sábado, 23 de febrero de 2019

El muro que nos divide




Por Elvira Sánchez-Blake

¡Cuidado! La barrera que anuncia Trump para separar la frontera entre Estados Unidos y México ya está construida. No es un muro físico real, sino un muro imaginario, aquel que ha fomentado desde su campaña para instigar una campaña de racismo y xenofobia en contra de los hispanos.
¡Alerta! Porque el problema no es Trump. Al fin y al cabo un individuo puede ser irracional. El peligro son los que se adhieren a su cruzada convirtiéndose en más irracionales que el propio desajustado mental.  Peor aun cuando los que creen en sus falacias son los propios hispanos, aquellos que se sienten superiores y se dejan envolver por el discurso provocador para ejercer el mismo tipo de racismo sobre sus semejantes sin saber que ellos también son blanco del mismo aunque prefieran no admitirlo.
Michel Foucault advirtió que nada puede ser más peligroso que un loco que se cree cuerdo, porque nos envuelve dentro de su locura y nos arrastra hasta la total desintegración de la sociedad. Todos recordamos los casos de líderes desquiciados que arrasaron a países enteros, incluso a continentes, en contra de otros grupos humanos por cuestiones de raza, religión o ideologías.
El discurso asfixiante que maneja Trump ha enajenado a una gran mayoría de la población que creen sin lugar a duda que los hispanos son criminales, violadores y narcotraficantes. Es tan penetrante su retórica que este mensaje ha calado las conciencias, despertando odios acérrimos y agresión por parte de supremacistas nacionalistas en contra de los inmigrantes, pero no de cualquier inmigrante, solo aquellos de piel oscura y de países no europeos. Lo que muchos no saben es que tras de ese discurso se esconde una narrativa mucho más potente. Es la creencia de que los hispanos constituyen una amenaza hacia la cultura anglosajona de Estados Unidos.
En varias de sus obras y artículos, el profesor de la Universidad de Harvard, Samuel Huntington, advertía sobre la necesidad de defender los valores que hacen a los americanos “americanos”. Sostenía que las hordas de inmigrantes provenientes de países hispanos están poniendo en peligro la identidad y los valores estadounidenses que han hecho de este país “una gran nación. Los cuatro componentes que según él están en peligro son: la raza, la lengua, la religión protestante y la ideología.  Huntington declaraba que los hispanos están corroyendo la cultura “americana” con su raza (oscura), contaminando con su pobreza; corroyendo la cultura protestante con las tradiciones católicas y pervirtiendo el inglés con la influencia del español. Advertía que la continuación de las altas tazas de inmigración hispana  sumado a la lentitud de asimilación eventualmente cambiarían a América en un país con dos  lenguas, dos culturas y dos pueblos. Esta dualidad, según él,  “no sólo transformaría a “América”, sino que la llevará a su degradación".

