FARC.    Pese a los inistentes llamados de las Naciones Unidas a tomar acciones efectivas con presencia del estado y con políticas de salud y educación, la única respuesta por parte del gobierno es incrementar las acciones militares. Todo parece indicar que esta medida solo refuerza las propias fuerzas ilegales y amparan a los asesinos, no a las víctimas.


Camila Loboguerrero, activista y artista, miembro de la Comisión de sabios, resume la situación de Colombia en una forma puntual:

“¿Pero para qué niños estamos soñando? ¿Si los estamos matando, si entre las desalmadas guerrillas, los militares y los paramilitares los hemos convertido en carne de cañón? ¿Si para el gobierno los niños, retenidos a la fuerza y obligados por los violentos, son solo combatientes para aniquilar? ¿Si a los niños indígenas… los aniquilamos a punta de metralleta o condenándolos a morir de hambre, al fumigar sus cosechas con glifosato, ese pesticida supuestamente inocuo en palabras de la vicepresidenta, la misma que nos convocó a pensar en un mejor país? ¿Si vamos a acabar con los campesinos, además de los indígenas? ¿Pensamos un país mejor para quiénes? ¿Para los hijos de ese 1% que maneja el 80% de los recursos? ¿Para el 1% más rico del país?” (Revista Arcadia).

La historia se repite y se sigue repitiendo ya ni siquiera por ciclos, sino con un método calculado y preciso.  Hasta la locura tiene método, dijo Hamlet.  Mientras tanto la gente en Colombia se aterra por las noticias del Medio Oriente, de Australia y de Venezuela. Sin percatarse de que la tragedia colombiana es más cruel, sanguinaria y deshumanizada que la de ningún otro lugar en el planeta. 

Referencias
The Guardian. Enero 14, 2020. https://www.theguardian.c: om/world/2020/jan/14/un-staggering-number-activists-killed-colombia 

Revista Arcadia. Enero 13, 2020:  https://www.revistaarcadia.com/opinion/articulo/camila-loboguerrero-cuenta-por-que-no-fue-a-la-rendicion-de-conclusiones-de-la-mision-de-sabios-que-integro/79935

Revista Semana. Enero 12, 2020. 
https://www.semana.com/nacion/articulo/chuzadas-por-que-se-retiro-el-general-nicacio-martinez-del-ejercito/647810