lunes, 28 de julio de 2025

La adaptación de Delirio a Netflix se queda corta

Por Elvira Sánchez-Blake

La serie Delirio, que se transmite desde el 18 de julio por Netflix, no le hace justicia a la novela del mismo nombre de Laura Restrepo. En muchos aspectos la adaptación perdió la oportunidad de transmitir los mensajes trascendentales que hacen de la obra literaria una pieza fundamental en la narrativa colombiana contemporánea.

Es comprensible que adaptar una novela de la complejidad de Delirio al cine no sea una tarea fácil. Los productores invirtieron dos años en la escritura del guion, investigación de los temas y en la recreación de los escenarios a la época en que ocurren los eventos. Es justo reconocer que los escenarios, los vestuarios y la ambientación consiguen trasladar a la audiencia a la Bogotá de comienzos de los años ochenta y algunos de los personajes logran buenas interpretaciones. Celebro también el uso de locaciones reales en Colombia y la participación de actores nacionales con las correspondientes formas de lenguaje utilizadas en la época en que se sitúa la narrativa.

Sin embargo, son muchos los aspectos que se quedan cortos si consideramos que Delirio es una obra maestra que intenta reflejar la locura colectiva de una nación acosada por la violencia política, el narcotráfico en medio de una sociedad de clases opresiva y excluyente que se vivía a finales del siglo XX.

Aunque la serie intenta reflejar el desquiciamiento de la protagonista Agustina tema principal de la novela—, no logra comprender las causas de su enajenación ni representar las facetas en que se produce el colapso mental.

En la novela, la crisis de Agustina es ocasionada por el quiebre de su mundo interior y exterior. Su mundo interior se rompe por la desidia de la madre; la violencia del padre hacia su hermano Bichi; la hipocresía de su círculo social, y por el catálogo de falsedades y secretos de la familia Londoño. En el ámbito externo, la deslegitimación del Estado y la inversión de valores generada por el narcotráfico completan el escenario de caos. Todos estos elementos recaen sobre la personaje. La novela alcanza un nivel de grandeza al revelar que la base de la locura individual es un espejo de la negación colectiva de la realidad y la preferencia de vivir en mundos falsos desconectados del mundo real. En este sentido, la serie de Netflix no logra capturar la complejidad ni la fuerza poética del texto original. Aunque visualmente cuidada, la producción cae en el terreno de una telenovela convencional, desprovista del clima de locura colectiva, crítica social y profundidad emocional que atraviesan la obra literaria.
 

Agustina posee “el don de los ojos”, una capacidad extrasensorial de ver más allá del umbral natural y que en ocasiones revela lo que está oculto o vedado a los demás. Además, desde pequeña, Agustina celebra rituales de purificación con su hermano Bichi, anclados en unos poderes que nacen de la intuición. Estos dos elementos están prácticamente ausentes en la serie, o apenas se sugieren, lo que le resta potencia dramática y sentido a la narrativa visual.

La decisión de los productores de representar la locura de Agustina a través de los bichos una especie de escarabajos desagradables— no logra la carga simbólica que se propone. En la novela los ritos de purificación que después se verán proyectados en los rituales de poner vasijas de agua por toda la casa, y la importancia de los colores, las velas, el tarot y demás artilugios, definen la naturaleza del estado mental de Agustina con una conexión a la infancia. En la serie, estos elementos aparecen fuera de contexto y por tanto, carecen de significación.

Al simplificar el papel de Agustina, la serie pierde su centro gravitacional y, con ello, gran parte del impacto emocional y político de la historia. Lo que en la novela es un viaje al corazón roto de una familia y de un país, en la pantalla queda reducido a una sucesión de eventos sin la densidad simbólica ni la profundidad psicológica que la historia merece.