Este discurso junto con el de otros pensadores que postulan la superioridad de la raza blanca sobre todas las demás y la pureza del idioma inglés, ha permeado a los supremacistas y nacionalistas que se constituyen actualmente en grandes defensores de la identidad estadounidense, entendida como blanca, protestante y monolingüe.  Los medios de comunicación juegan un papel decisivo en replicar este discurso con figuras como el infame Lou Dobbs y la suma de reporteros de Fox News.  Términos abominables como “Illegal Aliens” se hicieron famosos y se repiten hasta el cansancio para imprimir en el imaginario colectivo la visión del hispano, cualquiera que sea, como un “alien”, el intruso, ¿extraterrestre?, extraño, extranjero, invasor. No existe en español una equivalencia de la acepción porque el vocablo en inglés posee una connotación ofensiva y discriminatoria en el peor de los sentidos.
El muro ya está erguido. Solo falta finalizarlo. Así lo proclamó Trump en su reciente visita a la frontera. Y es verdad.  Porque no se trata de una barrera física, sino de la división ideológica y mental que ha sido la bandera de su campaña y de su mandato. Este discurso repetido hasta el cansancio en los sucesivos rallys ha logrado con éxito exacerbar los odios raciales en este país.  En palabras de Lauren Carlsen: 
Millones de personas en los Estados Unidos ahora promueven discursos y  políticas abiertamente racistas y xenófobos. Antes, las ideologías de exclusión y discriminación fueron negadas en la sociedad y en el ambiente político por razones éticas que con el tiempo se volvieron reglas de convivencia. El odio hacia  latinos y migrantes, afro-americanos y musulmanes antes no tenía cabida en la  esfera pública; ahora es el pan de cada día."[1]
El desafío de nosotros los hispanos estriba en confrontar y desmentir esta campaña porque ese discurso es contra todos los hispanos, llámense mexicanos o hondureños, panameños, chilenos, uruguayos, venezolanos o colombianos. Incluso los cubanos y puertorriqueños. Muchos creen que “llegaron primero... y ya somos los que estamos;” “yo tengo mi negocio y pago impuestos.” Otros argumentan su condición de legalidad: “Nunca he sido indocumentado y cumplo todas las reglas”, “Como soy ciudadano no me puede pasar nada”.
No se trata de establecer grados de “hispanismo” de acuerdo con la procedencia, el color de piel o la asimilación a la vida estadounidense.  Todos sabemos que la categoría “hispana” no es una raza, aunque muchos la confundan como tal. El caso es que todos los provenientes de Hispanoamérica hacemos parte de la misma barca, gústenos o no. Los que hablan inglés sin acento también; los de ojos claros y piel blanca; los de segunda y tercera generación que ya olvidaron su herencia y abrazan el sueño americano con vehemencia.   
Es un hecho y es real. Todos los hispanos y latinos, como quieran llamarse, constituimos la gran amenaza en el imaginario colectivo de Estados Unidos, como criminales, violadores y narcotraficantes. Somos los aliens, los invasores. Es  nuestro deber y compromiso no ceder ante la presión y confrontar el muro imaginario que ya se cierne sobre nosotros dividiendo y replicando el mismo tipo de racismo del que somos víctimas.



[1] Carlsen, Laura. “2018: año de fronteras, muros y resistencias”. https://www.americas.org/es/2018-ano-de-fronteras-muros-y-resistencias/

 Huntington, Samuel. Who are we?: The Challenges to America’s Nacional identity. NY: Simon and Schuster, 2004.
Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica V1.  J.J Utrilla, trad. México: Fondo de Cultura Económica, [1964] 1972.

domingo, 20 de enero de 2019

Cuidado con los extremismos


Por Elvira Sánchez-Blake

No podemos permitir que el ardor del momento entorpezca el entendimiento.

El atentado contra la Escuela de Policía General Santander de Colombia es un acto muy doloroso y merece el repudio de todos los sectores. No hay excusa para que estos hechos se cometan nuevamente en el país y los responsables deben ser castigados con todo el peso de la ley. Sin embargo, es necesario tener cuidado. El peligro es que en el afán de buscar culpables se desate una ofensiva despiadada contra seres inocentes como ha ocurrido en el pasado. 

La ofensiva contra el ELN declarada por el gobierno de Iván Duque es un arma de doble filo. Es cierto que todas las pistas apuntan hacia este grupo. Pero, hay también muchos interrogantes que cuestionan lo insólito del acto. Llama la atención en principio la naturaleza del atentado. En Colombia no se acostumbran los atentados suicidas. Esto nunca había ocurrido.  ¿Por qué auto inmolarse en un escenario como el actual de aparente paz? ¿Cuál era el mensaje? ¿Qué buscaban con esto? ¿A quién le puede interesar desestabilizar las llamadas fuerzas del orden en la coyuntura actual?

El ELN se encuentra en diálogos de paz y aunque las negociaciones han sido complejas, no se vislumbraban quiebres que justificaran una acción como esta. En cambio, el efecto mediático y de temor generalizado que genera este evento presenta una justificación muy oportuna para el actual gobierno. Los agentes del orden, llámense policías o fuerzas militares, han sido declarados héroes y víctimas.  Por lo tanto el pretexto para desatar una ofensiva contra cualquier sospechoso de subversión. 

La alocución presidencial del pasado viernes así lo prefigura. El Presidente habló con firmeza en un perfecto performance de autoridad.  Pareciera que los acontecimientos le ofrecían el escenario adecuado para demostrar lo que hacía falta en su gobierno: competencia y mano dura. Era la oportunidad excelsa de demostrar los atributos que exigían sus votantes y detractores. Además, fue la justificación para culpar al ELN de todos los actos de violencia recientes, incluyendo el asesinato de líderes sociales. Esto último es  una forma de desviar la atención hacia los verdaderos responsables.

Los autores de los crímenes de líderes sociales son perfectamente conocidos. Se llaman Los Rastrojos, Gaitanistas o Águilas negras. Y todos sabemos que son organizaciones criminales paramilitares encargadas de impedir que las víctimas del conflicto regresen a sus tierras, que se lleven a cabo proyectos de sustitución de cultivos ilícitos, así como la reinserción de los desmovilizados de las FARC. Estas organizaciones actúan en completo antagonismo con un grupo como el ELN. Sin embargo esta acusación ya circula en las redes sociales, en los medios de comunicación y en la inconciencia ciudadanía como la verdad revelada.

Hablar de “terrorismo” es también un subterfugio para generar odios y desatar la violencia generalizada. Héctor Abad Faciolince, claramente lo señala en su columna:

Una sociedad que sucumbe al terrorismo es la que en lugar de rechazar unánimemente el acto, y permitir que las autoridades investiguen y aclaren a fondo los hechos, se enfrasca en aquello que el terrorismo pretende: en una lucha de facciones opuestas que se echan la culpa recíprocamente, bien sea por exceso de mano dura, o por mano blanda, o porque en las últimas elecciones algunos votaron en blanco, o por A o por B. Un país que no sucumbe al terrorismo es el que no permite que la convivencia civil se destruya, un país que no pierde la calma ni señala culpables a ciegas. (https://www.elespectador.com/opinion/terrorismo-y-ockham-columna-834984). 

El atentado de la Escuela de Policía General Santander en Bogotá tiene muchas aristas. Es muy triste que manos criminales se ensañen contra vidas inocentes, llámense, cadetes de la policía, líderes sociales o gente del común. Es determinante encontrar a los verdaderos culpables y no dejarnos llevar por los extremismos. NO podemos dejarnos obnubilar por las apariencias, por el temor y por los clamores de justicia. En últimas, no debemos permitir que los esfuerzos de paz se desplomen y renazcan las ofensivas de represión estatal y militar en contra de las poblaciones más vulnerables.







martes, 15 de enero de 2019

Los secretos de Espiral de Silencios/Spiral of Silence

Por Elvira Sánchez-Blake

            El 15 de enero salió al mercado la traducción de la novela Espiral de Silencios, editada por Curbstone books, una filial de Northwestern UP. La traducción estuvo a cargo de Lorena Terando, profesora de traducción e interpretación de de la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. El prólogo lo escribió mi consejera mentora y amiga de Cornell University, Debra Castillo.

            El proceso de escribir y publicar esta novela primero en español y luego en su traducción al inglés ha sido un inmenso desafío durante años de labor, agonías y sacrificios, pero también me ha generado grandes satisfacciones. Todo el proceso ha contribuido a crecimiento interior y madurez intelectual. 
Todo empezó una tarde de 1993 cuando me reuní con una compañera de la Universidad del Valle donde tomaba un curso sobre género y literatura. Mi compañera me había pedido algún tipo de ayuda con un texto que estudiábamos.  Fue así como la invité a mi apartamento para conversar.  Como parte de la discusión del texto que nos ocupaba surgieron anécdotas de su vida.  Yo quise saber más y ella me contó su historia. Esa noche la recuerdo como una experiencia de gran intensidad. Al calor de una jarra de agua de panela María Isabel Giraldo me contó la historia dramática de su vida como militante de un grupo guerrillero y su lucha por sobrevivir en medio de los avatares de ser madre, guerrera y activista. Esa noche, ella también me entregó una carta dirigida a su hijo Miguel. Me pidió  que se la guardara. Miguel había nacido en la cárcel cuando ella tenía apenas quince años. El niño le fue sustraído de su lado con la pretensión de que no se admitían bebés en una prisión. Cuando ella salió amnistiada nunca lo pudo encontrar. Su búsqueda incesante la llevó a ser parte de el ELN y a convertirse en luchadora y activista.  En los últimos tiempos había desertado del grupo guerrillero y se encontraba huyendo por amenazas de muerte.  Después de esa noche nos vimos un par de veces en clase, pero al poco tiempo ya no regresó.  Lo que pasó después fue desconcertante. Ella no terminó el curso ni la volví a ver.  La busqué a través de contactos comunes y nadie supo darme razón. Simplemente desapareció. Yo me quedé con la carta a su hijo que en realidad es un poema: 
Yo madre cósmica
los alimenté con fuego
para luego abandonarlos 
en una tierra promisoria
en donde por ser se paga un precio,
el precio de la muerte.

            “Yo madre cósmica los amamanté con fuego”, se convirtió en  un aliciente. “Para luego abandonarlos en una tierra promisoria, donde por ser se paga un precio…” fue un estímulo… “El precio de la muerte” fue un compromiso con la petición de esta mujer. Tal vez no encontraría a su hijo. Quizás ella pagó el precio de la muerte.  Sin embargo, pensé que podría redimirla haciendo público su testimonio. Pero este proceso tomaría muchos años todavía.
Más adelante, durante el estudio de doctorado en literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell, empecé a buscar textos sobre la participación de la mujer en el conflicto colombiano.  Mi idea era establecer un paralelo entre la experiencia femenina en la violencia con otros testimonios latinoamericanos.  Ante la ausencia de obras que registraran narrativas de la mujer en medio de la violencia en Colombia mi alternativa fue recoger yo misma estos testimonios. Dada mi experiencia como periodista en las técnicas de reportaje y entrevista, empecé la tarea de buscar contactos con mujeres que estuvieran dispuestas a contar su historia.
Inés fue mi primer contacto. Ella era una sobreviviente de la violencia de los años cincuenta que participó posteriormente como enlace del M-19. El día que la conocí me llamó la atención el tapiz llamado “Mujer” que destacaba en su almacén de artesanías. En ese tapiz se cifraba su vida. La expresión hábilmente lograda en la figura del telar reflejaba cómo las torceduras de la vida han moldeado la mujer que era ella. Luego, conocí a María Eugenia Vásquez, una excombatiente del M-19, quien estuvo dispuesta a contarme su historia.  En ese momento María Eugenia  se encontraba escribiendo su libro  “Escrito para no morir: Bitácora de una militancia”. Tuve la oportunidad de leer varias versiones del mismo en mi tentativa de comprender y analizar las razones de su militancia. María Eugenia me contactó con otra compañeras y pude conocer a fondo las razones y motivaciones de las militantes de grupos revolucionarios desmovilizados.
Estas historias constituyeron una sección de mi disertación y de mi libro, Patria se escribe con sangre, publicado por la editorial Anthropos en el año 2000. Una de las consecuencias inesperadas de la experiencia de recolección de testimonios y análisis de las historias de la mujer en la violencia, me ocurrió en una forma de síntesis existencial. Algunas de las entrevistas con desmovilizadas no pudieron ser registradas y otras quedaron por fuera porque no se ajustaban a los requerimientos académicos.  La historia de María Isabel seguía rondando, pero no tenía una grabación, ni siquiera notas. Solo la carta que ella me dejó. Todos este tiempo de recolección de testimonios con mujeres que tenían experiencias similares me traían de nuevo su imagen. Me sorprendí recordando pasajes de esta historia y buscando cauces para poderla materializar. No podía hacerlo desde el testimonio puesto que era una historia inconclusa y  por carecer de herramientas etnográficas.
Decidí entonces escribirla en forma de novela. La uní con otras historias y empecé a tejer una ficción alrededor de los testimonios de historias de vida que había conocido y recolectado.  El resultado es la novela Espiral de silencios. Tres voces femeninas condensan sus historias inscritas en eventos históricos que parten de la década de los ochenta y se proyectan hasta comienzos del dos mil. En ellas se narran las historias de un paramilitar, un guerrillero y un sicario, hijos de la misma mujer. Las tres voces femeninas entretejen sus historias alrededor de la lucha entre estos bandos en el escenario de un pueblo antioqueño.  Al final las mujeres se unen para detener la guerra bajo las consignas ¡No más guerra, no más odio, no más sangre!”.  Esta idea nació como reconocimiento a los movimientos de mujeres por la paz que surgen en varias regiones de Colombia.
La novela es en suma un reflejo de la historia de Colombia reciente en busca de alternativas de paz desde una perspectiva femenina. Las historias que se narran son basadas en hechos y personajes reales. La protagonista, Mariate, se basa en María Isabel, la mujer que me contó su historia una noche al calor de una agua de panela. Yo me atreví a darle cuerpo y materialidad como una forma de redención y de expiación a través de la reconstrucción de su memoria y de su inscripción como forma de supervivencia. En cierta forma, me sentí portadora de una historia que en cierta forma redime la memoria de una mujer que no sobrevivió para contarla. La novela contiene además la carta a su hijo en forma de poema.
Pero la historia también recoge ecos de los testimonios de Inés, de María Eugenia y de las mujeres que participaron en las entrevistas recolectadas para mi proyecto académico.  Las historias se tejen como el tapiz de Inés en una sola figura que representa a todas y en forma alegórica “a una mujer emergiendo de las llamas del infierno contorsionada por el dolor. Los brazos extendidos hacia el cielo  intentan alcanzar las nubes donde se asoman querubines celestiales que le tienden la mano” (Espiral 161). El tejido aparece como eje de significación y como metáfora fundamental de la novela. Las tres voces narrativas se tejen a lo largo de la novela en forma discursiva para unirse al final en la causa que las une. El tejido como alegoría representa a la vez las iniciativas de mujeres que a través del bordado, el tejido, las cochas y los textiles, han plasmado sus memorias y sus retos por la supervivencia a lo largo y ancho del país en la búsqueda de paz y de estabilidad.
Espiral de silencios también se inspiró en las iniciativas de mujeres que emergían a principios del dos mil y que tenían como fin resistirse a la guerra en regiones afectadas por la violencia. Estas iniciativas fueron tomando fuerza y adquiriendo poder político hasta constituirse en una de los promotores del proceso de paz que se han consolidado actualmente en Colombia. Las organizaciones de mujeres se unen para denunciar y oponerse a los grupos armados de todas las vertientes políticas: insurgentes revolucionarios, grupos paramilitares, militares y estatales, para reivindicar los derechos humanos de la sociedad civil.  Sus acciones generan confianza y solidaridad de organizaciones campesinas, indígenas, afrodescendientes, de desplazados, de víctimas, de familiares de víctimas de secuestrados y desaparecidos.
Estoy convencida de que la literatura posee una magia y una clarividencia. Mi novela profetiza la fuerza de las mujeres que desde el principio del milenio han crecido y fortalecido la lucha de las organizaciones por la reivindicación de los derechos fundamentales.  Varias de estas organizaciones como La Ruta Pacífica de  las Mujeres  se han consolidado como un movimiento que influyó notablemente en las negociaciones de paz. Sus consignas, La Paz Haremos, Ni un peso ni un paso para la guerra, No parimos para la guerra, complementan las arengas de la novela: No más guerra, no más odio, no más sangre, como un clamor colectivo para detener la guerra.
            Por último, la novela es también mi propio testimonio como portadora de un secreto de gran trascendencia. Como periodista de la Oficina de prensa de la Presidencia, tuve la oportunidad de ser testigo inmediato de varios acontecimientos históricos que marcaron la historia del país. Uno de ellos fue la toma del Palacio de Justicia y su posterior holocausto. No solo viví los acontecimientos en primera fila, sino que presencié la usurpación de poder de los militares al presidente Belisario Betancur el 6 de noviembre de 1985.  He contado esta historia en varios foros, publicaciones y entrevistas, pero siempre ha sido puesta en tela de juicio. Esto me ha llevado a considerar las múltiples facetas de la verdad. Porque la verdad es elusiva y porosa y depende de la intención de quién la dice.  El impacto que este evento tuvo en mi propia existencia lo resumo en palabras de una de mis personajes, Norma:
Yo me hacía la que no comprendía nada, pero en el fondo comprendí muchas verdades. Me di cuenta de la farsa en que vivíamos: la vulnerabilidad del estado y la falacia de democracia que nos ufanábamos de poseer. Yo que hasta ese momento prefería no saber ni entender, ese día ante la magnitud de lo ocurrido, abrí los ojos ante una realidad inconmesurable: ese 6 de noviembre el país vivió una de las tragedias más grandes de su historia, que marcaría el fin de un proyecto de paz y el principio de una era inexorable de violencia (Espiral 98).
Al escribir mi propia versión de los hechos he podido revelar esta verdad como un secreto a voces. No importa cómo se lea o cómo se interprete. El secreto ha sido develado por medio de la ficción.  De la misma manera, en la novela cuento otros episodios que tuvieron un impacto fundamental como la toma de la Embajada de República Dominicana  y el robo de armas del Cantón Norte por parte del M-19;  el nacimiento del movimiento MAS que precedió a los paramilitares, el principio de la era de terror de Pablo Escobar, así como otros eventos decisivos de la década de los ochenta.  Mi deseo utópico es que la coyuntura actual después de la  firma de paz le dé la oportunidad al país de emerger de las cenizas y contrariar la condena en la que pareciéramos  naufragar sin esperanza, y que la resume una personaje de mi novela:
"Señorita,  no está viendo nada nuevo.  Yo llevo años viendo la misma
guerra en diferentes épocas. Es como una mala película que repiten cada
veinte años con nuevos actores, cada vez más sanguinarios" (Espiral 150).
Así, salpicado de verdad, ficción, reflexión y un toque de esperanza, Espiral de silencios condensa los eventos que desencadenaron la violencia del fin de siglo y principios del milenio. La novela como totalidad permite una reflexión sobre la historia y la ficción y provee una forma de comprender los efectos de la historia individual en la colectividad de la nación.  
La traducción
La traducción de la novela al inglés también ha experimentado un proceso largo y complejo. Lorena Terando se comprometió a traducirla después de leer la novela en el año 2011. Yo la había conocido en el 2000, cuando ella era estudiante graduada en SUNY Binghamton.  Ella estaba buscando traducir autoras colombianas para su proyecto doctoral. Yo le recomendé el libro de María Eugenia Vásquez y este se convirtió en su proyecto de grado y en un libro de mucho éxito editorial. En el momento en que se encargó de mi novela, Lorena era profesora de traducción e interpretación de la Universidad de Wisconsin en Milwakee. Actualmente es la jefa de la Facultad. A Lorena le debo la pasión que puso en la traducción, y el esfuerzo en encontrar la editorial que la publicó.
La traducción contó con el apoyo de mi profesor y mentor, Jonathan Tittler, a quien estoy por siempre en deuda. Debra Castillo aceptó la tarea de escribir el prólogo, el cual enmarca la novela en las circunstancias históricas y le da el contexto al proceso de escritura desde sus primeros pasos. Por último, en todo el transcurso de escribir la novela, primero en español y luego en inglés, estuvo a mi lado mi compañero de vida, Roberto. Tras bambalinas su consejo y acierto han sido fundamentales. Roberto estuvo pendiente desde el comienzo de que la versión en inglés conservara el tono y el estilo del original. El postscript en inglés fue de su autoría principalmente, por el cual estoy eternamente agradecida.
Spiral of Silence es en suma, un conjunto de muchos factores que convergen en esta realización. Doy gracias a todos los que apoyaron, intervinieron e hicieron posible esta publicación.
La novela se puede ordenar en este enlace: