Hoy se celebra el día de la madre. Esta es una fiesta que tiene un fin comercial y de mercadeo, pero también sirve como excusa para homenajear a nuestras madres, abuelas y familiares. Hoy quiero recordar a mi madre, el ser que representa esa ancla fundamental en mi formación y personalidad. Mi vida y quien soy está marcada por la mujer que me engendró,
me dio a luz, me crió, me amamantó, me nutrió durante toda su existencia con
apoyo, seguridad, bondad, amor incondicional y comprensión. Tengo el privilegio de afirmar que tuve una madre (y padre) excelentes, con una relación de amor y respeto, en donde no hay sombras ni resentimientos. Todo lo que puedo recordar de los seres que me dieron la vida es belleza, bondad, apoyo y generosidad.
Agradezco a la vida haber estado presente el día de su deceso y los días que lo precedieron. La tarde de su partida, ella me pidió que le cantara la canción, "Azul" antes de dormir. Había pasado mala noche por la tos que le impedía relajarse, y deseaba dormir. "Solo quiero dormir", me dijo, y me pidió la canción. "Azul" es realmente el nombre que le pusimos a la adaptación que entonábamos en el colegio para las misas, pero en realidad, el título original de esa pieza es "Mañana de Carnaval", una Bossa Nova del brasilero Luiz Bonfá. Después de cantarle muy quedamente, ella se quedó dormida y por fin dejó de toser. Esa noche ella ya no despertó, o si lo hizo, fue muy brevemente. La neumonía le había atacado de nuevo con toda su potencia y cuando dejó de toser fue porque se había presentado la falla respiratoria. A la madrugada, ella se apagó como una vela con sus hijos y algunos de sus nietos a su alrededor. No sufrió. La vimos expirar y en cierta manera, fue un alivio. Ya no tendría más dolor.
Mamita descansó fiel a sus principios, a la vida plena que vivió dentro de sus valores morales y cristianos, tal como ella los creyó y los interpretó. Hace ocho años ella se liberó del peso de la vida. Hoy me siento en el deber de continuar hacia el futuro, asumiendo con entereza el ejemplo y las enseñanzas de este ser tan maravilloso que la vida me dio como MADRE, en toda su dimensión.
Mi madre representa ahora ese
estado de perfección que se alcanza en una vida de armonía, por lo que ella
encarnó, nutrió y creó a partir de sí misma como ser humano. No es sólo lo que ella dio como mujer,
esposa, madre, hija y amiga, fue su proyección a través de todo lo que fue.
Somos sus hijos, sus nietos, los amigos y conocidos, que recibieron de ella ese
nutriente fundamental de la simiente constitutiva de belleza y de bondad. Mamita fue eso, “creadora”, el árbol madre
que provee la semilla y la esparce a su alrededor para que crezcan y florezcan
con frutos diversos que se multiplican a su vez con la simiente nueva y
fecunda. Mamita no ha muerto, pervive y
se proyecta con su energía de árbol de la luz que no perece porque su
magnetismo permanece en nosotros, sus receptores y generadores de nuevas
descendencias. Tenemos el compromiso de ser portadores de su energía y nutrientes de la semilla que se regenera en cada ciclo. Mamita está presente en
nosotros en su estado espiritual, cualquiera que sea el nombre que le demos, en
esa Nirvana, estado de perfección o en el Paraíso espiritual, un estado de equilibrio espiritual que ella
alcanzó en toda sus formas y que nos impulsa a seguir existiendo para
transmitir ese legado de armonía que ella instituyó en cada uno de nosotros y
en nuestra descendencia.
Después
de este día feliz,
Yo
sé que otro día vendrá.
En
nuestra mañana
tan
bello final
Queremos
decir a Dios:
Cantará el corazón
Cantará el corazón
La
razón del vivir
Cantará
sin hablar
al decir....
Descansa
en paz Mamita.
Elvira Sánchez Rueda
Elvira Sánchez Rueda
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