El otro personaje que falla en su representación es Midas McAlister. En la novela el Midas es un personaje formidable en su caracterización como el arribista, manipulador y carente de escrúpulos. Su astucia le permite infiltrarse en la alta sociedad para convertir el imperio del oro del narcotráfico a través de los dineros de la vieja y desgastada clase oligarca bogotana. Desde que tiene acceso al colegio de niños ricos, él se encarga de imitar y copiar los gestos, tratos despectivos y gustos de su amigo Joaco, para convertirse en este ente impostado que niega su propia clase. Agustina tiene un romance con él en su primera juventud y ella queda embarazada, pero él la abandona a su suerte y ella se ve obligada a practicarse un aborto sola. En la serie, Midas aparece como un tipo ‘buena gente’ que no es aceptado por la madre de Agustina; el padre apenas lo soporta para que le maneje sus negocios ilegales y Joaco lo considera su amigo por conveniencia. Cuando Agustina queda en embarazo, Midas la lleva a conocer a su madre en su barrio marginal de Bogotá. La madre y Agustina entablan una amistad y se hacen la ilusión de una nueva familia. Esta transformación en hombre “bueno” y sensible le resta a los mensajes fundamentales a la novela. Midas representa el burlador burlado, el genio de las finanzas que es capaz de hacer hasta lo imposible por negarse a sí mismo, a su clase y a su madre por alcanzar la cima de intentar ser aceptado por la clase alta bogotana. Pero este intento es infructuoso porque como lo dice Restrepo en la novela:

Así te hayas ganado el premio Nobel de literatura o seas el hombre más rico del planeta o llegues primero en rally Paris-Dakar, o seas un tenor de todo el carajo en la opera de Milán, en este país no eres nadie comparado con los de “ropón almidonado” (Delirio, 155).

Es lamentable que la serie no logre reflejar la dimensión de estas líneas, ni el mensaje central de la novela: el malestar profundo generado por siglos de marginación que da origen a personajes como Pablo Escobar y al propio Midas, quienes al adquirir poder económico doblegaron la clase política y las estructuras sociales creando un caos de inversión de valores y de legitimidad.

La omisión de personajes claves como Rony Silver, el agente de la DEA, que se lucra por punta y punta: por medio de los sobornos que impone a los socios y por las ganancias que recibe de los cargamentos de droga, es una falla de la producción visual. Su participación en el macabro negocio es fundamental en las redes del narcotráfico que revela Restrepo. La adaptación se limita a mostrar a los guardaespaldas, una serie de matones, que al final se enlazan en escenas de tiroteo como de thriller barato que disminuyen el valor de la trama en su totalidad.

Una de las escenas fundamentales de la novela, cuando Agustina descubre el crimen ocurrido en el gimnasio de Midas, por medio del “don de los ojos”, no aparece en la serie. La supresión de esta escena tan significativa como detonante de la locura de Agustina, le resta un gran valor a la totalidad del relato y elimina la significación esencial de la obra.

Otras escenas importantes se desdibujan en la serie. Me refiero a la visita sorpresiva de Agustina a la casa de Martha Helena (la exesposa de Aguilar), que en la novela es irónica y brillante, queda anodina en la pantalla. La escena de las primas de Pablo Escobar rechazadas por Midas para ingresar en su gimnasio, por su "deplorable origen social",  que en la novela es un pasaje magistral, pierde todo su filo de ironía y el peso de denuncia en la serie. 

Me pregunto por qué los guionistas no aprovecharon las notas de humor, la ironía, el sarcasmo, y la riqueza de los diálogos de la novela, así como pasajes donde hay líneas agudas y contundentes. El guion se reduce a diálogos convencionales, exentos de sutilezas y del refinado tono del texto original. En definitiva, los productores de la serie de Delirio en Netflix dejaron pasar una gran oportunidad para hacer justicia a una de las novelas más magistrales de la literatura colombiana contemporánea.



 

miércoles, 2 de julio de 2025

Mi amigo Rogelio

 

El centro de detención Alligator Alcatraz inaugurado esta semana en los Everglades, es una muestra tangible de la maldad que habita en la especie con mayor capacidad de generar odio y destrucción.

Yo vivo en medio de una zona de pantanos e islotes, al norte de los Everglades. Mi casa está rodeada por los mismos canales que forman parte de este vasto ecosistema. El patio bordea uno de estos canales, repleto de plantas, aves y lagartos que abundan en esta zona. Tengo un amigo muy querido que nos visita de cuando en cuando. Se llama Rogelio.

Rogelio se pasea por el riachuelo con elegancia y sobriedad. Pasa de largo dejando una estela como un jet, apenas deja ver su hocico y su cola larga y majestuosa. Los árboles de copiosas ramas baten sus ramas y le abren el paso en su recorrido. Cuando se cansa, suele posarse en una de las orillas a tomar el sol. Las aves del subtrópico floridiano de diversas especies pasan a su lado sin inmutarse: La garza blanca, los ibis de plumaje azul y negro; las gallináceas de pico colorado y las imponentes aninghas de cuello largo, cabeza de serpiente y alas extendidas rodean a Rogelio, y él impasible, comparte con ellas su hábitat. En las noches, Rogelio nos ofrece una serenata de sonidos particulares que hemos aprendido a reconocer. Es algo así como GRR-GRRR en ritmos acompasados de tono grave. Al escucharlo pensamos que puede ser un llamado a su pareja o un signo de cacería. Ya sabemos que a partir de la caída del sol es preferible alejarse de las orillas, puesto que es la hora en que Rogelio y sus compañeros buscan su alimento. 

Durante mi tiempo en Florida he aprendido a conocer los reptiles que abundan en la zona.¿Sabían que su nombre proviene del español? Cuando los conquistadores llegaron a Florida, al ver tantos reptiles en los pantanos los llamaron “el lagarto”; este vocablo degeneró en lo que en inglés se conoce como “alligator”.

Los lagartos de esta zona son seres tranquilos, con hábitos sencillos de alimentación. Contrario a la mala prensa que se les ha atribuido, los humanos no hacen parte de su dieta. Solo atacan si se sienten amenazados. Es cierto que pueden cazar criaturas pequeñas, o animales domésticos de corta estatura. Pero esto sucede en muy raras y extrañas circunstancias.

Es por eso, que el mito, miedo, y ahora la amenaza, de que los cocodrilos y otras alimañas de los Everglades van a atacar a los inmigrantes que intenten escapar de un centro de detención escabroso llamado Alligator Alcatraz, es una falacia y una campaña deliberada para amedrentar y sembrar terror en la población.

Porque las verdaderas alimañas no nadan en los canales. Las alimaña más temible es una criatura repulsiva con fauces de tigre y penacho de plumas anaranjadas. Vino a inaugurar el Centro de detención acompañado de una víbora delgada con garras puntudas, ojos saltones, pestañas postizas y cabeza de arpía, cuyas mechas ensortijadas caían sobre su cuerpo de reptil. El lacayo que ejecutaba las órdenes es un ser vil que emite chasquidos desde su repugnante hocico. Su ejército de guerreros enmascarados con narices protuberantes y armas mortales en sus corazas de ICE, se encargan de perseguir y aprisionar a los que han tachado de enemigos.

Son ellos, engendros del mal y de la oscuridad, a quienes hay que temer.  Seres repulsivos y monstruosos han desatado una campaña de terror contra aquellos a quienes consideran diferentes: por ser extranjeros, hablar otra lengua y lucir otro color de piel.

El centro de detención Alligator Alcatraz inaugurado esta semana en los Everglades, es una muestra tangible de la maldad que habita en la especie con mayor capacidad de generar odio y destrucción entre los suyos.

Durante la inauguración del centro, el perverso mayor elogió  la ubicación del centro, en medio de los Everglades, argumentando que los que intenten escapar, caerán en las garras de las supuestas alimañas y cocodrilos que habitan los pantanos.  Resulta irónico que la peor alimaña del planeta sea quien condene a los que él considera "criminales", acusándolos de delitos tan abstractos como cruzar una frontera o trabajar sin los documentos legales.

Los nativos de las tribus Seminole y Miccosuke que aún habitan en lo que se conoce como el Big Cypress National Preserve, se opusieron a la construcción de este centro de detención. Advirtieron sobre los efectos ecológicos y ambientales que puede ocasionar este complejo en medio de la naturaleza virgen. Los líderes de las naciones indígenas argumentaron que estos territorios hacen parte de su cultura ancestral y deben ser respetados. En un comunicado expresaron su descontento:

Vivimos aquí. Nuestros antepasados lucharon y murieron aquí. Están enterrados aquí. El Big Cypress es parte de nosotros, y nosotros somos parte de él. 

Por supuesto, a las autoridades no les importa ni lo que piensen ni los pueblos originarios, ni los ambientalistas, y mucho menos los seres compasivos que protestan contra las condiciones inhumanas y denigrantes del centro. Ellos se ufanan de su gran ingenio al ubicar una prisión más parecida a un campo de concentración en medio de lo que ellos consideran alimañas salvajes y temibles. 

Este es el horror al que nos enfrentamos bajo  la administración más cruel y destructiva que haya conocido este país. 

En palabras de Eduardo Galeano: "Es el dios del miedo, el dios del miedo que tiene dientes de rata y alas de buitre".