sábado, 12 de abril de 2025

Mobilización social

 

 


Las protestas del pasado fin de semana son una señal clara de que la ciudadanía comienza a despertar del letargo en el que cayó ante la avalancha de medidas impulsadas por el Magnate en su segundo mandato. Las reacciones provienen de todos los sectores, incluso de aquellos que antes defendían al mandatario a capa y espada. Y esta reacción tiene una causa fundamental: les tocaron el bolsillo, y eso sí que les dolió.

La guerra comercial de aranceles desatada por el Magnate ha tenido repercusiones a nivel global. El mercado de valores se desplomó de un día para otro, y las decisiones en materia arancelaria cambian constantemente, sin seguir una estrategia clara ni un plan definido. Como lo expresó Rachel Maddow en  MSNBC, es como si un niño estuviera sentado frente a un tablero lleno de botones, presionando aquí y allá sin método ni objetivo. Solo que este tablero es la economía mundial, ahora en manos de un inepto rodeado de alfiles que no se atreven a contradecirlo.

El caso es que una gran parte de la población teme por el destino de sus finanzas. Los pensionados enfrentan el caos del Social Security en manos del DOGE; los veteranos, la incertidumbre sobre sus derechos de retiro; y todos ellos, la amenaza de perder el seguro médico que provee Medicare.

Funcionarios de entidades estatales han quedado desempleados sin justificación alguna, y muchos otros temen que les llegue el turno cuando Elon Musk y su equipo de tecnócratas lleguen a sus dependencias con una carta de despido en la mano.

Las empresas privadas tampoco están a salvo. La industria de la salud, la construcción y el sector agrícola corren el riesgo de perder subvenciones, apoyos a la investigación o de enfrentar el alza de costos por la imposición de tarifas sobre insumos básicos.

El sector educativo se encuentra ad portas de una crisis: el desmantelamiento del Departamento de Educación, los ataques sistemáticos a las universidades y las sanciones impuestas por no acatar las órdenes de eliminar los programas de Diversidad, Igualdad e Inclusión han puesto en jaque a todo el sistema.

A esto se suma la detención arbitraria de estudiantes acusados de antisemitismo por apoyar la causa palestina, ya sea mediante escritos o en manifestaciones públicas.




 

¿Caos? ¿Volatilidad? Es mejor no pensar... al menos, hasta que nos llegue el turno.

Y, sin embargo, las demostraciones multitudinarias de rechazo que se vivieron en todo el país el pasado 5 de abril despiertan una chispa de esperanza. Ya sé que puede parecer un consuelo menor en medio de tanta devastación, pero es la prueba de que el descontento generalizado puede convertirse en movilización social, y esta, a su vez, en un efecto dominó dentro de la colectividad.

Eso fue exactamente lo que sentí cuando me acerqué a varias personas durante la manifestación: la energía colectiva de gritar al unísono en favor de la democracia y en contra del fascismo.

Eso, sin duda, es un signo de esperanza.

 

Con mi amiga Gisselle en la manifestación de Venice, Fl. Las únicas latinas en la demostración.