jueves, 24 de febrero de 2022

Falsos moralismos

 

 

    En  una decisión sin precedentes, la Corte Constitucional de Colombia aprobó la despenalización del aborto, una decisión que reconoce la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 24  como “un derecho íntimamente ligado al derecho a la vida, a la salud, a la integridad, a la autodeterminación, intimidad y dignidad de las mujeres”.

    La reacción de todos los sectores no se hizo esperar. Por un lado están los que aclaman la medida, como un avance histórico de los derechos de la mujer.  Por otro, los que se rasgan sus vestiduras y acuden a los argumentos del derecho a la vida, la moral cristiana y la consabida noción de que Dios es el único que decide sobre la vida.

    Pero es que el debate no se refiere a la aprobación del aborto como una medida que se toma como una ley de ejecución en todos los casos de embarazos. Se trata de des-pe-na-li-zar un procedimiento que de todas formas se ejecuta con o sin un marco legal y que en la mayoría de los casos obedece a circunstancias de desesperación que no se pueden juzgar ni evaluar dentro de los marcos religiosos ni de ideologías políticas.

    Y es que nadie escoge realizar un aborto. ¿Quién quisiera por voluntad propia someterse a un procedimiento para interrumpir un embarazo porque es inconveniente o molesto? Los abortos ocurren porque no hay otra opción. Debe ser la decisión más difícil encontrarse en estado de preñez bajo condiciones adversas para hacerse cargo de un hijo muchas veces como resultado de abusos sexuales, relaciones no deseadas, pobreza, y por incapacidad de traer un ser humano a este mundo. Las interrupciones de embarazos ocurren todos los días en todas partes. ¿Los que se rasgan las vestiduras no lo saben o no lo quieren saber? Lo único que cambia es que estas mujeres que se ven abocadas a esa decisión no tendrán que hacerlo en clandestinidad y sin tener que correr la doble victimización de arriesgarse a un procedimiento inseguro y encima de eso cargar con el peso de la ley que las convierte en delincuentes.

    Apenas se conoció la decisión de la Corte Suprema, mis redes sociales se llenaron de anuncios de “hoy es un día de luto en Colombia” y “la corte aprueba el genocidio” y “el demonio se apoderó del país”. Fuera de eso me invitan por todos los medios a que me una en jornadas de oración para combatir la amenaza que recae sobre los no nacidos. Como si fuera poco, inundan las redes con fotos de embriones y fetos en estado de gestación con consignas alusivas al derecho a la vida. Me pregunto si las personas que se cimbran sobre la cumbre de falsos moralismos se han enfrentado a la terrible decisión de suspender un embarazo. Nada más hermoso que la idea de esperar un hijo con anhelo y de contar con las condiciones para hacerlo, tanto las de un núcleo familiar que acogerá al nuevo miembro, como de las comodidades económicas para brindarle el bienestar y un desarrollo digno y sano. Y yo me cuento entre las afortunadas mujeres que tuvieron hijos bajo esas circunstancias y doy gracias por ese privilegio.

    Pero es que no todas las mujeres cuentan con las ventajas de traer hijos al mundo en condiciones ideales. Como bien se pregunta Catalina Ruiz Navarro en El Espectador:

¿Quiénes son estas malvadas mujeres que abortan en el segundo trimestre? Son las niñas que son víctimas sistemáticas de violación desde antes de haber tenido su primera regla y que no se dan cuenta de que están embarazadas porque ni siquiera saben lo que es eso. Sí, caben entre las causales, pero aun así sus abortos seguros no están garantizados y con la despenalización hasta las 24 semanas no habrá excusa para negarles sus derechos. Son las mujeres rurales que tienen que atravesar cielo, mar y tierra para llegar a un puesto de salud en donde les niegan el servicio, y a quienes les toma semanas y hasta meses poder llegar a una ciudad para practicarse una interrupción legal del embarazo. Son las mujeres que en el segundo trimestre y descubrieron una malformación incompatible con la vida y que han tenido que luchar para que la EPS les garantice su derecho, a pesar de estar dentro de una de las causales. Si una mujer llega a abortar en el segundo -o hasta en el tercer- trimestre es porque algo muy grave le está pasando, porque el sistema le ha fallado y la ha dejado desprotegida. ¿Vamos a condenar a la maternidad forzada a una niña que ha sido víctima de violencia sexual porque no se dio cuenta de su embarazo en el primer trimestre? Más de 15 años de tratar de implementar las causales no ha sido suficiente. Necesitamos la despenalización total para que la maternidad forzada no sea el destino de las mujeres y niñas más vulnerables en Colombia[1].

    Más que condenar, juzgar o moralizar sobre la decisión de la Corte, debemos aplaudir, apoyar y valorar el trabajo de los magistrados que hicieron posible llegar a esta decisión. El camino es largo. La medida todavía debe ser aprobada en varias instancias legales y en el proceso puede sucumbir. Me gustaría que la gente que solo ve mensajes de WhatsApp reconsiderara los argumentos e implicaciones de esta medida. Por un lado, se trata de despenalizar, no de promover el aborto ni de atacar la maternidad como tal. Esta decisión de la Corte reconoce los derechos de las mujeres más vulnerables, las que no tienen otra opción. Permite otorgar las condiciones de dignidad y seguridad de un procedimiento que se realiza actualmente en clandestinidad.  No debería por tanto tener un color político ni acusaciones de tipo moralistas religiosas. Mucho menos se debe acusar y demonizar a los grupos que han promovido y apoyado la medida. Tanto hombres como mujeres estamos en esta cruzada de dignificar y reconocer los derechos básicos que se han implementado en la mayoría de los países desarrollados de forma legal, organizada y reglamentada. No por eso se han reducido los nacimientos, no se han promovido las interrupciones de embarazos, simplemente se le ha dado mejores condiciones a las mujeres y familias para traer al mundo hijos sanos, y con las condiciones para tener una vida plena y productiva.

 

 

 

 

 

 


[1] Ruiz Navarro, Catalina. 24 Semanas. El Espectador, 24 de febrero, 2022. https://main-elespectador-caracoltv.content.pugpig.com/2022/02/23/24-semanas/pugpig_index.html

 

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