La primera disputa internacional de Estados Unidos se desató este domingo contra Colombia. El presidente Petro se atrevió a oponerse a Trump. Imagínense, tremendo desacato a la autoridad del tirano. Petro rechazó dos vuelos de deportados colombianos en un acto de "braveza" o tal vez "bravuconería". La respuesta no se hizo esperar. El magnate anunció un castigo ejemplar de imponer tarifas a las importaciones colombianas y cancelar las visas a los funcionarios del gobierno, además de suspender la expedición de visas en la embajada de EEUU en Bogotá.
La audacia de Petro no duró mucho. Al día siguiente se vio obligado a rescindir su decisión y dio la orden de autorizar los vuelos de deportados. No había opción. Trump, por su parte aprovechó para desplegar su egregio poder ante un insignificante jefe de estado de una nación sudamericana. Y además, fue de suma utilidad para enviar un mensaje de advertencia a los aliados y a los adversarios de Estados Unidos: atiendan las órdenes del imperio o sufrirán las consecuencias.
Es evidente que las relaciones comerciales y políticas entre Colombia y Estados Unidos se verán afectadas por la "indiscreción" de Petro. Nadie se atreve a desafiar al tirano. Así como nadie desafió a Napoleón, a Hitler, a Mussolini y menos a Stalin. Esa es exactamente la figura que Trump quiere proyectar en pleno siglo ventiuno. Y Petro "le dio papaya", justo la que él necesitaba para poner un ejemplo ante el mundo.
Lo malo de este acto de imprudencia es que son los colombianos del montón los que pagarán las consecuencias. No sabemos hasta qué punto se extiendan las represalias en asuntos como suspensión o revocación de visas; imposición de restricciones a importaciones y a transacciones comerciales de empresas y organismos estatales y privados. Es decir, que el gesto de valentía de Petro puede traer serias consecuencias a todo nivel y los más afectados serán los que sostienen la economía y la estabilidad del país.
1 comentario:
Mejor expresado no podía ser. Gracias Elvira.
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