El
mundo amaneció el 9 de noviembre con la fatídica noticia del triunfo de Trump.
Pero, no ganó Trump, ganó la insensatez. Triunfó el odio y el
prejuicio, el racismo y la xenofobia; el sexismo y la misoginia. Se revelaron
los extremos más tenebrosos de la especie humana.
Este
evento se suma a los triunfos del No al Acuerdo de paz en Colombia; al de Mariano
Rajoy en España; al referéndum del Brexit de Gran Bretaña, a la reelección de
Daniel Ortega en Nicaragua. 2016 pasará a la historia como el año del
renacimiento de los totalitarismos en el mundo y de la legitimización de los
sentimientos más innobles de la humanidad.
La
victoria de Trump culmina esta serie de eventos con una capitulación de la
racionalidad. Se convierte en una derrota de la cordura tan inesperada e
incomprensible que deriva en el culmen de la insensatez. ¿Cómo medir el impacto de los acontecimientos
que se avecinan? ¿Es posible calcular la dimensión de las maquinaciones de un
demente que regirá los destinos del mundo a partir de ahora?
Yo
nací en un mundo donde primaban las ideas conservadoras, los prejuicios y las
exclusiones. Fui testigo de los resultados nefastos de estas tendencias y del
desplome de los estados fascistas y totalitarios de extrema derecha y de
izquierda. Apenas nos estábamos recuperando de sus efectos y se empezaba
a avizorar un mundo exento de prejuicios y mezquindades donde el Otro tuviera
derechos y oportunidades, en donde fuera posible la utopía contraria que
profetizara García Márquez en su discurso del Nobel.
Yo
me ufano de haber educado a una hija con una perspectiva amplia y progresiva,
de aceptación e inclusión. Eso me lo permitió haber accedido a una universidad
como Cornell y a un lugar idílico como Ithaca, NY. Victoria se crió como
parte de un todo sin diferencias ni marginaciones. Se ha dado el lujo de no
crecer con imposiciones ideológicas ni religiosas. Es decir, de gozar una libertad con responsabilidad. Y esa oportunidad de crecer en un mundo de
libertades se desploma en este momento ante el futuro que nos espera.
Es
como si regresáramos una centuria a la época del surgimiento de regímenes
fascistas, que entronizaban las ideas de la supremacía blanca y el nativismo
nacionalista. El famoso slogan que caracterizó la campaña de Trump, "Make
America Great Again" promueve eso mismo: el resurgimiento de las
divisiones étnicas; la promoción del odio contra hispanos, musulmanes, negros y
chinos; la aniquilación de los derechos adquiridos por mujeres, por la
población del LGBT y todos aquellos que han sido marginados, pero que por
primera vez en la historia conquistaban derechos fundamentales. Es la antítesis
de la evolución humana, el retroceso a la era de las tinieblas.
El
triunfo de Donald Trump abre una caja de pandora cuyas dimensiones no podemos
predecir. Como señala Chris Cillizza del Fix (Washington Post), "su
triunfo es el equivalente de dejar caer una nevera o quizás, diez neveras en una laguna. Hay olas gigantes, pero muchas otras pequeñas, que no vemos hoy,
pero que están ahí."
Citas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario