viernes, 19 de septiembre de 2025

La ofensiva contra la libre expresión

 Por Elvira Sánchez-Blake

Ahora sí, el magnate se lanzó con todo. Sin escrúpulos ni ambages, pasando por encima de todas las leyes y ordenanzas, en especial, la primera enmienda de la Constitución, desplegó su ofensiva feroz contra la libertad de expresión. Ya no importan las salvaguardas que históricamente han caracterizado a Estados Unidos: al gobierno y a sus lacayos solo les interesa consolidar su mandato represivo y silenciar todas las voces disidentes.

La ofensiva comenzó casi desde el principio de su mandato, con señalamientos y demandas contra medios como 60 Minutes, de la cadena CBS, acusándolos de manipular una entrevista con la candidata Kamala Harris para influir las elecciones del 2024. Es decir, algo que sucedió aun antes de asumir la presidencia. Luego, vinieron demandas arbitrarias contra grandes medios impresos como el Wall Street Journal y el New York Times El caso del Washington Post fue más sutil, pero igual de devastador. Con el beneplácito de su dueño Jeff Bezos, desaparecieron de un día a otro los columnistas de mayor influencia, sustituidos por otros que no se atreven a criticar al mandatario y se dedican a temas banales y superfluos. El Washington Post se convirtió en una vergüenza.

Otras ofensivas incluyen la suspensión del acceso de la agencia Associated Press a la Casa Blanca, la investigación de la Comisión Federal de Comunicaciones contra NPR y PBS, el recorte de fondos para estos medios y el cese de operaciones de la Voz de América y Radio Libre. En mayo, logró la suspensión del Show de Steve Colbert, con una estrategia de extorsión a la programadora Paramount, la propietaria de CBS, donde se transmitía el super popular programa nocturno. Al menos Colbert sigue su contrato hasta mayo del 2026 y su arremetida contra el mandatario es también virulenta.

La censura alcanzó un punto álgido esta semana con la cancelación del programa del comediante Jimmy Kimmel de la cadena ABC, tras un comentario sobre el asesinato de Charlie Kirk, un personaje sobre el que se ha prohibido hablar en los medios sociales y en las cuentas de los servidores públicos, incluidos los maestros de escuelas públicas. Su osadía le costó la salida inmediata del aire.

Como parte de la campaña de silenciamiento a los medios, el pasado 24 de julio, el mandatario firmó una ley que borró de un plumazo más de mil millones de dólares en fondos previamente aprobados para la Corporation for Public Broadcasting (CPB)1. La medida decretó el cierre de NPR y PBS, pilares de la radio y la televisión públicas en Estados Unidos. Las cadenas fueron acusadas de ser parte “de la izquierda radical”. La campaña de desfinanciación afecta a más de mil emisoras de radio y 300 canales de televisión, muchos en zonas rurales en algunas de las zonas más apartadas del país.

Entretanto, el Wall Street Journal fue demandado por la publicación de una carta de cumpleaños enviada por Trump a su amigo Jeffrey Epstein en el que se veía una figura de mujer con la firma del mandatario. El New York Times recibió otra demanda la semana pasada por $15 billones de dólares, por difamación y por perjudicar la imagen del magnate en sus publicaciones.

La estrategia es muy acertada. Se trata de asfixiar a las corporaciones que sustentan los medios y canales por medio de demandas billonarias que no les permite subsistir. Las cadenas televisivas se han visto obligadas a acatar las órdenes de despido de sus estrellas, columnistas, periodistas renombrados y comediantes para mantenerse. Es un truco de negociante sin escrúpulos: degollar a la gallina de los huevos de oro para quedarse con los restos.

Es la misma táctica dirigida a las instituciones educativas. Universidades como Harvard, Cornell, Columbia y otras de gran prestigio, enfrentan presiones legales para acatar sus censuras que restringen la libertad de cátedra. En colleges más pequeños, las condiciones se han convertido en humillantes para los profesores, quienes deben pasar sus prontuarios y planes de estudios a la aprobación de las Juntas académicas  antes de comenzar cada semestre. Además, se les ha dado carta blanca a los estudiantes de grabar sus clases en caso de cualquier “desliz ideológico”. Como es sabido, los temas de género, de clase o de esclavitud han sido prohibidos en las aulas.

Es evidente que a Trump ni a sus asesores les interesa defender la Primera Enmienda. Como señala Boris Muñoz en el diario El País, la amenaza más grande en el mundo no son las guerras, sino “la infoguerra”, la batalla global contra la información. En esta infoguerra sobresalen tres rasgos: la guerra contra la verdad, la imposición de un relato hegemónico que controla la ideología política y la religión, en la que sus mayores víctimas son la democracia y la libertad2.

Nos encontramos en una encrucijada en que lo que está en juego es el libre albedrío. Sin libertad para pensar, actuar o expresar, el mundo se convierte en un ente monolítico, aterrorizado y las nuevas generaciones crecerán en un ambiente confuso y amordazado. Se cumplen así los designios de los grupos ultraconservadores que, como señala Muñoz, buscan “desmantelar los mecanismos de la democracia para establecer la hegemonía de un grupo de poder variopinto, pero sobre todo compuesto por multimillonarios xenófobos, antiinmigrantes y supremacistas blancos, alineados en torno a una racionalidad retrógrada”.

 

 

No hay comentarios.: